Con casi 80 años de edad, George Miller se sigue reinventando. Inició su carrera con la acción y ciencia ficción post apocalíptica de Mad Max (1979). En los 1980, además de dos secuelas, incursionó en el horror con el segmento Nightmare at 20,000 Feet de Twilight Zone: The Movie, y en la comedia con The Witches of Eastwick. En los noventa y dos mil dirigió el drama Lorenzo's Oil y las cintas familiares Babe y Happy Feet, además de sus secuelas, y en 2015 volvió al mundo de Mad Max con Fury Road. ¿Qué podía seguir en una filmografía así?
Three Thousand Years of Longing (Érase una vez un genio en México y América Latina, Tres mil años esperándote en España) es un drama romántico de fantasía basado en la novela corta The Djinn in the Nightingale's Eye, de A.S. Byatt, adaptada por el propio Miller y Augusta Gore. La cinta cuenta con las actuaciones de Tilda Swinton e Idris Elba, y tuvo su premier en el Cannes Film Festival en mayo pasado, en tanto que su estreno comercial se dio el 26 de agosto en Estados Unidos y el 8 de septiembre en México.
Alithea Binnie (Swinton) es una académica británica que se especializa en la narratología, que es el estudio de las historias y sus estructuras narrativas. Aunque se describe a sí misma como solitaria, parece orgullosa de ello, y está satisfecha de su autosuficiencia. De visita en Turquía para participar en un congreso, Alithea empieza a sufrir lo que ella considera son meras alucinaciones producto de que su imaginación ha sobrepasado a su razón, y aunque algunos de sus colegas parecen preocupados, ella no le da importancia.
Tras reponerse de un desmayo sufrido en plana conferencia luego de tener otra ominosa visión, Alithea pasea un poco por la ciudad y visita algunas tiendas de antigüedades en el vasto mercado de la misma. Se encuentra hospedada en el Pera Palace Hotel, en una suite elegida especialmente para ella y la cual lleva el nombre de Agatha Christie porque, según le explican, fue justo en esa habitación donde la legendaria autora de misterio escribió su legendaria novela Muerte en el Nilo.
Luego de darse una ducha, Alithea intenta limpiar una curiosa botella de vidrio que compró en el mercado porque le pareció interesante, aun si el propio vendedor la descartó como una mera baratija, una imitación de un peculiar tipo de preciosas botellas de vidrio soplado. Mientras la talla, la botella se destapa y de su interior surge un djinn (Elba), un gigantesco genio como los descritos en las historias de las mil y una noches, tan grande que apenas cabe en la habitación.
Tras unos minutos de ajuste a la sorpresa y para franquear la barrera del idioma, el genio hace lo esperado y le explica que, como agradecimiento por haberlo liberado de su prisión, le concederá tres deseos, aun si existen ciertas reglas que limitan el alcance de estos. Pero, como buena narratóloga, Alithea está consciente de lo que cuentan las historias y sabe que esos deseos podrían convertirse en una maldición, así que se rehúsa a formularlos hasta no tener mayor información sobre el trato.
Su preocupación deriva de que la mayoría de las historias que involucran genios son advertencias, pues estos seres suelen ser presentados como engañosos y poco honestos con lo que prometen, lo que al combinarse con la estupidez, avaricia o vanidad de los pobres incautos infortunados que hacen tratos con ellos tiende a acabar en finales poco agradables o incluso trágicos. Después de todo, existe una razón para que los genios hayan estado aprisionados.
Así que, en vez de formular un deseo, Alithea comparte con el genio un relato de su pasado y le explica su relación con las historias. Después le pide que le cuente su historia, sobre todo los detalles de cómo y por qué fue atrapado en una botella que no es tan antigua como para haber sido su prisión original. A partir de ahí la película se centra en la historia del genio, su prisión y sus amores, y cómo pasó de una prisión a otra sin poder regresar al lugar al que pertenece.
