Hace un par de semanas hablaba de mis inicios como lector. Ahora echemos un vistazo a la otra parte de esa historia: los cómics.
Empecé a leer cómics antes que prosa. No puedo recordar cuál fue el primer cómic que leí, pero me atrevería a decir que debe haber sido algún ejemplar de Supercomic, una publicación de Editorial Novaro que presentaba historias de la familia de títulos de Superman publicada por DC Comics en los Estados Unidos. Novaro publicaba una gran variedad de títulos en tres formatos, que eran identificados como Avestruz, Águila, y Colibrí.
El tamaño Avestruz era el más similar al formato usado en EU, el Águila era algo así como medio oficio, y el colibrí eran ediciones de bolsillo. El más popular de estos formatos era el Águila, en el cual se publicaba la mayor variedad de títulos.
Recuerdo que aún no estaba en la escuela, o quizá ya estaba en pre-escolar, cuando empecé a coleccionar cómics. No podía leerlos, pero mi mamá lo hacía por mí. Lo que si puedo asegurar es que fueron una herramienta fundamental para que yo aprendiese a leer y escribir antes que la gran mayoría de los niños de mi edad. Durante aquellos años leía y coleccionaba cuanto cómic encontraba.
Así descubrí el universo de héroes de DC y un poco más tarde a su gran competencia: Marvel Comics, cuyos títulos más populares eran publicados en México por Novedades Editores.
En cuanto a la producción nacional, de aquellos años sólo recuerdo las mini ediciones de Capulinita y Zor y Los Invencibles. También estaba Condorito, personaje de origen peruano pero (creo) publicado en una edición mexicana. También seguía apareciendo la Familia Burrón, pero no estaba listo para su lectura, y lo mismo con Kalimán.
Pero entre las publicaciones de Novaro y Novedades tenía más que suficiente para mantenerme entretenido, ya que prácticamente salía un cómic nuevo cada día. Al menos hasta 1982, un año de crisis en más de un sentido.
Ese año hubo cambio de gobierno y esta transición (ahora que tengo edad para entenderlo no comprendo a qué se refieren con estas "transiciones", cuando básicamente sólo se intercambiaban los puestos entre los diferentes funcionarios de gobierno, pero wtf) trajo consigo un periodo de inestabilidad económica y una fuerte devaluación. Casi todas las industrias se vieron afectadas y el ámbito editorial no fue la excepción.
Novaro redujo la periodicidad de sus publicaciones y desapareció los formatos Avestruz y Colibrí. Novedades canceló todos sus títulos excepto El Asombroso Hombre Araña. De pronto se acabó la variedad. Y la capacidad económica para leer el mismo volumen que antes.
Y decía que fue un año de crisis en más de un sentido porque ese mismo año se separaron mis padres. Tengo consciencia de que la relación no andaba bien desde al menos un par de años antes. Recuerdo que las peleas se hicieron constantes durante cierto periodo de tiempo y después simplemente cesaron por la única razón de que preferían no dirigirse la palabra. Los últimos meses mi padre ni siquiera se aparecía por la casa.
Aparentemente prefería ir a sacar ropa y dejar dinero para los gastos de la casa cuando sabía que no habría nadie. Renunció a su trabajo y ni siquiera se lo dijo a mi madre, quien se enteró por uno de sus superiores. La casa donde vivíamos era propiedad de la empresa, así que teníamos un plazo de unas cuantas semanas para dejarla. Y así fue como nos mudamos a casa de mis abuelos. Sobra decir que la rutina y dinámica de mi vida se transformó radicalmente.
Durante un periodo de no menos de dos años no compré un sólo cómic o revista. Acostumbrado como estaba a leer en grandes cantidades esto pudo ser un duro golpe. Por fortuna en casa de mis abuelos nunca me faltó material de lectura.
Había libros, revistas e incluso cómics. No los mismos que yo acostumbraba leer, pero descubrí que el cómic mexicano tenía un pasado. Me encontré con cajas llenas de títulos que yo jamás había visto. Los Supersabios, Rolando el Rabioso, Hermelinda Linda, Chanoc, Panzón Panseco y Los Supermachos me enseñaron que existían cómics más allá de los superhéroes. En esa misma época descubrí la parodia y la sátira en una extraña revista titulada simplemente MAD.
Además, mi abuelo coleccionaba la sección dominical de cómics de al menos tres periódicos. La Prensa, El Universal y Excelsior, si no mal recuerdo. El Principe Valiente, Tarzán, Dick Tracy, Mandrake, Roldán el Temerario, El Fantasma, Trucutú, Mafalda, Peanuts, y muchos otros se convirtieron en mis nuevos mejores amigos.
Cuando cumplí 9 años recibí de uno de mis tíos políticos (mi padrino, por cierto) el que quizás fue el mejor regalo de toda mi infancia: una caja con más de doscientos cómics de Novedades, mayormente de El Hombre Araña, así como algunos ejemplares de otra editorial llamada MAAC. La caja incluía un run completo de El Asombroso Hombre Araña de Novedades del número 1 al 190. Y esos cómics cambiaron mi vida para siempre. Pero eso será tema de un futuro post.
Y si alguien se pregunta que fue de la relación con mi padre después de la separación, lo único que puedo decir es que fue bastante simple: jamás lo volví a ver.
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