En los últimos años se ha dado un fenómeno curioso. O mejor dicho, se ha incrementado, porque siempre ha estado ahí en mayor o menor medida: la aparente necesidad de ponerle etiquetas a todo, de clasificar y empaquetar todo de modo que se apegue a nuestras expectativas de lo que debe ser. En el caso del entretenimiento, ya sea cine, TV, libros o cómics, hay un sector del público que desconfía o de plano aborrece cualquier cosa que se atreva a transgredir sus expectativas.
Y eso es algo en lo que pensé mucho hace unos meses al ver la curiosa mezcla de aceptación y rechazo con que la audiencia en México parece haber recibido a A Ghost Story (Historia de Fantasmas), la más reciente película de David Lowery (Ain't Them Bodies Saints, Pete's Dragon).
Parece que la queja más común entre quienes no les gustó la película es que "no da miedo" o "ni siquiera es una película de terror". Y si fuera más pedante (sí, puedo serlo. Y mucho), les diría que lo primero que deben entender es que, como bien lo dice en el título, se trata de la historia de un fantasma, y no de la de aquellos que son acechados por él. Pero no lo voy a hacer.
Una pareja (Rooney Mara y Casey Affleck) se prepara para mudarse de su casa en el campo, pero él muere en un accidente de auto poco antes de que se realice la mudanza. Su fantasma se levanta de la morgue de hospital cubierto por una sábana y regresa a casa, pero pronto descubre que ya no forma parte del mundo y sólo puede ser mudo testigo del dolor de su viuda.
La cinta es contemplativa más que narrativa, y hace extenso uso de simbolismos (nada más claro que ver la sábana con ojos que representa al fantasma) para explorar temas como la vida y la muerte, la soledad y la necesidad de pertenecer a algo. Esto permite reducir al mínimo los diálogos, al punto que sus dos protagonistas ni siquiera tienen nombre.
El deliberado ritmo semilento con que Lowery cuenta la historia ayuda a sentar el tono melancólico de la cinta e incrementa la sensación de soledad y desesperanza de un protagonista que, pese a no hablar ni poder mostrar emociones faciales, genera una inevitable empatía en el espectador al generar una desconcertante sensación de incomodidad que, de cierta forma, puede resultar más perturbadora que cualquier película de espantos.
Es probable que esas largas secuencias silenciosas sean la principal causa de malestar en algunos sectores del público, pero la percepción de que "no sucede nada" en esas escenas no podría estar más equivocada. Desde las primeras escenas en que aparece el fantasma, observando a quien fuera su esposa, queda claro el tono que Lowery buscaba al elegir cómo contar su historia.
La sobria actuación de Mara en los primeros minutos es admirable, pues transmite el dolor y soledad de la nueva viuda sin necesidad de una sola palabra. Pocas veces se ha usado de forma tan efectiva el lenguaje corporal en una película, pero si la audiencia está dispuesta a prestar atención y absorber la información visual sin necesidad de que le expliquen lo que está pasando en pantalla, se convierte en una experiencia distinta a cualquier otra cinta.
A final de cuentas, A Ghost Story es una poderosa película que puede resultar desconcertante e incómoda a causa de la profunda melancolía y devastadora tristeza que transmite. Puede no ser del gusto de todo mundo porque no es complaciente y reta a su audiencia a conectar con ella, pero justo eso es lo que la convierte en una historia tan humana y poderosa. Verla es una experiencia que recomiendo mucho si es que están dispuestos a verla con la mente abierta.
La película es de 2017 y en México se estrenó al arrancar 2018 y en su momento la vi en el cine. Estuve tentado a escribir sobre ella, algo que hacía mucho tiempo que no hacía. El fin de semana andaba de un humor particularmente melancólico y por eso decidí volver a verla y ahora sí compartir mi comentario.
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