The Fountain (La Fuente de la Vida) es la largamente retrasada y esperada cinta del director Darren Aronofsky.
En 2002, ésta iba a ser una película con un presupuesto de 75 millones de dólares y tendría a Cate Blanchett y Brad Pitt en los papeles protagónicos, pero durante la pre-producción se dieron diferencias creativas entre Pitt y Aronofsky, las cuales provocaron que el proyecto se suspendiera y que la productora, Village Roadshow, decidiera desligarse por completo del mismo, aún a pesar de que para ese momento ya habían invertido alrededor 20 millones de dólares en la producción.
En 2002, ésta iba a ser una película con un presupuesto de 75 millones de dólares y tendría a Cate Blanchett y Brad Pitt en los papeles protagónicos, pero durante la pre-producción se dieron diferencias creativas entre Pitt y Aronofsky, las cuales provocaron que el proyecto se suspendiera y que la productora, Village Roadshow, decidiera desligarse por completo del mismo, aún a pesar de que para ese momento ya habían invertido alrededor 20 millones de dólares en la producción.
Aronofsky re-escribió su guión y consiguió el apoyo de Warner Bros. para completar la cinta, cuyo presupuesto final fue de 35 millones de dólares. Para conseguir el apoyo del estudio Aronofsky convenció a Hugh Jackman de tomar el papel principal por sólo una parte de su salario regular, y una vez asegurada la continuidad del proyecto llamó a Rachel Weisz para sustituir a Blanchett.
Por ese entonces (principios del 2004) Aronofsky y Weisz estaban empezando una relación sentimental. Desde entonces viven juntos y tienen un hijo de casi un año. Menciono este dato por una discusión entre amigos sobre que había fallado con The Fountain y a mi se me ocurrió mencionar, medio en tono de broma, que podría ser el resultado de trabajar con la esposa / pareja (lo cual fue en relación a una broma que traemos de un tiempo atrás sobre porque Woody Allen ya no hace tan buenas películas como antaño).
Normalmente comentamos que la división entre la calidad de sus trabajos se puede contar como antes y después de 1980. A pregunta expresa de alguien, "¿Qué le pasó", se me ocurrió responder: "Mia Farrow", lo que arrancó carcajadas de los presentes. Esa anécdota fue recordada en la sobremesa después de ver The Fountain y preguntarnos que era lo que había salido mal.
Curiosamente, el mayor problema con la historia es que es demasiado ambiciosa. Y me parece curioso porque normalmente el solo hecho de que un director tome riesgos en algún proyecto es algo que aprecio y aplaudo, aún si el intento es fallido.
Pero no en este caso. Después de Π y Requiem for a Dream, mis expectativas para el tercer largometraje de Aronofsky eran realmente altas, sobre todo tomando en cuenta lo atractiva que encuentro la idea de hacer una película sobre la inmortalidad, o que para poder hacerla renunciara a trabajar al lado de Frank Miller para llevar al cine Batman: Year One (aún cuando en entrevistas recientes ha declarado que nunca fue su intención dirigirla, pues sólo quería escribirla con Miller), cuando había dicho que era un sueño juvenil realizado el poder hacerlo.
Y es que The Fountain no falla porque Aronofsky halla fallado en su intento de plasmar la idea en su cabeza. Más bien me deja la impresión de que a la mitad del proceso de realización perdió el interés o la motivación, o simplemente se dio cuenta de lo ambicioso que era su proyecto y dio marcha atrás, no lo sé. El caso es que The Fountain tiene muchos elementos para pensar que pudo ser algo realmente grande, pero uno se queda con la sensación de que al director le faltaron ganas y decisión para conseguir que así fuera.
Visualmente la película es una joya. La mezcla de técnicas tradicionales para crear los efectos visuales en lugar de recurrir únicamente a gráficos computarizados resulta increiblemente efectiva, creando escenas de gran belleza que por momentos crean la sensación de estar presenciando un sueño. Tristemente resulta ser demasiado como un sueño: una serie de ideas e imágenes inconexas entrelazadas en una caótica sucesión sin un patrón aparente y sin llegar a un lado -al menos no conscientemente. Y peor aún, es como esa clase de sueños que uno despierta recordando vivamente pero es incapaz de describir o entender lo que ocurrió en ellos.
Ni siquiera puedo decir que la película sea mala, porque no lo es. Las actuaciones son competentes (aunque Jackman en algún momento parece canalizar las habilidades histriónicas de Mel Gibson, y no lo digo como elogio), la fotografía es espectacular, la composición de cuadro y el manejo de cámaras siguen siendo los puntos fuertes de Aronofsky y la música de Clint Mansell interpretada por Mogwai y el Kronos Quartet es poco menos que extraordinaria.
Lo que deja como único sospechoso al guión, obra del propio Aronofsky. Me llama la atención el hecho de que lo reescribiera después de que el primer intento de realizarlo se viniera abajo. ¿Lo diluyó? ¿Cambio radicalmente el material? El guión original fue adaptado en formato de novela gráfica por el sello Vertigo, de DC Comics con arte de Kent Williams. No la compré cuando salió porque quería ver antes la película, y supongo que ahora necesitaré conseguirla para salir de dudas, por lo que habré de encargarla próximamente.
Concluyendo, puedo decir que recomiendo ir a ver la película por la experiencia visual y auditiva que ofrece, pero lo hago con la advertencia de que el resultado no es tan profundo como bonito. Lástima. Habrá que ver hacia donde va ahora la carrera de Aronofsky, cuyo próximo proyecto será un drama sobre bailarinas de ballet.
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