Si hay una estrella de Hollywood a la que le urgía tener un éxito de crítica y taquilla, era a Tom Cruise. Considerado hace unos años como uno de los personajes más influyentes en Hollywood, el carismático actor y productor atravesaba por una crisis que amenazaba con acabar con su carrera.
Tras recuperar los derechos de la franquicia de Mission: Impossible, Cruise pensaba volver a hacer equipo con J.J. Abrams, el director de la tercera entrega, pero ante la ocupada agenda de éste, decidió buscar otro director para revitalizar la franquicia, y el elegido fue Brad Bird.
Bird tiene una larga y reconocida carrera escribiendo y dirigiendo animación, desde algunos episodios de Los Simpson hasta largometrajes como la excelente The Iron Giant (El Gigante de Hierro), o sus proyectos para Pixar, The Incredibles (Los Increíbles) y Ratatouille, lo que hace un poco inusual su contratación para revivir la famosa franquicia de acción y espionaje. Y sin embargo, se trató de un gran acierto.
La película comienza con una misión de las Mission: Impossible Forces (MIF) que sale mal. Tras interceptar a un espía en una estación de trenes, el agente Hanaway recupera unos códigos de lanzamiento para misiles balísticos soviéticos, pero se encuentra a su vez siendo perseguido por un tercer grupo involucrado que parece querer obtener esa información a cualquier precio. Hanaway es asesinado y pierde los códigos.
Mientras tanto, Ethan Hunt (Cruise) es prisionero en una cárcel rusa bajo un nombre falso. Un equipo de MIF lo rescata, pese a que el experimentado agente tenía algún tiempo encerrado sin que a sus superiores pareciera importarles en lo más mínimo. Pronto descubre que la razón de su liberación es enviarlo a recuperar los mencionados códigos, o al menos prevenir que quien los tiene, un terrorista no identificado conocido como Cobalt, pueda hacer uso de ellos.
Con el apoyo de su nuevo equipo, integrado por la agente Jane Carter (Paula Patton) y el ahora agente de campo Benji Dunn (Simon Pegg), Hunt se infiltra en el Kremlin. Sin embargo, mientras él y Dunn están dentro, Cobalt sabotea su misión, obligándolos a salir de ahí a toda prisa, sólo para ver como la famosa sede del gobierno ruso vuela en pedazos, haciendo parecer que las MIF son responsables del atentado.
Esto pone en efecto el Protocolo Fantasma, mismo que representa la disolución de las MIF y el abandono total y absoluto de cualquiera de sus operativos que estuviese en alguna misión. Identificado Cobalt y sus intenciones de lanzar un ataque nuclear sobre un blanco en los Estados Unidos, los tres agentes se encuentran sin un plan y sin contactos o soporte alguno, pero como la única esperanza para evitar una guerra nuclear.
Las pesquisas del equipo los llevan a Dubai, donde se supone que Hendricks (Michael Nyquist), el hombre al que conocían como Cobalt, y su asociado, Wistrom (Samuli Edelmann), realizarán la compra de los códigos arrebatados al agente Hanaway. El equipo improvisa una operación para neutralizar a la asesina de Hanaway y detener a Cobalt antes de que pueda poner en marcha su plan, pero consiguen solo la mitad de su objetivo.
Con el apoyo adicional de William Brandt (Jeremy Renner, un supuesto burócrata parte de la MIF, quien trabajaba directamente con el secretario general (Tom Wilkinson), el equipo se traslada a Mumbai en un último y desesperado intento de infiltrarse en la red de colaboradores de Cobalt para evitar una catástrofe.
La película está muy bien construida, desde el desarrollo de personajes hasta las espectaculares secuencias de acción, con gran manejo del suspenso y buen uso del humor, creando un perfecto ejemplo de lo que un blockbuster veraniego debiera ser, y sin necesidad de sacrificar cualquier intento de contar una historia interesante. Resalto sobre todo lo de los personajes, pues me parece que es algo que faltaba en las entregas anteriores de la serie, donde era Ethan Hunt y los cartones que lo rodeaban.
Importante para ello resulta el elenco, pues todos los miembros del equipo tienen una química personal bastante efectiva, y esta se refleja muy bien en la pantalla. A pesar de que esta clase de películas no requiere de un gran nivel interpretativo, destacaría el trabajo de Cruise, Pegg, Renner y Patton, quienes consiguen involucrar emocionalmente al espectador.
Y qué decir de las secuencias de acción, indispensables para que la película funcione. La escalada a rapel en el exterior del Califa Burj Dubai es sin duda ya un clásico del género, en tanto que las peleas y persecuciones están bien logradas.
Si algo queda claro con esta película, es que Tom Cruise todavía puede ser una figura de peso en la industria, que Brad Bird puede dirigir tan bien a actores en locación como a dibujos en acetato o construcciones virtuales en la computadora (ojalá que en unos meses le vaya igual de bien a Andrew Staton con John Carter of Mars), y que la franquicia de Mission: Impossible todavía tiene mucho que dar en la pantalla grande.
Entretenimiento de altos vuelos con una historia entretenida, personajes interesantes y emociones al por mayor. No se puede pedir nada más. Recomendada ampliamente para todos los gustos.
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