Por accidente descubrí algunos datos curiosos acerca de esta fecha, de los cuales el que más llamó mi atención es el que tiene que ver con su papel en cómo funcionan los años bisiestos:
En el antiguo calendario lunar romano, no todos los días tenían nombre. Los pocos que si tenían, fueron bautizados en honor a las fases de la Luna, aunque posteriormente se le asignaron a días fijos de cada mes. Por ejemplo, el nombre correspondiente a los días de Luna Nueva era Kalendae o calendas y eventualmente se reservó para el primer día de cada mes.
Los días que no tenían nombre eran contados desde el siguiente día con nombre hacia atrás y numerados de manera inclusiva, es decir, contando también el número en que se inició. Por tanto, el 24 de febrero era ante diem sextum Kalendae Martii ("el sexto día antes del calendas de Marzo").
Entre los complicados cambios de calendario que se sucedieron en busca de hacer más exacta la medición del tiempo, se había insertado un mes de 22 días entre el 23 y 24 de febrero, con lo que el calendario romano dejó de ser lunar, pues ese mes no cubría un ciclo lunar completo. Cuando Julio César desarrolló el Calendario Juliano que entró en vigor en el año 45 antes de Cristo, eliminó el mes intercalado y repartió los días correspondientes entre los meses ya existentes, además de agregar diez días más.
Para crear el día adicional necesario para compensar cada cuatro años, Julio César ordenó que se duplicara el ante diem sextum Kalendae Martii, razón por la que los años que contenían el día duplicado fueron denominados bisextos (dos veces sexto) o bisiestos, como se les conoce en la actualidad.
Todo lo anterior se puede resumir, de una u otra manera, diciendo que durante varios siglos hemos tenido dos 24 de febrero cada cuatro años.
Y eso solo puede significar una cosa: me deben ocho juegos de pasteles, fiestas y regalos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario