Tony Gilroy se hizo de nombre y fama hace unos años gracias a su trabajo como escritor, sobre todo por los guiones para la exitosa trilogía de Jason Bourne, y lo que le abrió las puertas para dirigir Michael Clayton, su primera película, hace un par de años.
Esa cinta se convirtió en un éxito de taquilla y tuvo una recepción crítica positiva, asegurando que Gilroy pudiese seguir adelante en su nueva faceta de director además de su ya establecida carrera como guionista. Duplicity es su segundo trabajo desde la silla detrás de la cámara y una vez más se trata de un guión propio.
Duplicity (Duplicidad) es una comedia romántica aderezada con tintes de intriga y suspenso propios de una película de espías, lo que resulta perfectamente adecuado si tomamos en cuenta que sus protagonistas, Claire (Julia Roberts) y Ray (Clive Owen) son, o solían ser, espías para sus respectivos gobiernos.
Años atrás, cuando aún estaban empleados por la CIA y el MI-6, respectivamente, Claire dejó en mala posición a Ray luego de seducirlo y robarle algunos documentos oficiales. Ahora ambos están trabajando en el sector privado y sus vidas vuelven a cruzarse al estar empleados como encargados de contrainteligencia de dos farmacéuticas rivales, lo que resulta curiosamente conveniente para ambos.
La trama está llena de mentiras y nada es lo que parece, y pese a ser una de las principales cualidades de la película, al final le juega en contra. Tiene engaños, engaños disfrazados de desengaños y engaños que se hacen pasar por desengaños disfrazados de disculpas, lo que suena casi tan complicado como lo es.
Claire y Ray se encuentran tres veces después de su infortunado "incidente", y en cada una de las tres ocasiones repiten prácticamente el mismo diálogo, situación que se aclara conforme avanza la película. En teoría el plan es que ambos trabajarán en conjunto para utilizar su posición para hacerse de una cuantiosa fortuna que pretenden gastar espiándose exclusivamente uno al otro entre sábanas de hotel de cinco estrellas, pero salirse con la suya resultara casi tan complicado como tratar de entender quien está engañando a quien y en que momento.
Para que la película funcione a pesar del enredado contexto de la historia es importante que los actores puedan cautivar a la audiencia y el trabajo de Clive Owen resulta casi suficiente para hacerlo por cuenta propia. En esta ocasión Owen parece haber estudiado a Cary Grant para construir el personaje de Ray y logra canalizarlo prácticamente a la perfección.
Julia Roberts ha mejorado como actriz a lo largo de los años, pero estos no han sido amables con ella y el tiempo empieza a pasar la factura, afectando su principal atributo como actriz, que era verse linda en pantalla. Tiene algunos momentos sobresalientes pero hay escenas donde simplemente queda a deber. Paul Giamatti y Tom Wilkinson interpretan a los empresarios dueños de las dos compañías y ambos lo hacen de manera excelente y diferentes entre si, lo que crea un buen contraste, y aún cuando sus escenas son breves ayudan a construir el contexto para el resto de la historia.
Seguramente se puede argumentar que la película pudo haber funcionado mejor con menos giros en la trama, o que se pudo haber mejorado el tono utilizando colores más vivos en la fotografía, filmando de manera más convencional, y agilizando un poco el ritmo de las acciones. Y todo eso puede ser cierto, pero de haber sido ese el caso Duplicity sería una comedia romántica más, indistinguible de los cientos que se pueden hallar. Vamos, hubiese sido casi como Mr & Mrs Smith pero sin balazos.
Por eso agradezco que Gilroy haya decidido aventurarse a filmarla a su manera, con su propio estilo y a su propio ritmo. Si más directores hicieran lo mismo, la variedad en la oferta de este género sería mucho más rica y satisfactoria. A fin de cuentas Duplicity resulta ser una entretenida comedia romántica que no cambiará la vida de nadie pero resultará un deleite para muchos, especialmente para quienes disfrutamos de diálogos punzantes y originales.
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