Fast and Furious es un ejemplo de la típica franquicia de Hollywood: películas de éxito económico y dudosa calidad. Tras una decente primera entrega que lanzó las carreras de Vin Diesel y Paul Walker, la serie se volvió un pretexto para mostrar carreras clandestinas con secuencias medianamente espectaculares y algunas chicas guapas en el fondo.
Tras liberar a Dominic Toretto (Diesel) mientras lo trasladan a prisión, O'Conner (Walker) y Mia (Jordana Brewster) se refugian en Sudamérica y en Rio de Janeiro, se encuentran con Vince (Matt Schulze), que los invita a participar en el robo de un par de autos deportivos en lo que se supone es un trabajo fácil y sin riesgos.
Los autos viajan en un tren, y el equipo que participará en la operación incluye a Dom. Las cosas no salen de acuerdo al plan y el trío de fugitivos debe escapar del capo brasileño con quien se acaban de enemistar, y de la agencia federal estadounidense que resguardaba los autos, pues responsabilizan a O'Conner y los Toretto de la muerte de los agentes que iban en el tren. Tanta presión, sumada a una situación familiar, los lleva a la conclusión de que es hora de retirarse y desaparecer del mapa.
Eso requiere fondos, así que tras algunas llamadas reúnen a viejos asociados para el golpe de sus vidas que les permita empezar una nueva vida. Tyrese Gibson, Chris "Ludacris" Bridges, Sun Kang, Gal Gadot, Tego Calderón y Don Omar retoman sus papeles de entregas anteriores y ayudan a O'Conner y los Toretto a planear el robo, al tiempo que se quitan de encima a Hernan Reyes (Joaquim de Almeida), jefe del bajo mundo brasileño. Si sólo fuera tan fácil deshacerse del agente Hobbs (Dwayne "The Rock" Johnson) y su equipo...
Lo que sorprende de esta entrega es que las carreras de autos pasan a segundo plano. Para fines prácticos, Fast Five es una heist movie, con un grupo de delincuentes que planean un atrevido robo de acuerdo a sus peculiares habilidades. Lin parece sentirse más cómodo como director y ahora se concentra en sus puntos fuertes: acción y comedia, y minimiza lo más posible los momentos de drama o suspenso, con los que no trabaja tan bien.
Como es de esperarse en estra clase de historias, las leyes de la física son ignoradas o en el mejor de los casos se toman sólo como sugerencias. Los diálogos son sólo una excusa para que sus estrellas derrochen actitud y testosterona, y las actuaciones están a la altura. A pesar de que eso parece una fórmula para el desastre, contra todo pronóstico, la película funciona y resulta más que entretenida.
Tal vez sólo era cuestión de que la franquicia hallara su identidad, de que dejara de intentar ser algo que no podía ser o no sabía cómo ser. Tenía que asumir su papel de entretenimiento escapista veraniego, de entender que su única obligación era proporcionar a la audiencia dos horas de entretenimiento con algunas emociones y risas. Y eso es justo lo que consigue Fast Five.
Ésta no es la clase de película que va a dejar una enseñanza moral o cambiarle la vida a nadie, pero son dos horas de entretenimiento garantizado. Recomendada para todo aquel que quiera ver una película sin otra intención que pasar un rato de esparcimiento en el cine.
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