martes, 2 de febrero de 2010

Twilight, de Stephenie Meyer

Uno esperaría que con solo leer el título de este texto o ver la imagen que lo ilustra, algunos de mis lectores, sobre todo mis amigos, mostrasen signos de preocupación.

Porque debo admitir que lo hice. Leí Twilight (Crepúsculo), la nueva "novela romántica de vampiros" que parece haber puesto de cabeza a la población adolescente femenina del planeta. Debo aclarar que al menos un par de amigos me advirtieron hace algún tiempo que no lo hiciera, pero pensé que no podía ser tan mala. Seguro. En fin, ya es tarde para lamentaciones.

En realidad culpa de mi hermana, que hace unas semanas decidió leer la saga completa. Le sugerí emplear su tiempo en una lectura más profunda (cualquier libro, revista o folleto que le cayera en las manos), pero no me hizo caso y me la reviró: "¿La has leído? ¿O estás criticando nomás porque si?" Es un argumento válido, sobre todo porque mis críticas se basaban en suposiciones, opiniones de terceros, y avances de la película. Así que usé mi casi ignorada habilidad de lectura de velocidad (con la ficción me gusta que la historia marque el ritmo) y aprovechando que ya no hay juegos de NFL los domingos a mediodía, le dediqué unas horas a esta... novela.

Y solo para confirmar que, como suele pasar, tenía yo razón. Es un asco de libro. Los diálogos parecen sacados de una mala telenovela de Televisa, la historia es sosa, cursi, predecible y, por si fuera poco, larguísima. Ni Stephen King en sus peores momentos ha estirado tanto una historia. Más de quinientas páginas para narrar algo que no debió tomar doscientas, sobre todo si consideramos que no hay desarrollo de personajes, ni principales ni secundarios, no tiene subtramas, y el limitado lenguaje usado por la autora es de auténtica pena ajena.

Dicho lo anterior, ahora puedo criticar el libro sin misericordia frente a quien sea. Ya hice la prueba un par de veces, y puedo decir que, a regañadientes, un par de adolescentes ya me dieron la razón sobre algunos de los puntos que menciono. Lo que es un hecho es que ahora no hay fuerza en el mundo que me haga tomar otro libro de la autora o siquiera acumular el morbo necesario para echarle un vistazo a las películas.

Definitivamente, no lo vuelvo a hacer.

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