Pocos escritores han dejado una marca tan profunda en el mundo del cómic occidental como Alan Grant, autor escocés fallecido el pasado jueves 21 de julio, a quien muchos recordarán, entre otras cosas, por su trabajo en Judge Dredd y Batman a lo largo de los 1980 y 90.
Alan Alexander Grant nació el 9 de febrero de 1949 en Bristol, Inglaterra, pero se crió en Escocia. A los dieciocho años de edad abandonó la escuela y trabajó brevemente en un banco, empleo que dejó tras pocas semanas al encontrar un anuncio en el diario que solicitaba periodistas en entrenamiento para la editorial DC Thompson, con sede en la ciudad de Dundee, Escocia, a donde se mudó para escribir una columna de horóscopos para el Dundee Daily Courier.
En la misma editorial conoció a Pat Mills y John Wagner, otros dos futuros escritores de cómics. Para hacer más llevadero su trabajo, Grant y Wagner competían tratando de inventar las predicciones más absurdas y descabelladas en los horóscopos. Poco después empezó a escribir ficción, con historias tanto para las revistas como para los cómics de romance de la editorial. En 1970 consiguió empleo en IPC y se mudó a Londres.
Dada su experiencia previa, le asignaron labores como escritor y subeditor en Honey, Loving y Love Affair, sus propios títulos de romance adolescente. El hecho de que lo hubieran encasillado tan pronto en su carrera lo desesperó un poco, así que renunció para convertirse en escritor freelance. El problema es que el único mercado que encontró era en publicaciones de romance, así que por un tiempo escribió historias de corte confesional, que escribía bajo la presunción de ser una mujer.
No era así como esperaba ganarse la vida, así que regresó a Dundee, donde por un par de años fue de un empleo a otro, viviendo de asistencia social y el seguro de desempleo entre ellos. Su carrera como escritor se reactivó tras recibir una llamada de John Wagner, que lo puso en contacto con el director de una nueva editorial que requería personal. Ahí comenzó diseñando crucigramas y sopas de letras para las revistas de pasatiempos a la espera de que surgieran otras oportunidades.
En aquel entonces Wagner escribía cómics de Tarzan para la misma editorial, los cuales no se publicaban en inglés, sino que iban dirigidos a otros mercados en Europa y para los que el arte era responsabilidad de una agencia española, además de que seguía trabajando en IPC, donde preparaba junto a Pat Mills lo que poco después se convirtió en la mítica revista antológica de ciencia ficción 2000 AD. Con tantas responsabilidades, dejó el trabajo en Tarzan, y el editor pidió a Alan encargarse del título.
Aficionado a las películas del personaje desde niño, Alan abrazó la oportunidad de por fin escribir cómics que fueran de su interés. Pese a haber dejado la serie regular, Wagner conservaba el contrato para escribir los especiales trimestrales del personaje, pero para entonces 2000 AD ya era una realidad que lo mantenía ocupado, y para no descuidar ese trabajo, que era mejor pagado, le propuso a Grant coescribir las historias de Tarzan, lo que dio inicio a la legendaria colaboración entre ambos escritores.
Algo que les gustaba hacer en sus historias era nombrar a personajes de apoyo tras artistas de 2000 AD, por lo que Brian Bolland, Mike McMahon o Kevin O'Neill vieron a sus homónimos morir en distintas historias de Tarzan. Alan volvió a Londres, donde compartía un departamento con Wagner, y a petición de éste escribió una tira para la revista Starlord, un spinoff de 2000 AD. Su trabajo llamó la atención de Kelvin Gosnell, editor en varias revistas de IPC, quien le ofreció escribir y editar para Starlord y Tornado.
Alan asumió la responsabilidad de buscar nuevos talentos para mantener fresca la oferta de 2000 AD, que a la fecha se publica de forma semanal, y solía revisar la enorme pila de propuestas recibidas en busca de nuevas voces. Uno escritor a quien dio su primera oportunidad era un prometedor talento de Northampton llamado Alan Moore. Grant también corregía o reescribía guiones de otros, lo que le incomodaba un poco y después de un tiempo renunció, aunque siguió escribiendo para la editorial como autor freelance.
En aquella época Alan había sido la inspiración para ALN-1, el robot asistente de Tharg, el ficticio editor de 2000 AD, pero el personaje fue eliminado luego de su renuncia. Entre lo que Grant escribía para la revista destacan historias de Future Shock y Blackhawk. Él y Wagner coescribían las historias de Robo-Hunter y Strontium Dog, aunque en un principio lo hacían bajo el seudónimo de T.B. Grover, y no empezaron a usar sus nombres hasta meses después, cuando su trabajo ya era conocido para los lectores.
Pero sin duda su colaboración más popular fue en historias de Judge Dredd, personaje que Wagner cocreó junto a Carlos Ezquerra, el cual alcanzó su mayor popularidad una vez que ambos escritores empezaron a escribirlo juntos. Su trabajo durante la primera mitad de los 1980 hizo de Dredd el serial más popular de 2000 AD, y pronto recibió su propia revista, la Judge Dredd Megazine, que además del personaje titular sigue las aventuras de otros jueces de Mega City One.
