viernes, 29 de mayo de 2020

The Last Dance, un vistazo a la figura de Michael Jordan

El basquetbol es uno de mis deportes favoritos desde hace mucho tiempo. Comencé a practicarlo cuando entré a la secundaria, en 1986, y ese mismo año descubrí la existencia de la NBA gracias a las transmisiones de TV Azteca (que en ese entonces todavía se llamaba Imevisión) com Pepe Espinoza, Constancio Córdova y Enrique Garay.


En ese entonces era aficionado a los Celtics de Boston, equipo plagado de estrellas que ejecutaba a la perfección una versión clásica de baloncesto con base en el control del balón y fundamentos del juego en la pintura, puntualizado por los tiros de media y larga distancia de Larry Bird. Su principal rival en aquellos años eran los Lakers de Los Angeles, un equipo explosivo y dinámico que tenía a Ervin "Magic" Johnson como figura principal.

Celtics y Lakers eran los mejores equipos de la liga, sí, pero el mejor jugador era un jovencito delgado y bajito que empezaba a dar de qué hablar, aun si en ocasiones parecía jugar solo: Michael Jordan. La primera vez que supe de él fue por una actuación histórica, pues en un juego de playoffs ante los Celtics anotó 63 puntos, y aun así los Toros de Chicago, su equipo, perdieron el juego. Pero era indudable que no había otro jugador como él.

Pasaron unos años y los Celtics perdieron brillo. Chicago rodeó a Jordan con mejores jugadores y los Bulls se convirtieron en un equipo competitivo. En toda la NBA no había espectáculo que se comparase a ver jugar a Jordan, y sus juegos recibían preferencias en las transmisiones. Era imposible no admirar a ese equipo y a su gran estrella, así que durante la década de los 90 me volví fan de los Toros.


Ahora, con el estreno de The Last Dance (El Último Baile), documental dirigido por Jason Hehir, original de ESPN pero que llegó a México a través de Netflix, pudimos revivir la historia de aquel legendario equipo que consiguió seis campeonatos en ocho años. Se trata de una serie de diez episodios de una hora que sigue a los Bulls durante la temporada 1997-98, y el foco de la narrativa es Jordan.

El título está tomado del sobrenombre que Phil Jackson, coach del equipo, dio a esa temporada, pues su contrato era sólo por ese año y sus diferencias con Jerry Krause, gerente general del equipo, hacían imposible pensar en extender su tiempo en Chicago, además de que el ejecutivo había dejado clara su intención de desmantelar al equipo para iniciar su reconstrucción con jugadores más jóvenes, y contaba con el apoyo de Jerry Reinsdorf, dueño del equipo.

Además de seguir al equipo durante esa última temporada, y usando algunas frases o momentos como pretexto, el documental salta en el tiempo una y otra vez al pasado. Así podemos echar un vistazo a la infancia y juventud de Jordan, además de conocer un poco acerca de su familia y los lugares donde creció. El origen de su espíritu competitivo y cómo creció su juego durante sus años en la preparatoria y la universidad y su llegada a la NBA, así como los cambios que trajo con él, también tienen un lugar importante.


Hehir tenía acceso al vestidor, prácticas y juegos del equipo, así que pudo centrarse en lo que pasó en la duela durante la temporada que se supone está narrando, y sin duda hubiera sido entretenido y emocionante revivir los meses que llevaron a ese sexto campeonato para Chicago, pero su decisión de contraponer pequeños momentos de algunos juegos clave con lo que pasaba alrededor de los jugadores y la organización es lo que hace que The Last Dance resulte fascinante.

Las entrevistas con Jordan, además de Jackson, Krause y Reinsdorf, así como de Pippen y otros de sus compañeros, ofrecen una visión complementaria a lo que ocurría en la duela, y los apuntes de periodistas, rivales, amigos familia y una que otra celebridad enriquecen y dan contexto a cosas que muchos conocíamos. Pero quizás lo más importante es que ofrece un vistazo al lado humano de Michael Jordan.

