viernes, 10 de abril de 2009

Reseña: Bitter Moon (Luna Amarga)

Roman Polanski es un controvertido director, tanto por su trabajo como por su vida personal. Creador de obras maestras como Nóż w Wodzie (El Cuchillo en el Agua), Repulsion (Repulsión), Rosemary's Baby (El Bebé de Rosemary), Chinatown (Barrio Chino) o The Pianist (El Pianista), también es responsable de cintas mucho menos afortunadas, como Pirates (Piratas) o The Ninth Gate (La Novena Puerta).

Su vida personal se volvió tema de interés público luego del terrible homicidio de Sharon Tate, su esposa embarazada, a manos de la Familia Manson en 1969, tragedia que lo llevó a regresar a Europa menos de dos años después de mudarse a América.

Regresó a los Estados Unidos unos años más tarde, pero en 1978 abandonó una vez más el país para no volver jamás luego de ser acusado y hallado culpable de estupro. Su trabajo como realizador ha sido esporádico en las últimas dos décadas, y cuando no son recibidas de forma negativa, la mayoría de las películas realizadas en este periodo han recibido críticas encontradas. Y ése es el caso de Bitter Moon.

Conocida en México como Luna Amarga, vi esta película hace un par de días en el canal Europa Europa bajo el título de Luna de Miel Perversa. Cuenta la historia de Nigel y Fiona (Hugh Grant y Kristin Scott Thomas), un joven matrimonio británico que se embarca en un crucero a Estambul con la esperanza de reavivar la llama de su matrimonio.

A bordo del barco conocen a una hermosa mujer francesa de nombre Mimi (Emanuelle Seigner) y a su marido Oscar (Peter Coyote), un frustrado escritor norteamericano confinado a una silla de ruedas. Nigel se siente inmediatamente atraído por Mimi y para su sorpresa se encuentra con que Oscar lo anima a intentar convertirse en su amante. Intrigado, Nigel pide a Oscar le cuente sobre su matrimonio, mismo que es mostrado en larguísimas secuencias de flashbacks.

Así nos enteramos de que Oscar conoció a Mimi en París y vivieron un sórdido romance, lleno de abusos, humillaciones y perversiones, con sadomasoquismo y urolagnia, al menos hasta que ella queda embarazada. Oscar intenta convencerla de que que él nunca podría ser un buen padre y que lo mejor es abortar. Convencido de que su relación es insostenible, convence a Mimi de irse de vacaciones a Martinica, pero en el último momento baja del avión y la deja a su suerte. Otra vez libre, Oscar retoma su vida de excesos hasta que un accidente lo envía al hospital con una pierna fracturada.

Ahí recibe la visita de una Mimi mucho más madura y segura de sí misma, quien le provoca una caída que lo deja parapléjico. Después de eso ella decidió hacerse cargo de él y se mudó a su departamento, donde lo humillaba y torturaba psicológicamente en venganza por afrentas pasadas. Tiempo después se casaron, convencidos de que ya habían rebasado todos los límites posibles del amor y el odio. De vuelta en el presente, su relación con la joven pareja británica alcanza un clímax del que ninguno de los cuatro saldrá intacto.

Estrenada en 1992, Bitter Moon recibió duras críticas a ambos lados del Atlántico. Muchos decían que era prueba de que el aclamado director polaco ya no tenía nada que ofrecer y se le calificó de pornografía pretenciosa, y de ventilar las perversiones de Polanski, sobre todo con su esposa (Seigner) en un papel principal. Pero al paso de los años se le ha empezado a apreciar de otra manera, y se le considera como una obra incomprendida en su tiempo.

Como sea, Bitter Moon es una dura mirada a las relaciones de pareja, y hay quienes la ven como una advertencia sobre lo efímero y peligroso de las relaciones cimentadas en la pasión y los excesos. La presencia en la historia de un distinguido caballero de origen hindú que viaja acompañado de su pequeña hija, y quienes tienen apariciones esporádicas a lo largo del viaje, podría interpretarse como la estabilidad que ofrece la familia en contraposición a la simple búsqueda del placer y la aventura.

Mención aparte merece la nostálgica banda sonora compuesta por el extraordinario músico y compositor griego Vangelis, que impregna a la película de una etérea sombra de tristeza y desencanto, complementado por la fría y pálida fotografía con que se filmó la mayor parte de la cinta. Quizás Bitter Moon sea una una obra menor en la filmografía de Polanski, pero no por ello deja de ser una profunda experiencia emocional para el espectador.

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