En 1987 DC Comics reclutó talento británico, y firmaron a Grant y Wagner para la serie de doce números Outcasts, dibujada por Cam Kennedy. Fue un fracaso comercial pero llamó la atención de Dennis O'Neil, que les ofreció escribir dos números de Detective Comics con la opción a extender su paso por el título. A fin de impresionarlo, tomaron a The Ventriloquist, un villano que habían creado con intención de usarlo en Dredd, y lo adaptaron al bajo mundo de Gotham. Tras la buena recepción de la historia firmaron para escribir la serie por un año más.
Wagner la abandonó tras sólo cinco números, pero Alan no le dijo nada a O'Neil por temor a que lo despidiera, pues John era más conocido y el contrato era con ambos, pero al cumplir los doce números pactados O'Neil le ofreció más trabajo, y por casi una década escribió decenas de historias para Batman y Detective Comics, y lanzó una nueva serie del personaje, Shadow of the Bat, junto a Norm Breyfogle, su colaborador más frecuente en Batman. Sus aportes a la mitología de Batman incluyen la creación de personajes como Anarky, Mr. Zsasz, Jeremiah Arkham, Scarface y The Ventriloquist.
Otros títulos de DC que escribió durante los noventa fueron Lobo, coescrita con Keith Giffen y con artistas como Simon Bisley, Denys Cowan y el propio Giffen; y The Demon, dibujada por Val Semeiks. Los cuatro crossovers de Batman y Judge Dredd (Judgement in Gotham, Vendetta in Ghotam, Die Laughing y The Ultimate Riddle) los coescribió con John Wagner. Otros títulos destacados en DC de esa época son L.E.G.I.O.N., Tank Girl: Apocalypse (a través de Vertigo), y dos miniseries de Anarky.
En la misma época en que empezaron a trabajar para DC, diferencias creativas los llevaron a que Grant y Wagner disolvieran su sociedad creativa. Decidieron dejar de trabajar juntos y conservar su amistad, y se dividieron los seriales que hacían para 2000 AD, con Wagner al frente de Dredd y Alan en solitario en las historias de Strontium Dog y Judge Anderson, aunque a lo largo de los años volvieron a hacer equipo en varias historias, como Batman/Dredd, The Last American (para el sello Epic de Marvel) The Bogie Man y Rok of the Reds.
A lo largo de este siglo Alan empezó a tener problemas de salud y su trabajo se volvió más esporádico, aunque siguió escribiendo para 2000 AD, además de algunos proyectos para editoriales pequeñas. Para Judge Anderson escribió de forma más o menos regular hasta 2018, y su última historia para 2000 AD apareció en 2020. En cuanto a prosa, escribió dos novelas para Warner Books: Batman: The Stone King, y DC Universe: Last Sons, esta última protagonizada por Superman, Martian Manhunter y Lobo.
Alan creció admirando a los héroes y personajes de Marvel Comics gracias a que un primo suyo que vivía en Canadá solía mandarle cómics, y aquellas historias fueron su principal motivación para querer ser escritor de cómics. A pesar de ello, a lo largo de su carrera, además de la ya mencionada miniserie para el sello Epic, Alan escribió muy poco para esa editorial, aunque no por falta de interés. Quizá lo más memorable sea un único número de Silver Surfer, que era uno de sus personajes favoritos.
No quiso hacer más porque a finales de los 1980 La Casa de las Ideas todavía favorecía el trabajo al "estilo Marvel", que en vez de guiones completos requería sinopsis detalladas que los dibujantes interpretasen, y después el escritor añadía los textos, método que no era del agrado de Alan, sobre todo porque rara vez sabía quién iba a dibujar la historia. Su afición por los personajes Marvel era tal, en particular por el Silver Surfer, que su hija lleva el nombre de Shalla-Bal, en honor a la novia de Norrin Radd, nombre real del ex heraldo de Galactus.
Mucho de su trabajo refleja la ideología e inclinación política de Alan, quien por buena parte de su vida se describió a sí mismo como un anarquista. Mucho de su espíritu rebelde proviene de la infancia, pues Alan era zurdo, lo que no era bien visto por los conservadores maestros que tuvo en Escocia, que solían golpearlo en un intento por "corregirlo", situación que llevó a que desarrollara problemas con las figuras de autoridad, además del espíritu contestatario que caracteriza a mucha de su obra.
Alan siempre fue una persona muy consciente de los problemas en el mundo que le rodeaba, y estos solían informar mucho de su trabajo. Cuando se sentaba en el suelo de su departamento con John Wagner a planear historias de Judge Dredd, lo hacían rodeados de periódicos, pues solían tomar noticias vigentes y convertirlas en distópicas historias de desempleo masivo, criminales nihilistas y violentas interpretaciones de la moda, las cuales entremezclaban con épicas sagas de ciencia ficción.
