Continuando con el tema de la entrega anterior... ¿existe un formato ideal para contar historias en cómic?
La mayoría de los lectores estamos habituados al formato americano, principalmente porque crecimos leyendo cómics de superhéroes en ese formato, y tomando en cuenta que la industria americana siempre ha sido considerada como la más saludable en términos económicos (al menos en Occidente), es natural que se busque emularla. Pero ése no es el único formato para los cómics.
En Europa, sobre todo en el mercado franco-belga, gozan de gran popularidad los álbumes gráficos, que normalmente tienen un tamaño A4 (21 x 29.7 cm) y cuya periodicidad, en los casos de historias continuas, puede ser anual o en ocasiones no existir, pues se publica conforme los autores van terminando cada tomo. En Japón, que tiene la industria más prolífica y con el mayor mercado en el mundo, predominan las antologías presentadas en tomos más pequeños y de gran número de páginas (a veces más de doscientas), con periodicidad semanal.
Y claro que en ambos casos hay excepciones y variaciones, tanto en tamaño como en número de páginas y en la periodicidad de publicación. Entonces, ¿por qué ese afán de aferrarnos al tradicional formato americano de 32 páginas? Sobre todo considerando que la cuarta parte de ellas son anuncios o "material adicional" que rara vez aporta algo a la experiencia de lectura. Claro que también hay excepciones.
Hay editoriales que publicar manga (comic japonés) en América y usan el formato americano para números sueltos, con la única peculiaridad de leerse de derecha a izquierda, pero al recopilar las historias en tomos recurren a un tamaño menor, similar a un libro de bolsillo. Oni Press tiene una línea de novelas gráficas en un tamaño aproximado a media carta, el cual incluso ha sido replicado por Marvel en su línea de "Digest" (nombre con que se conoce a ese tamaño). Y a veces se experimenta con los formatos.
Flyboys, de Jim Krueger se publicó en el tamaño acostumbrado, pero en orientación horizontal, al igual que la edición en pasta dura de 300, la novela gráfica de Frank Miller. En ambos casos la publicidad señala que querían recrear una experiencia similar a una película en widescreen. Matt Fraction usó un formato similar para su novela gráfica Last of the Independents, ilustrada por Kieron Dwyer. Mike Allred quiso emular el tamaño de los viejos discos de acetato para su serie Red Rocket 7 a fin de acentuar el trasfondo musical de la historia, y lo hizo.
¿Y que hay del color? Además de los usuales blanco y negro y color a 4 tintas, hay editoriales que han probado otras combinaciones. Miller ha salpicado con chispazos de algún color primario partes selectas de Sin City, Oni y Dark Horse han usado tinta sepia con escalas de degradado como una alternativa al blanco y negro. Heavy Liquid, de Paul Pope, así como algunos números de su THB han presentado una bizarra combinación de tonos pastel que da a sus historias un aire distintivo.
Siguiendo con Frank Miller y su Sin City como ejemplo, Miller ha usado diferentes formatos dentro de la "serie", por llamarla de algún modo. La historia original, conocida en un principio simplemente como Sin City y más tarde rebautizada para añadir como subtítulo The Hard Goodbye, apareció serializada en las páginas de Dark Horse Comics Presents en entregas de ocho páginas y posteriormente se publicó en un solo tomo como novela gráfica.
Las historias subsecuentes fueron miniseries de cinco o seis números, y después aparecieron Family Values en un solo tomo de más de 100 páginas, Silent Night como un especial autocontenido de 32 páginas, algunas historias de cuatro a ocho páginas recopiladas en el especial The Babe Wore Red and Other Stories, y una maxiserie de 9 partes bajo el título de To Hell and Back: A Sin City Love Story.
Y ni siquiera hay que cambiar el formato para contar una historia de distintas diferentes. Terry Moore en su autopublicada serie Strangers in Paradise, ha hecho toda clase de experimentos narrativos, no sólo en varios números de la serie, sino también a veces dentro del mismo número, mezclando narración en prosa, arte secuencial, guion cinematográfico, guion de teatro, storyboards de cine, etc.
A lo que voy, si se lo estaban preguntando, es lo siguiente. Si tenemos un medio tan diverso en contenidos como en formatos para presentarlos, ¿necesitamos un estándar? Esto viene a colación de temas recientemente discutidos, como la descompresión en los cómics y el Síndrome de King. ¿Cual es la mejor manera de contar una historia?
En lo personal me apego a lo que escribí en la entrega anterior de Predicando para el Coro pero lo explico en términos más claros: la que la historia necesite. Mi queja es por la necedad de algunas editoriales (léase, si gustan, Marvel y DC) de aferrarse al formato de 32 páginas con sólo 22 dedicadas a la historia, o peor aún, de forzar a los autores a contar sus historias en la cantidad de partes ideal para reimprimirlas en un bonito TPB.
El ejemplo que me viene a la cabeza es el de 100 Bullets, escrito por Brian Azzarello e ilustrado por Eduardo Risso. La naturaleza temática del cómic, perteneciente al género de crimen y con una marcada influencia del cine noir, hace que el ritmo semilento de la mayoría de las historias funcione para crear la atmósfera adecuada. Sin embargo, hay varias historias, sobre todo después del segundo año de la serie, cuando ya se había posicionado en el mercado tanto de cómics sueltos como de tomos recopilatorios, que se sienten demasiado largas, y uno no puede dejar de preguntarse si la decisión de extenderlas fue de los autores, o de los editores con el fin de llenar la eventual colección de cada historia.
En el caso de DC es importante señalar que parece haber una mayor apertura a otros esquemas de publicación. Sus acuerdos de distribución le permiten ofrecer mayor variedad de material, lo que incluye mangas y álbumes europeos, además de contar con varios sellos editoriales, destacando la desaparecida Paradox Press y Vertigo, donde ha dado muestras de una política editorial más receptiva a la idea de publicar novelas gráficas originales o usar distintos formatos para diferentes clases de material. Tal vez las editoriales que han mostrado una mayor disposición para ajustarse a las necesidades de cada título sean Top Shelf y Oni Press, pues ninguna de las dos tiene un formato "de casa".
En el caso de las series recopiladas en tomos meses después de su aparición como números sueltos, hace años empezó una costumbre entre muchos lectores: no comprar los números sueltos y esperar a los tomos. Considero que esta práctica es un arma de dos filos, pues siempre existe el riesgo de que las ventas de la serie no cumplan las expectativas de la editorial y sea cancelada antes de llegar al mercado de los TPB. En lo personal he optado por algo intermedio. Compro los números sueltos, pero rara vez los leo como van apareciendo. Prefiero esperar a acumular varios, usualmente hasta completar un arco argumental, antes de leerlos.
En fin. Tal vez mi queja sea demasiado superficial. Después de todo, lo importante es el contenido, ¿cierto? Y mientras haya diversidad en la oferta de títulos y calidad en las historias disponibles todos deberíamos estar contentos. Pero no puedo sacarme de la cabeza la idea de que algunos cambios en las políticas editoriales podrían beneficiar al lector en términos económicos y prácticos.
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