Que mejor manera de retomar esta columna que con un tema polémico. Entiendo que también puede ser un tema delicado pero me parece importante para el futuro del medio, por lo que me gustaría que este texto, que refleja una opinión personal, sirviera para iniciar una sana discusión sobre el tema.
Dos casos recientes en extremos opuestos del mundo despertaron mi interés en el tema, mismo que discutí brevemente hace unos días con Esteban, editor en jefe de Comicverso. El primero de esos caso se dio hace poco más de un año, cuando un juez australiano determinó que una serie de dibujos de personajes de Los Simpson que los muestran en situaciones sexuales explícitas, debían ser considerados como pornografía infantil, por tratarse de representaciones de menores de edad. Aquí está la nota (en inglés) publicada en su momento en el Sydney Morning Herald.
Obviamente las definiciones legales y el status con que se juzga la pornografía son diferentes en cada país, pero la parte polémica en la determinación tomada por este juez viene de la mano de que no sólo declaró que fuera pornografía (lo que no podemos poner en duda si nos apegamos a la definición del término), pues al considerarla como pornografía infantil desata toda clase de implicaciones morales y legales que hacen que el caso resulte bastante más complicado, sobre todo a largo plazo.
En términos generales, la pornografía se entiende como la representación gráfica o escrita de actos sexuales de forma explícita con fines de provocar un estado de excitación sexual. Esto incluye fotografías, videos, textos y, nos guste o no, dibujos e ilustraciones. Si estas representaciones involucran a niños, se agrega el calificativo de "infantil" para indicar un delito, pues un menor no puede consentir legalmente a participar en una relación sexual, lo que convierte a dicha representación en una documentación de abuso de menores.
Alan John McEwan fue condenado a pagar una multa de 3,000 dólares australianos y a ingresar en un programa de "buen comportamiento" por dos años, aunque el juez sí hizo la distinción de que se trataba "sólo" de dibujos, y por eso no había terminado en la cárcel. El problema es que con la interpretación que hizo de la ley se podrían presentar complicaciones en casos futuros. Por ejemplo, declaró que "el hecho de que no se trate de representaciones realistas de seres humanos no significa que no puedan ser considerados como personas". Si me preguntan, ello implica conceder derechos humanos a personajes ficticios, ya sean dibujados, animados o escritos.
¿Por qué no se persigue también la producción de libros, cómics y animaciones donde los personajes son torturados, desmembrados o asesinados? Por otro lado, si piensan considerar a estos personajes de ficción como personas, habría que señalar que tienen más de veinte años de haber sido concebidos, lo que legalmente los convertiría en mayores de edad en casi cualquier parte del mundo sin importar su apariencia física. Creo que las autoridades no se pueden permitir lanzar determinaciones legales tan a la ligera.
El otro caso se dio apenas el mes pasado, cuando Christopher Hadley fue condenado a seis meses de cárcel tras declararse culpable de posesión de material considerado como pornografía infantil. Aquí hay una nota (también en inglés) publicada en la revista Wired. Hace tres años un inspector postal interceptó un paquete proveniente de Japón para Hadley, que incluía siete historietas con escenas de menores involucrados en actos sexualmente explícitos. El paquete fue entregado a Hadley sin informarle que había sido abierto, y una patrulla lo siguió. Lo detuvieron antes de llegar a su casa para catear su vehículo, y tras hallar los cómics en cuestión lo escoltaron a su domicilio, donde confiscaron su colección de anime y manga para determinar los alcances de su falta.
Hadley es un programador de cuarenta años de edad, residente del estado de Iowa, Estados Unidos, que hace poco se mudó de vuelta a casa de su madre porque ésta tiene problemas de salud. Más de 1,200 libros de manga y cientos de películas en diversos formatos componen la colección de Hadley, abarcando un amplio espectro de géneros e historias, pero el contenido "inapropiado" de un puñado de ellos parece ser suficiente para convertirlo en un criminal. A pesar de contar con el apoyo de asociaciones civiles, incluido el Comic Book Legal Defense Fund (CBLDF), Hadley se declaró culpable y pasará seis meses en prisión porque de haber decidido pelear en la corte y perder enfrentaba una sentencia de hasta quince años y una multa de US$250,000.
Proteger a los niños y menores de abusos es una empresa loable y digna de reconocimiento, pero me parece que estas acciones son de carácter completamente mediático, donde fiscales y jueces pueden buscar reforzar su imagen como servidores públicos celosos de su deber sin importar la relevancia real de lo que están haciendo. Resulta preocupante pensar que las autoridades de diferentes partes del mundo tomen una postura que implica que consideran que la sociedad contemporánea es incapaz de distinguir la ficción de la realidad, y lo encuentro francamente espeluznante.
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