Esa oscura tendencia en su trabajo era balanceada por un mordaz y afilado sentido del humor, pero incluso muchas de sus historias más absurdas y fársicas contienen algunas de sus opiniones políticas. Aún en sus momentos más cínicos y oscuros, es imposible negar la humanidad y empatía con que escribía a la gran mayoría de sus personajes, que mostraban toda clase de matices ideológicos y emocionales, lo que aportaba una inusual carga de compasión y empatía a su trabajo.
Él creía que mucho del balance en sus historias obedecía a las experiencias acumuladas en sus primeros años como escritor. Cuando escribía historias de romance dirigidas a un publico femenino y adolescente, sabía que estas debían ser propulsadas por emociones y sentimientos, y que sus heroínas podían cometer errores y usarlos como aprendizaje acerca de la vida. Pero cuando empezó a escribir Tarzan, se dio cuenta que el arquetipo del héroe requería algo muy distinto.
Al escribir historias para jóvenes varones debía enfocarse en la aventura, y ésta funcionaba mejor si tenía un héroe valiente y con principios que nunca se equivocase. En esas historias aprendió también que podía usar a los personajes secundarios para aportar elementos de humor o drama y enriquecer así sus historias, y todo eso lo puso en práctica al escribir a personajes menos estereotípicos, como Dredd o Batman, que se veían beneficiados al explorar las consecuencias de cometer errores y mostrarse más humanos.
En muchos sentidos podemos considerar que Lonnie Machin, el joven conocido como Anarky, es una de sus creaciones más personales. Alan no sólo creía que representaba un punto destacado de su carrera, sino que lo veía como la clase de adolescente que le hubiese gustado ser. Usaba sus historias para explorar sus ideas acerca del mundo, y eso le ayudó a definir su postura como anarquista social. En secreto tenía la esperanza de poder convertirlo en el nuevo Robin luego de que DC matara a Jason Todd.
Hubiera sido interesante ver la dinámica de Lonnie como protegido de Batman, pero la aparición de Tim Drake frustró el plan antes de que pudiera siquiera ponerse en marcha, así que nunca sabremos cómo pudo haber resultado. Una de las cosas que Alan lamentaba de su trabajo en DC era haber permitido que trataran de convertir al personaje en un superhéroe dentro de su propia serie. Aunque escribió con gusto la primera miniserie del personaje, la segunda, donde se planteaba el cambio, no fue igual.
Según me contó, la escribió casi a la fuerza. Cuando le informaron lo que querían hacer, se negó a participar, porque creía que el personaje no estaba listo para sostener por su cuenta una serie propia, pero Dennis O'Neil le dijo que la serie ya estaba aprobada, y que si no la escribía él, se la darían a otro escritor. Ante esa situación, consideró que si alguien iba a arruinar su creación sería mejor hacerlo él mismo en vez de permitir que alguien más lo hiciera.
En 1995, para la adaptación al cine de Judge Dredd, protagonizada por Sylvester Stallone, Alan y John Wagner fueron contactados por el estudio para servir como consultores, y tuvieron una conferencia telefónica con el actor y parte del staff de la película. Aunque ellos creyeron que les iban a pedir escribir o revisar la adaptación, lo que el estudio quería era una introducción para la película. Escribieron la secuencia con el resumen de la guerra, y creo que esos minutos son lo único que vale la pena de aquella película.
Más allá de los cómics habría que comentar su labor social. En los años noventa se mudó con su esposa Sue a la pequeña aldea de Moniaive, en Dumfriesshire, Escocia, y luego de que en 2001 la región sufriera una devastadora epidemia de la enfermedad de manos pies y boca, ambos se enfocaron a organizar de forma regular un festival de cómics en la localidad, el cual ayudó a reinventar la aldea como un popular destino turístico en la tradición de los festivales de aldea.
Alan era una persona encantadora. Quienes tuvimos oportunidad de conocerlo fuimos testigos del candor y amabilidad que desbordaba, siempre con una sonrisa y una historia que compartir con los demás. Al hablar con él era fácil entender de donde salían el ingenio, humor, humanidad e inteligencia que caracterizaban sus historias, y uno se quedaba con el deseo de seguir hablando con él hasta que no tuviera nada más que decir.
Pese a no tener el cartel y renombre de otros autores, el impacto e influencia de Alan Grant en la industria del cómic a ambos lados del Atlántico es innegable y su pérdida representa un duro golpe a la cultura pop occidental. En lo personal no creí que la noticia me fuera a afectar tanto, pero lo hizo. El mundo perdió a un gran ser humano y el cómic a uno de sus autores más brillantes. Mi más sinceras condolencias para Sue y el resto de su familia, y mi más sincero agradecimiento a él por tantas historias y buenos momentos.
Descansa en paz, Alan. Te lo ganaste.
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