Los robots son uno de los elementos más populares de la ciencia ficción por distintas razones, pero a mi parecer uno de sus principales atractivos recae en la doble fascinación que ejercen sobre la mayoría de la gente. Por un lado está la posibilidad de que las máquinas contribuyan a mejorar la vida del hombre al facilitar muchas tareas, y por el otro existe el temor a lo desconocido, ese "que tal si..." pesimista que ha dado origen a tantas historias.
¿Que tal si se rebelaran y decidieran gobernar el mundo? ¿Y si provocasen una ola de desempleo al trabajar más rápida y mejor que los hombres? Esta dualidad está perfectamente ejemplificada en la cinta I, Robot de Alex Proyas. Y los ejemplos abundan. Matrix es otro caso similar. Blade Runner y 2001: A Space Odissey son dos clásicos del tema. Y eso es sólo en lo que se refiere al cine.
En la literatura las historias de robots e inteligencias artificiales han sido un tema recurrente desde que Asimov popularizó muchos de sus elementos. Incluso autores identificados como revolucionarios o vanguardistas han escrito historias al respecto. Ellison y su I Have no Mouth and I Must Scream sentó un precedente por su manejo del lenguaje (es lectura recurrente en muchas escuelas) y la fusión de géneros. Sin enfocarse en la tecnología tras una Inteligencia Artificial, creó una fusión de ciencia ficción y terror psicológico que aún mantiene su fuerza.
Otro autor que exploró el tema de diferentes maneras pero siempre con desconfianza hacia el abuso de la tecnología fue Philip K. Dick. Algunos de sus cuentos más populares (The Second Variety, Impostor, por ejemplo) tratan sobre máquinas en posición de acabar con la humanidad, mientras que Do Androids Dream of Electric Sheep?, su novela más famosa, explora un mundo donde el hombre se ve forzado a convivir con máquinas cada vez más parecidas a un humano, mismas que a veces demuestran más humanidad que los propios hombres.
Hoy en día el tema parece estar otra vez de moda. Y no creo que sea de extrañarse. Warren Ellis escribió un texto a principios del año 2000 en el que reflexionaba sobre la vida en el futuro y llegaba a una simple conclusión: Vivimos en el futuro. No hay autos voladores ni bandas transportadoras que nos lleven de un lugar a otro. Tampoco tenemos un robot sirviente en cada casa ni hemos establecido colonias en otros mundos. Diablos, ni siquiera hay vuelos orbitales.
Todavía.
Es un hecho es que la tecnología, aunque no nos demos cuenta, es parte integral de nuestras vidas. Hace unos años era impensable la comunicación global instantánea, y ahora sería difícil imaginar el mundo sin teléfonos celulares o satelitales. El correo tradicional vive sus últimos días ante la popularidad primero del fax y ahora del correo electrónico. La mayoría de los productos que utilizamos a diario solían ser resultado de un elaborado proceso de fabricación a manos de varios empleados. Ahora es difícil imaginar una fábrica de cualquier cosa que no cuente con una línea de producción operada, al menos parcialmente, por robots.
Tal vez estos ingenios mecánicos no tengan nada que ver con las máquinas de aspecto humanoide imaginadas por los autores de CF del pasado, pero existen y forman parte de nuestra cotidianeidad. Y en efecto, vivimos en el futuro. A veces estamos demasiado ocupados en lidiar con el presente, o pasamos mucho tiempo mortificados pensando en lo que nos depara el mañana y no nos damos cuenta de que ya nos alcanzó, un día a la vez, pero aquí está.
Tal vez es hora de abrir los ojos y empezar a pensar como queremos que sea el futuro en que vivimos.
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