sábado, 21 de junio de 2008

Reseña: The Happening (El fin de los tiempos)

M. Night Shyamalan parecía estar destinado a convertirse en el próximo Steven Spielberg, un director de cine exitoso en taquilla, respetado por la crítica, y adorado por los fans, además de ser identificado como campeón de los gustos de geeks, nerds y ñoños alrededor del mundo.

Fantasmas, superhéroes y extraterrestres fueron los temas en sus primeras tres películas (The Sixth Sense, Unbreakable y Signs), las cuales fueron un éxito tanto comercial como de crítica, aunque sus dos películas siguientes no salieron tan bien libradas, con The Village generando división de opiniones y Lady in the Water siendo un total y absoluto fracaso. The Happening representaba muchas cosas para el controvertido director, pues un éxito podía enderezar el rumbo de su trabajo, en tanto que un fracaso podría significar el fin de su carrera, al menos en el circuito de los grandes estudios. Por desgracia, parece ser que lo segundo es inevitable.

Lo primero que es necesario decir acerca de The Happening es que es una película increíblemente aburrida. Salvo por algunas escenas diseñadas para impactar, las cuales se suceden a intervalos irregulares a lo largo de la cinta, podríamos decir que no pasa nada. La premisa es bastante simple y poco original. Una extraña epidemia o plaga parece estar afectando a la población de las grandes ciudades de la Costa Este de los Estados Unidos, provocando una oleada de suicidios.

Un profesor de ciencias (Mark Wahlberg) junto con su esposa (Zooey Deschanel), su mejor amigo (John Leguizamo) y la hija de éste, salen de Filadelfia para internarse en el campo, pues aparentemente solo las grandes ciudades se ven afectadas. Los rumores sobre ataques terroristas y un accidente en una planta nuclear no se hacen esperar. Sin embargo, el verdadero origen de la epidemia es más extraño... y más estúpido.

El eslogan promocional de la cinta reza: "No busques la respuesta, es demasiado tarde", cuando en realidad debería decir "No busques la respuesta o podrías terminar pateando a alguien". No suelo incluir spoilers en mis reseñas o comentarios, ni de películas, ni de libros o cómics, pero en este caso podrán agradecerme el pretexto para no tener que ver esta pobre excusa de película.


Resulta ser que la visión apocalíptica del fin del mundo que Shyamalan tiene no es más que una alarmista historia pseudoecologista donde los enemigos de la humanidad son... los árboles. Aparentemente los árboles del mundo están hartos de la forma en que el hombre trata al planeta y han decidido que es hora de un ajuste de cuentas, así que de algún modo elaboran y liberan al aire una toxina que produce en el ser humano un irrefrenable impulso de cometer suicidio.

Si eso no les parece lo bastante ridículo, pensemos en lo que eso implica. Si la toxina es liberada por los árboles, ¿por qué afecta primero a la población de las grandes ciudades? Si los protagonistas descubren lo que está pasando, ¿por qué huyen a refugiarse en el campo? ¿por qué no se quedan en la ciudad en lugares cerrados y sellan puertas y ventanas? ¿por qué huir en espacios abiertos? No lo sabemos. Tal vez tampoco Shyamalan lo sepa.

Otro enorme problema es que no hay forma de mostrar una amenazante toxina aérea en acción de forma excitante, así que Shyamalan decidió utilizar un efecto de viento para marcar la cercanía de la toxina, lo que nos permite ver al elenco correr huyendo del viento mientras gritan "¡Ahí viene!". Priceless.


Las actuaciones dejan mucho que desear, supongo que a causa de que el guión carece de sentido y no le da con que trabajar a ninguno de los protagonistas. Wahlberg se ve incómodo todo el tiempo, no por su situación, sino porque parece a la espera de poder interactuar con algo que no sea el viento. Leguizamo se ve sólido, pero su personaje está tan mal escrito que resulta incongruente en casi todo momento. Deschanel está preciosa, como siempre y tiene escenas rescatables, pero ni siquiera apreciar sus hermosos ojos azules hace soportable la película.

Resumiendo, The Happening es como una b-movie de los 1950 hecha sin el sentimiento y corazón que caracterizaban a esas producciones. Le faltó gore, pues las muertes, aunque impactantes en intención, no resultan atractivas en pantalla y se sienten más como una colección de extraños suicidios que como parte de una película. Puede que no veamos nada de M. Night Shyamalan en algún tiempo, pero si sus últimos dos intentos son una indicación de lo que podrían ser, no nos vamos a perder de nada.


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