David Cronenberg es uno de los directores más provocadores y controvertidos del cine actual, y lo ha sido desde hace varios años. Sus películas se caracterizan por el gran contenido de violencia, tanto física como psicológica, y por la sobriedad con que explora a sus personajes, evitando caer en excesos gráficos o en trucos efectistas para impactar a su audiencia. Eastern Promises (Promesas Peligrosas) no es la excepción.
Armado con un talentoso elenco y una original historia llena de engaños, traiciones y complejos personajes, Cronenberg crea una extraña película de mafiosos muy diferente a las que estamos acostumbrados.
Anna (Naomi Watts), partera en un hospital londinense, atiende a una adolescente de catorce años que fallece durante el parto. Preocupada por lo que pasará con la niña si su familia no aparece, Anna toma un diario en posesión de la fallecida madre con la esperanza de hallar alguna pista que la lleva hasta algún pariente cercano.
El diario está en ruso, así que mientras encuentra alguien que le ayude a traducirlo, busca un restaurant del que encontró un anuncio entre las páginas del diario, en un recorte. Sin saberlo, Anna entra en contacto directo con una de las familias más peligrosas y temidas en el bajo mundo londinense.
A partir de ahí Cronenberg teje una historia sobre la familia, aderezada con intriga, prostitución, trata de blancas y esclavitud, homicidios, contrabando, sexualidad y corrupción. Incluso se da el gusto de insertar el esbozo de una inusual relación amorosa entre Anna y Nikolai (Viggo Mortensen), el chofer/guardaespaldas de Kiril (Vincent Cassel), hijo y heredero de Semyon (Armin Mueller-Stahl), la cabeza de la familia en cuestión.
Lamentablemente no puedo entrar en más detalles sobre la película sin revelar algunos puntos importantes de la trama que es mejor descubrir conforme avanza la historia, pero no me cabe duda que se trata de una película redonda e inteligente, pese a tener un pequeño bajón hacia el final, éste es compensado en, como diría Raúl Astor, el final final.
Las actuaciones de los protagonistas son impecables. Naomi Watts encarna a Anna evadiendo con éxito los clichés que podrían aplicarse al personaje, y logra un balance entre fuerza y fragilidad. Mueller-Stahl proyecta toda la calma y callada amenaza que puede esperarse de un hombre poderoso que sabe que lo es y que no necesita demostrárselo a nadie, aunque cuando la situación lo requiere puede explotar sin ningún problema.
Luego de su colaboración en A History of Violence, Cronenberg debe haberse dado cuenta del potencial de Mortensen para realizar personajes complejos y decidió usarlo nuevamente con resultados aún superiores a los de su primera colaboración. No me extrañaría nada que volvieran a trabajar juntos en el futuro.
En resumen, si les gusta el cine de Cronenberg, pueden llevarse una sorpresa por las diferencias entre esto y sus trabajos más conocidos, pero les garantizo que no saldrán decepcionados. Para quienes no están familiarizados con el trabajo previo de este realizador, sólo puedo decirles que Eastern Promises es una película cruda y realista que no se tienta el corazón para mostrar la oscuridad que forma parte de la naturaleza humana pero se asegura de mostrar también que, sin luz, la oscuridad sería irrelevante.
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