martes, 5 de julio de 2022

The Black Phone (El Teléfono Negro, 2022)

Scott Derrickson es un veterano del género de horror. Debutó en 2000 con Hellraiser: Inferno, pero su salto a la fama se dio hasta The Exorcism of Emily Rose (2005). En 2012 hizo equipo con el productor Jason Blum y el guionista C. Robert Cargill en la aclamada Sinister (Siniestro), y colaboró con el segundo en Doctor Strange (2016) para Marvel Studios. Se esperaba repitieran en la secuela, que iba a incluir elementos de horror, pero a inicios de 2020 se separaron del proyecto citando diferencias creativas.

Esto les permitió enfocarse en The Black Phone (El Teléfono Negro), adaptación del cuento homónimo de Joe Hill, proyecto que ya tenían planeado realizar y en el que volvieron a contar con Jason Blum como productor. La cinta cuenta con las actuaciones de Ethan Hawke, Mason Thames, Madeleine McGraw y Jeremy Davies, y se exhibió por primera vez en septiembre de 2021 en el marco del Fantastic Fest. Su estreno comercial en Estados Unidos y otras partes del mundo, México incluido, se dio la semana pasada.

La historia tiene lugar en 1978 en un pequeño pueblo suburbano de Colorado, Estados Unidos, donde en las últimas semanas han desaparecido cinco niños adolescentes. Los medios y autoridades locales apodan "The Grabber" (el Raptor), pero no hay pistas del paradero de los niños. Finney "Finn" Shaw (Thames) se convierte en la sexta víctima una tarde mientras camina solo a casa de regreso de la escuela, cuando es abordado por el secuestrador (Hawke), quien lo deja inconsciente y lo sube a una vagoneta.

El chico despierta en un sucio sótano a prueba de ruidos y lo único que hay a su alrededor son un sucio colchón y un viejo teléfono desconectado. Finn está seguro de que lo van a matar, y cuando empieza a desesperar ante la aparente imposibilidad de escapar, descubre que el teléfono no es común, pues le permite hablar con las víctimas anteriores de The Grabber, todos muertos, quienes lo alientan y le dan consejos para ganar tiempo mientras encuentra el modo de salir de ahí.

Gwen (McGraw), su hermana menor, había visto en sueños detalles de los secuestros anteriores, y ahora tiene visiones sobre el posible paradero de Finn. La policía, sin más pistas que seguir, trata de interpretarlas de la mejor manera con la esperanza de encontrarlo a tiempo. El errático comportamiento del asesino y secuestrador, y su creciente impaciencia ante la negativa de Finn a antagonizarlo como hicieron sus víctimas anteriores, hace que la búsqueda se vuelva una carrera contra el reloj.

El cuento de Hill se publicó originalmente en 2004 y fue parte de 20th Century Ghosts (Fantasmas del siglo XX), la primera colección de cuentos del autor, aparecida en 2005 y hace poco reeditada bajo el título de The Black Phone: Stories, con el póster de la película como portada. Leí el libro hace muchos años y compartí mis impresiones generales de la antología, pero no detalle historias individuales. Ésta en particular me hizo pensar en la influencia de Stephen King, su padre, en Hill, y la película reforzó esa impresión.

La historia tiene un marcado aire de nostalgia, pero donde los personajes de King habitan una versión de los 1950 que recuerda las viejas y descoloridas fotografías de una era que no vivimos, Hill ubica su historia veinte años después, lo que seguramente corresponde a la infancia y pubertad de ambos autores, que alimentan su ficción con los recuerdos de su propio pasado. Pero también existe desde siempre una cierta afinidad temática entre la obra de los dos, y aquí también está presente.

Ambos gustan de recrear estos idílicos pueblos de ensueño cuya paz y belleza son rotos por algún horror que se oculta bajo la superficie, y el cual suele ser una representación simbólica de algo más. Cuando sus protagonistas son jóvenes adolescentes las historias tienen que ver con la transición para convertirse en adultos o con la pérdida de la inocencia. Todos esos elementos están presentes en The Black Phone, historia de unas 7000 palabras que Derrickson y Cargill expandieron de gran forma sin alterar la esencia del relato.

