lunes, 12 de septiembre de 2022

Samaritan (Némesis, 2022)

Se podría argumentar que Sylvester Stallone ha pasado buena parte de su carrera interpretando superhéroes. Aunque técnicamente ése no es el caso, las increíbles proezas en pantalla de personajes como Rocky Balboa, John Rambo, Barney Ross y John Spartan, me parece que es una discusión válida. Aun así, a espera de saber qué rol tendrá Stakar Ogord en Guardians of the Galaxy Vol. 3 (e imaginando un mundo en que Judge Dredd fue un mal sueño), su trabajo en Samaritan representa su primera actuación como superhéroe.

Dirigida por Julius Avery, realizador de la menospreciada Overlord (Operación Overlord, 2018) y escrita por Bragi F. Schut (Escape Room), Samaritan (Némesis) está basada en el cómic de 2014 escrito por el mismo Schut y publicado por el sello independiente Mythos Comics. Coproducción de MGM y Balboa Productions, cuenta con las actuaciones de Sylvester Stallone, Javon Walton, Pilou Asbæk y Dascha Polanco, y aunque se completó en 2020 con intención de estrenarse en cines, debutó en Prime Video el pasado 26 de agosto.

La historia transcurre en la ficticia metrópolis de Granite City, ciudad que décadas atrás estaba bajo la protección de un héroe conocido como Samaritan. Mediante un montaje animado nos enteramos de la historia de ese vigilante y de cómo veinticinco años atrás, en un último enfrentamiento con su hermano y némesis, el villano conocido como... uh, Nemesis, ambos perdieron la vida, lo que sumió a la ciudad en una lenta pero progresiva espiral descendente.

La cinta sigue a Sam (Walton), un chico de trece años que vive con su madre en un complejo de apartamentos en uno de los barrios pobres de la ciudad. Ella trabaja de noche pero pasa apuros para pagar su renta y cubrir sus gastos. Sam está obsesionado con la historia de Samaritan, además de que está convencido de que de algún modo el héroe sobrevivió y en cualquier momento reaparecerá para volver a proteger a los habitantes de su ciudad.

Esa obsesión lo lleva a buscar señas de la presencia del héroe por todas partes, y su más reciente teoría es que Joe (Stallone), un veterano recolector de basura que vive en el edificio de enfrente, podría ser el héroe que vive encubierto. Joe es un tipo solitario que busca de rescatar electrodomésticos y electrónicos de la basura para repararlos y venderlos en una casa de empeño, y no le agrada la idea de tener al chico siguiéndolo todo el tiempo.

Aunque niega que las sospechas de Sam sean ciertas, al rescatar al chico de unos pandilleros que iban a darle una golpiza hace gala de fuerza sobrehumana y una aparente invulnerabilidad, lo que convence a Sam de haber encontrado al héroe desaparecido. El problema con los pandilleros no fue un accidente, pues el chico ha tomado decisiones cuestionables que lo ponen en el radar de Cyrus (Asbæk), un criminal con sueños de grandeza que idolatra a Nemesis.

Una incursión al cuarto de evidencias de la policía permite a Cyrus apoderarse de los objetos hallados donde se supone murieron Nemesis y Samaritan: las máscaras de ambos y un enorme mazo forjado por el villano, imbuido con el odio que sentía por su hermano y supuestamente lo único capaz de dañar a cualquiera de los dos. Cyrus planea usarlo para completar el plan de Nemesis: sumir a la ciudad en el caos y destrucción para volver a empezar de cero.

Tras su enfrentamiento con Joe y luego de intentar matarlo, los pandilleros le cuentan a Cyrus sobre la existencia de un viejo con poderes y su aparente relación con Sam. El villano, temeroso de que la reaparición del héroe pueda echar por tierra sus planes, decide usar al chico como carnada para tenderle una trampa al presunto héroe y eliminarlo del camino gracias al martillo que tiene en su poder.

Pese a que la película presume de ser una reinterpretación fresca y más oscura del género de superhéroes, la verdad es que se trata de una serie de clichés y elementos argumentales reciclados, y aunque se trata de una entretenida cinta que además fue competentemente realizada, es difícil sacudirse de la cabeza la idea de que la historia sufre de una severa crisis de identidad que se pudo beneficiar de un guion mejor trabajado.

La secuencia animada que hace las veces de créditos de entrada ofrece tanta información comprimida que bien podría tratarse del resumen de una cinta anterior, o de la sinopsis de una precuela que no existe. A su favor, la animación está bien realizada y la entusiasta narración a cargo de Walton parece tener el propósito de explicar la obsesión de Sam por Samaritan, y el exagerado y épico score musical que lo acompaña merecía servir a una historia mejor contada.

Lo que sigue a tan explosivo prólogo es, si no aburrido, al menos decepcionante en comparación, sobre todo por la cantidad de lugares comunes que ofrece en unos cuantos minutos. Un adolescente sin amigos que atraviesa una depresión desde que perdió a su padre y cuya madre apenas tiene tiempo para criarlo en medio de una ciudad donde abundan la miseria y el crimen, aun si este último parece tan común como inofensivo.