Hehir ha sido criticado por permitir que Jump 23, compañía productora propiedad de Jordan, se involucrara en el proyecto. Compromete su visión y le resta imparcialidad, dicen. Su documental pierde peso como herramienta periodística y en su rol de testimonio histórico, afirman. Pero esa romántica visión de que un documental es la forma más pura de periodismo me parece errada. Hay muchos ejemplos de documentales que sirven a una agenda, y es imposible pensar que la visión del director no interfiere con lo que decide mostrar y la forma en que lo presenta.


Por eso me parece injusto pensar que Hehir dejó que se comprometiera su visión. Porque aun si Jordan vetó el contenido del documental, éste presenta algunos de sus vicios y defectos con una claridad devastadora: su incapacidad para relacionarse con sus compañeros fuera de la duela; la forma en que los presionaba, empujándolos al límite para volverlos más competitivos; su negativa a involucrarse en temas políticos y sociales cuando su voz pudo tener un peso importante. Todo eso está ahí, testimonio de que la cuidada imagen del atleta perfecto no está peleada con las imperfecciones del ser humano.

Y al final, la estrella de The Last Dance es el basquetbol mismo. Queda claro que el motor detrás de todo lo que hizo Jordan era su pasión por el juego. Esa devoción por entregarse de lleno al deporte que daba sentido a su vida sin importar lo que tuviera que hacer para conquistarlo todo.Tanto como la NBA se apoyó y dependió de Jordan durante un periodo crucial en su existencia, también queda claro que Jordan necesitaba a la NBA casi con la misma urgencia.

Que además Hehir se tome tiempo para explorar la personalidad de jugadores como Denis Rodman o Scottie Pippen, y ayudar a entender de qué forma complementaban a Jordan en la duela y se alimentaban de él, es un bienvenido plus. Entender la tortuosa relación entre la estrella y su elenco de soporte, algunos de los cuales tenían un bagaje propio, ayuda a poner en perspectiva lo que se necesita para formar a un equipo campeón.


Pero quizás lo más importante, ayuda al espectador a entender la fascinación de los aficionados con el deporte profesional, no sólo el baloncesto. Retrata el caos que rodeaba a la organización: los pleitos internos, la lucha por el poder en la administración del equipo, el constante escrutinio de los medios y la enorme presión sobre las campeones. Y contrapone todo eso con la armonía y perfección que los Bulls de esa época mostraban en la duela. Porque nada es más impresionante que ser testigos de cómo algo divino puede surgir de las llamas mismas del infierno.

Algunos dirán que lo que hace el documental es volver a avivar la llama sobre el eterno debate alrededor de Jordan y su lugar en la historia de la NBA. ¿Puede esta introspección al cierre de la carrera de Jordan responder de una buena vez el debate sobre si fue mejor que Kobe Bryant o LeBron James? En lo que a mí concierne, el debate no existe. Y suponiendo que lo fuera, no sé si el documental lo explica, pero está claro que la respuesta es Jordan > Kobe > LeBron.

Como sea, si tuvieron oportunidad de ver jugar a Jordan o en algún momento fueron o han sido fans del basquetbol y la NBA, tienen que ver The Last Dance. Y si son demasiado jóvenes para haberlo visto, o nunca han entendido por qué es un jugador tan admirado, creo que ver esta serie les dará algunas respuestas. Al final, pueden amarlo u odiarlo, admirarlo, respetarlo o despreciarlo. Pero van a entender por qué Michael Jordan es una figura inolvidable que transformó a la NBA.

2 comentarios:

  1. Es que simplemente no hay comparación, no hay debate, en lo deportivo creo que MJ jugo vs una generación que era demasiado buena y había de todo, buenos tiradores, dunkeros, defensas mortales, y a todos les gano.
    Fuera de la duela cambio todo, la publicidad, la tecnología en los tennis, tal vez le faltó una causa social no lo se.
    Sólo habrá un Jordan los demás comen aparte y creo que el mayor error de la NBA es tratar de sacar un símil.

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    1. Pues no es que busquen sacar un símil, es sólo que necesitan figuras que les permitan tener bien posicionada la marca. ¿Te imaginas el efecto que Jordan hubiera tenido si hubiese habido redes sociales en sus tiempos?

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