Sé que había visto antes el nombre de Cormac McCarthy, pero fue hasta después de ver la adaptación cinematográfica que hicieran los Hermanos Coen de No Country for Old Men (Sin Lugar para los Débiles, en México) que el nombre del escritor empezó a significar algo concreto.
Apenas estoy consiguiendo sus libros, y de los que ya tengo pensé que sería buena idea empezar con The Road (La Carretera, en ediciones españolas), mayormente con la idea de haberlo leído para cuando las distribuidoras se decidan a por fin traer a México la adaptación dirigida por John Hillcoat que se estrenó el año pasado en los Estados Unidos y algunas otras partes del mundo.
The Road es un libro que me tomó por sorpresa, pues a pesar de no ser muy grande, me tomó demasiado tiempo completar su lectura. Hace un par de semanas mencioné que con la ficción me gusta dejar que la historia vaya marcando el ritmo de lectura, y supongo que eso ocurrió aquí, pues se trata de un libro oscuro y opresivo, con una trama deprimente y desoladora, que utiliza el estilo narrativo como una herramienta para sentar el tono. La puntuación es mínima (creo que no hay comas ni apóstrofes, ni siquiera en las contracciones) y se usa de forma poco usual, pues los párrafos tampoco están divididos como estamos acostumbrados.
McCarthy omite cualquier indicativo de diálogo y permite que los argumentos de cada personaje se mezclen con sus reflexiones, o que discusiones enteras entre dos de ellos ocupen un solo párrafo, como una larga sucesión de oraciones. Los diálogos entre los personajes principales se vuelven cada vez más monótonos y repetitivos, lo que acentúa la sensación de soledad y desolación en que viven.
The Road tiene lugar, aparentemente, en el futuro cercano, pero eso no significa que se trate de una obra de ciencia ficción, pues aún cuando nos presenta un mundo moribundo y gris donde la luz y calor del sol son sólo un recuerdo y la civilización humana es un memoria condenada a extinguirse junto con los pocos sobrevivientes que quedan, nunca se revela la naturaleza de la catástrofe que llevó al mundo a esa situación. Y no hace falta.
Los protagonistas son padre e hijo (en toda la novela nunca se revelan sus nombres) que, desde una locación no revelada, emprenden un viaje en dirección al sur, siguiendo una antigua carretera abandonada en busca de un clima más cálido y quizás, o al menos eso esperan, más gente y medios para subsistir.
Aun cuando hay pocos elementos narrativos que aporten a la trama justo por la forma en que está escrito, casi sin narración o explicaciones, en su camino nuestros protagonistas tienen que enfrentar toda clase de adversidades, desde frío y enfermedad hasta situaciones de tortura y canibalismo cuando se topan con otros supervivientes.
El enfoque principal del libro se centra en explorar el conflicto interno del padre ante su situación, su desesperanza y permanente estado de paranoia, mismos que crean un duro contraste con la silente inocencia del niño, que nunca conoció el mundo cuyos fantasmas atormentan a su padre, y la contraposición representa además el aspecto más visceral de la novela.
La verdad es que no es la clase de libro que le recomendaría a cualquier persona, pero en lo personal lo encontré fascinante. Si ustedes gustan de leer libros donde la trama y los giros argumentales son lo más importante, es probable que The Road no sea para ustedes, pero si en cambio les gustan la clase de lecturas que dicen tanto o más por omisión, esas que se le quedan a uno en la cabeza incluso días después de terminar el libro, creo que no se lo pueden perder.
Imagino que no debe ser difícil encontrarlo en librerías tanto en inglés como en español, a menos, claro, que prefieran "esperar a que salga la película".
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