La opresiva Graphite City se inspira en igual medida en la decadente Detroit de Robocop y la Gotham de cualquier película de Batman realizada en este siglo: edificios abandonados y grafitti por todas partes, comercios enrejados y sucios callejones llenos de chatarra y basura. Pero, aunque nos dicen que existe, lo que no vemos, al menos hasta que entran en escena los rufianes bajo el mando de Cyrus, son los crímenes y violencia que aterrorizan a la población.

Luego del cargado prólogo animado, resulta un tanto confuso que la mayoría de la cinta se sienta corta en la construcción de mundo, comenzando con Sam, pues nunca nos enteramos de donde sacó la idea de que Samaritan estaba vivo, ni siquiera cuando un rato más tarde descubrimos que un periodista escribió un libro en que plantea una hipótesis similar en la que nunca se ahonda, además de que Sam admite que no ha leído el libro.

De hecho, parece que la única razón de que exista el personaje del periodista, Albert Casier (Martin Starr), es enterarnos de que Joe no es la primera persona a quien Sam ha identificado como el desaparecido Samaritan, pues cada vez que identifica a un viejo que parece más fuerte de lo normal, corre a informárselo al periodista. En ese sentido, Sam está escrito más como si se tratase de un adulto aficionado a las teorías de conspiración que como un fantasioso adolescente.

En general, aunque la historia está llena de inconsistencias y contradicciones, su mayor problema es el pobre desarrollo de personajes. Parece que Schut estaba tan enamorado de su idea en lo que se refiere a la trama que se olvidó de la importancia que el factor humano puede tener en esta clase de historias. Sam se comporta por igual como un joven e idealista chico que sueña con un mudo mejor, o como un tonto adolescente que toma una mala decisión tras otra.

Hay un giro argumental sobre el que pesa mucho del impacto de la historia, pero es tan mal trabajado que la mayoría deben verlo venir casi desde el principio, y Amazon, al menos en América Latina, no ayudo en lo más mínimo a mantenerlo en secreto. Lo peor del tema es que, si en vez de tratarlo como una revelación, se le hubiera usado para desarrollar al personaje de Joe, se habría resuelto de forma muy interesante la falta de un elemento humano en la historia.

A pesar de que el guion no le da mucho con qué trabajar, Stallone hace un sólido trabajo, aun si parece alimentarse de personajes interpretados con anterioridad, lo que resulta en una curiosa mezcla de Rocky con John Spartan y una pizca de Joseph Dredd. Por su parte, Asbæk interpreta a un exagerado villano de una forma tan afectada que raya en lo caricaturesco, pero eso es culpa del guion y no del actor, que lo hace mejor de lo que se pudiera esperar.

El joven Walton emana una frenética energía que aquí no resulta tan efectiva como su trabajo en Euphoria o The Umbrella Academy, aunque aporta una dosis suficiente de carisma al personaje de Sam. El resto del elenco no tiene mucho que hacer. Dascha Polanco interpreta a la madre de Sam, pero el guion no le permite ir más allá de unos pocos y breves momentos de preocupación que hacen a uno desear que le hubieran dado más tiempo en pantalla.

La dirección de Avery es más que competente, con escenas bien montadas que hacen lo posible por mantener el interés del espectador, pero la trama carece de la mínima profundidad necesaria para que funcione. Quizá una edición más rápida habría ayudado, pero los problemas van más allá del ritmo, y hay una desconexión entre el nivel de violencia y la forma en que se presenta, con una notoria ausencia de sangre, quizá tratando de preservar una clasificación menor a R, lo que parece superfluo en una producción que fue directo a streaming.

Aún más problemática es la falta de consistencia, pues se convierte en una distracción. Cyrus y su gente usan futuristas granadas que provocan apagones y afectan aparatos electrónicos (salvo por los teléfonos celulares, que resultan inmunes en una escena que requería que los transeúntes grabasen en video todo lo que ocurre), pero dependiendo de la escena, en ocasiones incluyen una fuerte explosión, y en otras es seguro detonarlas en tus propias manos.

Al final del día Samaritan es una entretenida pero mayormente olvidable cinta de acción y superhéroes, casi una especie de b-movie que se ve elevada por actuaciones que están muy por encima del material que interpretan. La supuesta originalidad que presumía su campaña publicitaria hace un pobre trabajo por ocultar lo que en realidad parece un poco inspirado pastiche de Unbreakable (El Protegido), Karate Kid o The Dark Knight Rises.

Si son aficionados al género de superhéroes y tiene un par de horas que no vayan a extrañar, puede que esta formulaica película los entretenga un rato aun si al día siguiente tienen problemas para recordar algo de lo que vieron. Lo peor del asunto es que contiene un par de ideas que de haber sido exploradas de mejor manera habrían elevado la película a algo más cercano a lo que sus realizadores prometían. Otra oportunidad desperdiciada.

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