Desde el primer relato del genio queda sentado el tono de la historia, pues en medio de fastuosos escenarios ofrece una mezcla de sucesos históricos, leyendas y magia que van construyendo un tapiz en que las historias de la Reina de Saba, el Rey Salomón, Solimán y otros sultanes del Imperio Otomano se entretejen para explicar cómo fue que el genio acabó en la botella que compró Alithea. Compartir sus historias crea un nuevo lazo entre ambos e inicia un romance como de cuento de hadas, pero con fuertes raíces en el mundo real.
No se trata de una historia fácil de aceptar, pero la mezcla de la habilidad narrativa y de composición de Miller con las actuaciones del talentoso duo de protagonistas logra vender la idea de una forma más que competente. Alithea es una mujer compleja, recatada y consciente de las formas pero de carácter fuerte. A través de ella vemos cómo las historias pueden afectar nuestra forma de ser o pensar. Pese a estar contenta con su soledad, el relato del genio le revela que la falta de amor en su vida la perturba más de lo que quisiera admitir.
Por su parte, Elba crea un personaje bastante curioso con su interpretación del genio. Serio y solemne al punto de parecer absurdo, su carácter incluye un sutil sentido del humor, aunque éste es templado por un pesado aire de melancolía y añoranza que añade emotividad a su interpretación y le permite convertirse en el corazón de una historia que, en manos de otro director o con protagonistas menos capaces y carismáticos, habría resultado en algo muy distinto, y no necesariamente para bien.
La historia conserva parte del carácter de fábula de los mitos que la inspiran, pero más que servir como una advertencia, es una reflexión del carácter pasional del ser humano, una exploración de como nuestros sentimientos, en especial el amor y el odio, pueden llevarnos a tomar decisiones apresuradas o a hacer cosas absurdas, desesperadas o simplemente inexplicables, y pese a que en general romantiza el resultado, no teme a mostrar las atrocidades que cometemos a la par de las grandes proezas de que somos capaces.
Al mismo tiempo la película explora la naturaleza de las historias, y mediante la mezcla de fábulas y hechos históricos muestra el modo en que la humanidad se ha servido de ellas a lo largo de la historia para evolucionar como sociedad, ya sea que se use como una herramienta educativa o inspiracional, o que sirvan como un mero mecanismo de advertencia que invite a reflexionar sobre el hecho de que toda acción tiene consecuencias, y que estas no siempre se limitan sólo a nuestra propia persona.
El oficio de Miller se manifiesta en la seguridad para mezclar elementos fantásticos y una historia humana, con una vibrante paleta de color que crea un contraste que enfatiza que lo que vemos sucede al borde de nuestra percepción, en el límite de lo que es (la realidad) y lo que imaginamos (nuestros sueños y la magia en ellos). La contraposición de ideas está presente a lo largo de toda la historia: academia y magia, presente y pasado, el mundo antiguo y oriental (Estambul), y el moderno y occidental (Londres).
El veterano realizador evita que la película se vuelva una mera reflexión filosófica, lo que sí ocurre con la historia original de Byatt, a mi juicio demasiado larga y un tanto aburrida, y trata de minimizar el "orientalismo" (tendencia occidental a tomar elementos culturales de oriente y moldearlos a su conveniencia) en la forma de contarla. No hay actores blancos en su antiguo oriente, y la violencia y lujuria presentes en los pasajes narrados por el genio evitan que el exótico relato se sienta romantizado en exceso.
Aun así, no es posible contar una historia de amor entre un inmortal genio negro y una educada mujer inglesa y blanca sin transgredir algunos preceptos, pero dudo que Miller lo haya hecho con intención de provocar. Supongo que el ritmo puede no ser del agrado de muchos, sobre todo si tienen problemas para conectar de inmediato con una historia empeñada desde el primer minuto en explorar las implicaciones místicas y filosóficas de conceptos como amor y destino, o la importancia de contar historias.
En ese sentido, puede que Three Thousand Years of Longing no sea una película para todo mundo, pues el extenso uso de CGI puede alienar a quienes esperaban algo distinto del creador de Mad Max. Aun así, si les gustan las historias (y uno asume que es así con la mayoría de los aficionados al cine) y no requieren realismo absoluto y justificaciones para cada decisión narrativa, es muy probable que esta película llena de compasión y empatía, contada con una apasionada imaginación, logre seducirlos.
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