El cine de monstruos ha gozado de gran popularidad desde los inicios del séptimo arte, y aunque algunos lo menosprecian como mero entretenimiento escapista (lo que tampoco tiene nada de malo), de tiempo en tiempo surgen joyas que permiten apreciarlo de otra manera. Mención especial merecen los monstruos gigantes, sobre todo por los kaiju japoneses, aunque también son populares en otras partes del mundo, como demuestra la reciente cinta noruega Troll (2022).
Basada en una historia del director noruego Roar Uthaug (Bølgen - La última ola, Fritt Vitt - Escalofrío, Tomb Raider - Las aventuras de Lara Croft) y con un guion de Espen Aukan, Troll cuenta con las actuaciones de Ine Marie Wilmann, Kim Falck, Mads Sjøgård Pettersen, Gard B. Eidsvold, Pål Richard Lunderby y Eric Vorenholt, y toma inspiración tanto del cine de kaiju como de la simple estructura narrativa del reciente Monsterverso de Legendary Pictures.
La cinta, estrenada en todos los territorios de Netflix el pasado 1 de diciembre, abre con una secuencia en que Nora Tidemann, una niña acompañada por su padre, Tobias (Eidsvold), escala las montañas noruegas. Al alcanzar una cima su padre le cuenta una vieja historia mitológica sobre cómo los trolls se convirtieron en aquellos picos, y por un momento Nora es capaz de "ver" los rostros de los viejos gigantes atrapados en las montañas.
Años después vemos una protesta al pie de las montañas de Dovre, donde decenas de personas protestan las obras que pretenden abrir un túnel que las atraviese por el impacto que esto puede tener en el medio ambiente. Las obras prosiguen, y luego de una detonación al interior de la montaña en busca de seguir abriendo el túnel, los obreros inician una evacuación de la obra. Momentos después la montaña parece eruptar, sembrando caos y pánico entre los presentes.
El gobierno convoca a una reunión de emergencia para analizar la situación y tratar de entender lo que ocurrió, y para ello convocan a científicos cuyas áreas puedan ayudar a resolver la situación. Esto incluye a Nora (Wilmann), ahora una famosa paleontóloga. Mientras les muestran fotos del área afectada, ella afirma que lo que se ve ahí son huellas de una criatura gigante. Antes de que nadie se pueda burlar, les muestran un video donde se ve lo que parece un humanoide gigante.
La primer ministro (Anneke von der Lippe) se muestra escéptica, pero decide que lo mejor es investigar a fondo, por lo que pide a Andreas Isaksan (Falck), uno de sus asesores, que junto con una escolta militar acompañe a Nora a revisar la zona en busca de pistas. En compañía del Capitán Kristoffer Holm (Pettersen), abordan un helicóptero y se dirigen a las montañas, donde encuentran huellas de otro incidente en la propiedad de una pareja de ancianos.
Confundida ante lo que parece indicar la evidencia, Nora pide a Andreas y Kris que la lleven a buscar a su padre. El viejo era un folklorista que con el tiempo se volvió conspiranoico, por lo que Nora se fue alejando de él, pero ahora piensa que quizá podría ayudarla a encontrar las respuestas al misterio que enfrenta. Al principio nadie lo toma en serio, pero eventualmente encuentran a la criatura y las cosas cambian.
Pronto se hace evidente que el gigantesco troll se dirige hacia la capital, Oslo, y no permitirá que nada ni nadie se interponga en su camino, lo que desata una situación de alerta inmediata, con las autoridades tratando de evacuar la ciudad mientras el ejército evalúa las opciones para detener a la criatura antes de que siga arrasando todo a su paso. ¿Podrán Nora y sus acompañantes hallar una solución antes de que las cosas se salgan de control?
Quizás a algunos les extrañe que me refiera a esta cinta noruega como una película kaiju, pero estoy convencido de que en esencia eso es lo que es. Ése es el nombre que recibe el cine japonés de monstruos gigantes, y si han visto alguna clásica película (japonesa, claro) de Godzilla o Gamera, seguro podrán identificar los muchos paralelos que existen entre su construcción argumental y la que vemos en la cinta de Uthaug.
Un destructivo incidente al principio identificado por las autoridades como un desastre natural o un mero accidente, se revela como la manifestación de una poderosa criatura gigante. Un improvisado grupo de personas sin relación entre sí trata de entender lo sucedido mientras el gobierno y los militares deliberan sobre la forma más eficaz e inmediata de neutralizar a la amenaza con el menor daño posible a la moderna civilización.
Esa misma estructura narrativa está presente en las recientes películas del Monsterverso de Legendary Pictures, el cual integra en una misma narrativa a los clásicos kaiju japoneses y a King Kong, el más famoso de los monstruos gigantes occidentales, en las cintas Kong: Skull Island (2017), Godzilla: King of the Monsters (2019) y Godzilla vs. Kong (2021), así que Troll no ofrece nada que no hayamos visto antes en esas películas.