La representación visual del escenario captura el aire de nostalgia de la historia a través de una paleta de deslavados naranja y sepia, fotografiada con mucho grano y donde la luz es opaca y no parece iluminar nunca de lleno el apacible pueblo. Esto contrasta con los momentos más oscuros de la historia, iluminadas por las estridentes luces de patrullas y ambulancias. El sótano que sirve como prisión para Finn es gris con acentos de óxido y sangre seca, muda evidencia de la violencia pasada del lugar.

Esa contrastante convivencia de paz y violencia impregna la historia de principio a fin. La cinta abre con un juego de béisbol en el que desenfadados adolescentes compiten pero se divierten, y momentos después presenciamos la desaparición de un chico que hasta ese punto tenía una sonrisa permanente. Gwen y Finney tienen una sólida relación fraternal, pero de camino a la escuela deben lidiar con los bravucones de la escuela, y en casa no es muy diferente a causa de un abusivo y alcohólico padre.

Algo que queda claro muy pronto en la historia es la ausencia, literal o figurada, de adultos. Cuando los bullies golpean a alguien en la escuela no hay maestros ni prefectos a la vista, y la única defensa suelen ser otros chicos. El padre de los Shaw está ahí, pero quizá sería mejor que no fuera así. Los hijos cuidan del padre mientras se crían uno a otro, y la única defensa que tienen ante los bullies son otros chicos. En su mundo no hay adultos a quienes puedan acudir en busca de ayuda.

Esto se hace aún más evidente con una investigación policíaca que depende por completo de los detalles aparecido en los sueños de Gwen, así que resulta siniestramente apropiado que la mayor asistencia que reciba Finn venga de los fantasmas de otros chicos, criados en un entorno en que los lazos de juventud son el único sistema de apoyo en medio de un repetitivo ciclo de abuso y trauma, manifestado en la figura de The Grabber, misma que da pie a una magistral interpretación de Ethan Hawke.

El veterano actor interpreta a un complejo villano que parece sufrir una violenta reversión de personalidades. Al principio se muestra como una persona alegre con vivaces manerismos y una voz aguda que parece apuntar a una regresión a una infancia probablemente marcada por traumas propios, y contrasta con la madurez mostrada por Gwen y Finn. Pero cuando aparece un detonante, se convierte en una figura de voz baja y profunda que amenaza con tener un violento estallido en cualquier momento.

La mayor parte del tiempo Hawke porta una máscara que oculta la mitad de su rostro, así que debe proyectar sus emociones sólo a través de su modo de hablar, los sutiles y emotivos cambios en su mirada, y el lenguaje corporal, los cuales se combinan en un impresionante acto de equilibrio entre energía juvenil y depravada amenaza. Resulta increíble saber que el actor casi rechaza el papel porque no quería interpretar a un villano, pero en cuestión de semanas lo hemos visto hacerlo de gran manera en dos proyectos distintos.

Y eso me lleva a otro punto importante en el trabajo de Derrickson, que pudo ceder a la tentación de dejar que Hawke cargara con la película, pero se asegura de que la historia gire alrededor de los niños. Thames y McGraw muestran un amplio rango de emociones en que ira, miedo y desesperación son balanceadas con una creíble relación de hermanos construida desde la alegría adolescente de las escenas iniciales hasta breves momentos de comedia que hacen de ésta una película más emotiva de lo que se pudiera esperar.

The Black Phone es una historia de resistencia y supervivencia que se oculta bajo la fachada de un thriller de horror y suspenso que sigue a un asesino serial en una historia aderezada con una pizca de elementos paranormales. El delicado balance de esos ingredientes hace de esta una película que trasciende el sencillo placer de una historia creada para provocar sobresaltos al enfocarse en construir y desarrollar personajes complejos e interesantes. Absolutamente recomendable.

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