

La premisa es bastante simple a pesar de lo complejo y elaborado de la historia. El International Bank of Bussiness and Credit (IBBC) aprovecha su estructura internacional para involucrarse en negocios de tráfico de armas y la Interpol realiza una investigación. Los problemas jurisdiccionales y la dificultad de obtener pruebas o testigos hacen que el banco parezca inmune a cualquier intento de exponer sus actividades, pero el persistente y obsesivo agente Louis Salinger (Clive Owen) puede ser lo necesario para provocar un error o descuido de parte del banco.

Eso, la pobreza de diálogos y el escaso desarrollo de personajes a lo largo de la película, provocan que The International se sienta más como una oportunidad desperdiciada que como una mala película.

La Interpol de Tykwer es una organización policial aún más inútil y obsoleta que su contraparte del mundo real, una institución maniatada por leyes internacionales y estatutos de operación que la convierten en un anacronismo no justificado.
Tykwer puede no ser un especialista en secuencias de acción, pero cuando recurre a ellas los resultados son espectaculares. Si una sola escena pudiera salvar a una película, la balacera en el interior del Museo Guggenheim de Nueva York casi podría ser suficiente. Casi. Larga, espectacular y perfectamente montada y coreografiada, esta secuencia se une al insistente uso de la arquitectura como personaje que persiste a lo largo de la película.

A pesar de todos sus problemas, The International es un thriller mayormente entretenido. Sin ser tan elaborado o inteligente como Tykwer y su co-guionista quisieran hacernos creer, ni tan espectacular y entretenido como hubiésemos deseado (no todos los thrillers pueden ser como la saga de Jason Bourne y Tykwer no es Paul Greengrass), no se trata de una total decepción, y es una buena alternativa para alguna tarde aburrida.
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