La principal diferencia entre esta cinta y las mencionadas producciones de la Toho o de Legendary es la mitología involucrada en la construcción de su historia, y en ese sentido quizá el único antecedente con el que podemos comparar a Troll sea la excelente Trollhunter (Trol, 2010), de André Øvredal, lo cual es perfectamente comprensible por tratarse de cintas originadas en el mismo país y que además se alimentan del mismo folclore.
La trama de la película es tan básica y ligera que sería fácil descartarla como un mero pretexto para mostrar a un monstruo gigante. Si a esto le sumamos un mínimo desarrollo de personajes, nos topamos con una película que coqueteaba peligrosamente con la idea de sentirse hueca o predecible, pero tengo la impresión de que esas carencias existen por diseño en un intento por parte de los creadores de hacer una película apta para todo público y sin excesivas complicaciones.
Por ejemplo, la cinta se toma el tiempo necesario para establecer, aunque sea de forma mínima, la relación entre Nora y su padre, desde un momento íntimo hasta un distanciamiento en el que elige no ahondar. Eso convierte a Nora en el centro emocional y narrativo de la película, pues el espectador comparte su escepticismo y asombro ante lo que ocurre, y mayormente sigue su punto de vista. El resto de los personajes llenan arquetipos que no requieren mayor explicación.
Su padre es el fanático creyente a quien todos creen demente, y entre los oficiales de gobierno destaca el ministro que busca una salida rápida sin importar que haya que lidiar con las consecuencias. Andreas es el joven político que mantiene parte de su idealismo, hay una joven nerd que ayuda al grupo desde adentro, y no podía faltar el militar de buen corazón dispuesto a ayudar a la paleontóloga aún cuando eso puede meterlo en problemas.
Por fortuna el director compensa esas carencias al contar su historia con un ritmo ágil y espectaculares secuencias de acción, caos y destrucción cada vez que vemos al trol a cuadro. Y quizá el punto más fuerte de la película sea justo la criatura titular, pues además de que su presencia ofrece un espectáculo visual de primera calidad, se trata también de una interesante construcción que, conforme avanza la historia y entendemos de donde viene, cobra un cierto tinte trágico.
La historia tiene un sutil tono melancólico que se acentúa conforme avanza la película mientras los personajes reflexionan sobre las distintas formas en que el folklore y las viejas tradiciones van cayendo en el olvido, sobre todo en la sociedad contemporánea, demasiado ensimismada como para mirar al pasado. Esto permite al talentoso realizador crear empatía entre la audiencia y la criatura, lo que ayuda a que incluso las secuencias de destrucción tengan una cierta carga emocional.
Esto estalla en el último tercio de la película, pues la sinceridad narrativa consigue involucrar a la audiencia a un nivel emocional que permite pasar por alto lo predecible de la resolución. El elenco hace un gran trabajo en aterrizar los conflictos personales, y la realización técnica, desde la excelente cinematografía y los sólidos efectos especiales hasta las bien diseñadas secuencias de acción y una banda sonora bastante efectiva, hacen de Troll una cinta muy disfrutable.
A pesar de que la historia no hace esfuerzo alguno por explorar más a fondo la mitología detrás de su monstruo, ofrece información suficientes como para generar curiosidad en el espectador. A título personal debo decir que no me molestaría en lo más mínimo ver una secuela o incluso una precuela de esta historia para aprender un poco más del folclore escandinavo. Además, sería una excelente oportunidad para redondear a algunos de sus personajes.
Tanto Uthaug como sus colaboradores, además de uno de sus productores, han expresado interés en expandir este mundo, así que supongo que todo depende de la respuesta que la cinta reciba en Netflix. Es bien sabido que esta plataforma tiene misteriosos protocolos para evaluar el desempeño de sus producciones originales, y es difícil tratar de anticiparse a su decisión de seguir adelante o no con una potencial franquicia.
Troll es una entretenida película escrita y dirigida de forma eficiente, con sólidas actuaciones, buenos efectos especiales y un carismático elenco que facilita al espectador sumergirse en su narrativa aun si esta carece de originalidad. Pero su mayor triunfo está en la construcción, tanto visual como argumental, de su genial criatura, que tiene además el enorme mérito de alimentarse de una mitología que la industria del entretenimiento aún no ha ordeñado a muerte.
Si les gusta el cine de monstruos, en especial los kaiju o la versión occidental que representa el Monsterverso, seguro van a disfrutar Troll. Incluso si ése no es el caso pero buscan una película entretenida y sin demasiadas pretensiones que puedan disfrutar por igual si la ven solos o en compañía de toda la familia, sigue siendo una opción más que atractiva. Sin duda una película bastante recomendable.
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