A colación del tema de la entrega anterior de Predicando para el Coro sobre la continuidad en los cómics, y aprovechando que John Mejía también tocó el tema hace unos días, quiero dedicar este espacio a los formatos que se usan actualmente en los cómics. O mejor dicho, a la forma de contar historias dentro de esos formatos.
Un problema al discutir casi cualquier tema es la generalización. Podemos hablar de modas o tendencias y dar ejemplos, pero no deberíamos generalizar. John habla sobre la descompresión en los cómics, y el concepto no es nuevo. Se refiere a que el contenido está expandido, es decir, lo contrario a comprimido. En cómics el término se refiere a la tendencia de algunos autores a usar demasiadas páginas para contar una historia que necesitaba menos. Yo le llamo El Síndrome de Stephen King, por la tendencia del famoso autor a expandir sus historias como si todavía cobrara por palabra.
Es cierto que algunos autores extienden innecesariamente los arcos argumentales (pensando en su posterior publicación en tomo y las correspondientes regalías), pero me parece injusto asumir que todos lo hacen por la misma razón. Para muchos es un tema de estilo o a una necesidad personal de desarrollar personajes o crear entornos más complejos para sus historias.
La narrativa en todos los medios está en evolución constante, y los cómics no son la excepción. A menudo se les compara con el cine, por la mezcla de elementos visuales y literarios (vocales en el cine y escritos en el cómic) que utilizan como herramientas narrativas. Más interesante me parece que haya autores que prefieran comparar al medio con la televisión. Mismos elementos, diferente presentación.
Al igual que la televisión, un cómic tiene un segmento delimitado de espacio para contar una historia. Los cómics tienen un número predeterminado de páginas (por lo regular 22) y las series de TV un tiempo fijo (curiosamente, 22 minutos para series de media hora, 44 para una hora). Ambos medios cuentan además con un espacio adicional dedicado a anuncios de patrocinadores o de la compañía que lo publica/transmite. Y un problema compartido por ambos medios es el uso que hagan de la continuidad o serialización de sus historias.
Es importante contar una historia, o una parte importante de ella, en el espacio con que cuentan en cada episodio, sobre todo pensando en que pasarán días (semanas en el caso de los cómics) antes de que su audiencia pueda ver/leer el siguiente episodio. Y eso es algo que dio origen a que en ambos medios se utilizaran "historias tipo", formatos predeterminados para contar una historia.
Ejemplos sobran, sobre todo en series "de genero" (ciencia ficción, fantasía, etc.). En Highlander (la serie), la primera temporada está compuesta casi enteramente de episodios que podrían ser descritos como "el inmortal de la semana". Inmortal malvado aparece buscando a McLeod, amenaza a inocentes o amigos del héroe, al final del episodio pelea con él, gana McLeod. Siguiente.
Más recientemente, Smallville dedicó su primera temporada a las "víctimas" de mutaciones causadas por la lluvia de kriptonita (que aparentemente cayó toda en la Tierra, sobre todo en Kansas y sus alrededores), quienes obtuvieron alguna clase de poder y hallaron el modo de toparse con Clark Kent de forma cotidiana. Forever Knight, los X-Files, Millenium, e incluso series de investigación y policíacas como CSI, Without a Trace, Law and Order, etc. también recurren a usar episodios esquemáticos para contar sus historias, con diferentes niveles de éxito pero buena aceptación en la mayoría de los casos.
En los cómics se usaba un formato similar para las historias. Los editores tenían lineamientos sobre lo que debía aparecer en una historia y la forma en que debía hacerlo. Eso facilitaba la publicación regular de las series: cero continuidad, cero contradicciones, con las consecuentes limitaciones que eso implicaba a nivel creativo. Había excepciones, claro. Will Eisner, por ejemplo, experimentó con un formato de ocho páginas para la tira cómica de The Spirit y en el proceso desarrolló las capacidades de narrativa gráfica del medio.
Stan Lee y Jack Kirby crearon lo que se conoce como el "Estilo Marvel" de hacer cómics. En lugar del tradicional proceso de escribir un guion, enviarlo al dibujante y luego al rotulista y al entintador, Lee escribía una sinopsis de la historia, que le enviaba a Kirby. Kirby decidía el ritmo en que se desarrollaría y la dibujaba sin más instrucciones. Una vez que terminaba, enviaba las páginas a Lee para que éste asignara textos y diálogos a las imágenes, y de ahí lo enviaba al rotulista y entintador para obtener el producto final.
Esa forma de trabajar le daba al dibujante un nivel de control que de otro modo no tendría. