Anchetta es un pueblo italiano situado a unos cuantos kilómetros de Florencia, sobre la rivera del Río Arno. Ahí nació Guido Bartoloni, hijo del dueño de una barcaza que transportaba pasaje entre Anchetta y Vallina, el pueblo situado al otro lado del río. A la muerte de su padre, Guido heredó la barca y el trabajo de su padre, pero no se sentía a gusto con su nueva ocupación. Desde pequeño había soñado con construir un puente que comunicara ambos pueblos para que su padre pudiera dejar el trabajo de barquero, y al heredar esa ocupación su deseo se volvió aún más fuerte, pero no sabía por donde empezar.
Guido peleó en ambas guerras mundiales, y poco después de la segunda, consciente de que ya no era un hombre joven, decidió que era tiempo de ponerse a trabajar y hacer realidad su sueño. A inicios de 1947 visitó Florencia para consultar con un ingeniero, quien tras algunos bocetos y planos, además de unos rápidos cálculos, estimó el costo del puente en unos 10 millones de liras. Guido, cuyos ahorros eran sólo 500,000 liras, decidió que la única manera de construir el puente era hacerlo él mismo. Tomó medidas y realizó unos burdos bocetos de cómo imaginaba el puente y los llevó a la oficina de ingenieros civiles, en Florencia.
La reacción fue de incredulidad y risas, no por los planes de Guido, sino porque les comunicó su intención de construir el puente solo y sin ayuda. Convencidos de que no había forma de que lo hiciera y pensando que era una broma, le concedieron los permisos. En marzo de 1947, Guido ya había cavado las fosas para los pilotes de soporte. En busca de material barato, iba cada semana a Florencia, a 8 km. de donde vivía, donde consiguió los postes de hierro que necesitaba en los depósitos de despojos dejados atrás por la guerra. Luego iba dos veces por semana y volvía cargado de clavos, tornillos y placas de acero.
Tendió diez cables de 120 metros de largo (tomados de los restos de un teleférico destruido en la guerra) entre los soportes a ambas orillas e ideó un sistema de poleas para columpiarse y trabajar. Los vecinos se burlaban al creer que se había vuelto loco. Para no quedarse sin ingresos, su esposa Giulia se ocupó de la barcaza para llevar pasaje de un lado al otro, aunque también se preguntaba si su marido se había vuelto loco, e incluso consultó con el párroco local si debía internarlo en un manicomio. Tras un año así, el trabajo seguía y los gastos se acumulaban, así que Guido vendió las joyas de su mujer, sus gallinas y hasta sus muebles.
Su esposa, harta, dejó de trabajar en la barca. Para entonces Guido trabajaba entre 14 y 18 horas diarias, pero la estructura empezaba a tomar forma, así que ideó otro sistema de poleas para mover la barca de una orilla a otra sin bajar del puente. Una vez que todos los pernos y soportes quedaron en su sitio, se topó con el alto precio de la madera requerida para el piso. Solicitó créditos y firmó pagarés con su casa como garantía. Emparejó las placas de madera con el hacha de su padre y las colocó una por una. Al concluir, recubrió todo con una capa de impermeabilizante, y el puente quedó terminado en el verano de 1949.
El primero en cruzarlo fue su nieto de cuatro años, y las burlas de sus vecinos se transformaron en agradecimientos y miradas de admiración. El 10 de julio hubo una ceremonia en que el cura bendijo la obra y se ató un listón en la parte central del puente. Los alcaldes de Anchetta y Vallina se reunieron ahí para cortarlo y así inagurar oficialmente el puente. Los permisos le permitían operar el puente, y con el cobro de peaje saldó sus deudas y se retiró a vivir en paz al lado de su esposa tras cumplir su sueño. Los habitantes de ambas aldeas mandaron hacer una placa en mármol y la colocaron en la fachada de la casa de los Bartoloni. Dice:
"Con la esperanza de que la inventiva, constancia y espíritu de Guido Bartoloni, creador y único constructor del puente, sirvan de estímulo a futuras generaciones. Un homenaje de sus vecinos de Anchetta y Vallina".
Dos años de trabajo resultaron en un lindo puente construido por un solo hombre, quien personalmente trasportó desde Florencia las cuarenta toneladas de acero y madera que lo formaban. Se estima que en ese tiempo perdió alrededor de 20 kilos de peso, pero nada de eso podía opacar su satisfacción. Por desgracia el puente sólo se mantuvo en pie durante diecisiete años, pues una serie de fuertes lluvias en noviembre de 1966 provocaron que el Río Arno se desbordase, y el deslave desenterró los soportes del puente, que fue arrastrado corriente abajo.
Yo conocí su historia hace muchos años a través de un texto contenido en un tomo de una colección de libros infantiles publicados por Editorial Grolier, y fue hasta mucho tiempo después que descubrí que se trataba de una traducción del texto aparecido en la mencionada revista.
Hola Alberto.
ResponderBorrarBuscando sobre esta historia, llegué a tu blog. La encontré inicialmente en un tomo de libros infantiles (Grandes hombres, grandes hazañas. Editorial Cumbre. Algunos tomos los conocí en mi infancia, pero esa es otra historia)... Y ahora mismo mi hijo está leyendo la historia del puente de Guido. No sabía si era un relato real o un cuento. Oh sorpresa!,cuando encuentro la reseña en tu blog y ver que apareció alguna vez en la revista "selecciones" que me dio tan buenos ratos de ocio en mi infancia - adolescencia, era lo que había a la mano en mi casa para leer.
Muchas gracias. Saludos cordiales desde Colombia!!
Dato curioso: Grolier pertenece al mismo grupo editorial que Cumbre, así que es muy posible que hayamos leído la misma versión de la historia. Hace un par de años vi una mención al puente en una nota de internet, y por eso decidí investigar un poco al respecto. Que bueno que ayudó a despertar tan buenos recuerdos. ¡Saludos!
BorrarHola Alberto. Yo también leí esa historia cuando era niño. Fue en un tomo de la colección de 12 tomos "Mi Libro Encantado" (desconozco la editorial, pero creo que el título del tomo coincide con el que da Adriana: "Grandes Hombres, Grandes Hazañas").
BorrarAquella historia me impactó, a tal punto que hoy, más de 50 años después, la recordé y se me ocurrió buscar la fuente; y así fue como llegué a tu blog.
Gracias por difundirla.
Un saludo desde Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina ("La Ciudad más Austral del Mundo")
Pues parece que esos libros nos enseñaron esta historia a varios. A veces me gustaría dedicar más tiempo a rescatar esta clase de cosas, pero entre el poco tiempo de que dispongo y que no parece despertar demasiado interés no me he hecho un espacio para hacerlo.
BorrarEste artículo también apareció en la revista Selecciones (edición argentina) de enero de 1953.
ResponderBorrarJustamente ,la leí en una selección del render de enero del 1953
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