lunes, 15 de febrero de 2010

Reseña: Franklyn (El Vigilante Fantasma)

Franklyn es una de esa películas que las distribuidoras en México parecen guardar para usar como relleno de cartelera en temporada de pocos estrenos, por lo cual me sorprendió un poco ver que la estrenaron en febrero época del año en que los cines parecen tener apuros para ponerse al corriente con los estrenos pendientes antes de la entrega de los premios Oscar. La película representa el debut del escritor y director Gerald McMorrow, quien solo contaba en su currículo con el cortometraje Thespian X, filmado en 2002 y que tuvo buena recepción en algunos festivales europeos.

No consiguió distribuidores y sólo se estrenó en partes de Europa y México, mientras que en Estados Unidos y Canadá se exhibió sólo en festivales antes de su salida en DVD hace unos meses. Por alguna razón las distribuidoras nacionales decidieron estrenarla aquí, pero sin mucho éxito. Supongo que en parte se debe a un pésimo trabajo de marketing y promoción, empezando por el título (El Vigilante Fantasma), pues trataron de venderla al público equivocado, atrayendo a las salas a un público adolescente que, por lo que pude ver, no tuvo la paciencia para sentarse a esperar la resolución de la trama.

Supongo que la forma más atinada de definir Franklyn sería diciendo que es un thriller romántico de ciencia ficción con tintes filosóficos y. O, para resumirlo, es una cinta pretenciosa. La película cuenta cuatro historias en dos mundos diferentes. En Meanwhile City (Ciudad Mientras Tanto), John Preest (Ryan Philippe) es una especie de detective/vigilante enmascarado que lucha contra el opresor gobierno de la ciudad, una dictadura religiosa que controla una sociedad donde el no seguir una fe se considera un delito.


Al mismo tiempo, en un Londres que parece el contemporáneo de nuestro mundo, Emilia (Eva Green), una atormentada estudiante de arte, realiza proyectos cada vez más elaborados para convertir el suicidio en un peligroso performance artístico. En la misma ciudad se encuentra Milo (Sam Riley), quien tras sufrir una decepción amorosa está obsesionado con recuperar la inocencia del primer amor.

Por último, Peter Esser (Bernard Hill) es un maduro pastor religioso que llega a la ciudad en busca de David, su hijo, quien recientemente escapó de la institución mental donde estaba bajo tratamiento. A pesar de que aparentemente no existe conexión alguna entre ellas, las cuatro historias forman parte de un todo que sólo se revela al llegar a un desenlace cargado de íntima violencia.

Visualmente la película es fascinante, pues contrasta lo mundano del Londres real con la atmósfera mortecina y oscura de Meanwhile City, recreando en ésta un ambiente con una fuerte estética steampunk, pero sin renunciar a presentar un paisaje urbano y atemporal, lo que por momentos resulta reminiscente de la apariencia de la ciudad que conocimos en Dark City o de la oscura opresión del Londres de V for Vendetta o la Gotham que Tim Burton creó para su versión de Batman.

Temáticamente la película es bastante ambiciosa, incluso tal vez demasiado para su propio bien. A través de sus cuatro protagonistas, todos ellos solitarios y atormentados de algún modo, McMorrow explora las bases de la fantasía desde distintos puntos, analizando como la fe y el amor pueden ser las dos fuerzas más poderosas detrás del escapismo psicológico. El problema es que su habilidad para mostrar las transiciones entre ambos mundos y navegar con fluidez entre sus historias se ve frustrada por su incapacidad para mantener un ritmo narrativo constante, y por momentos el desarrollo es demasiado lento.


Por desgracia se trata de una película que, aunque no es mala, falla en detalles menores que pudieron hacerla realmente buena. Creo que una segunda vista puede ayudar a poner las piezas en su lugar para dar al espectador una experiencia más satisfactoria, pero para confirmarlo primero tendría que conseguir el DVD. Recomendada, pero con muchas reservas.

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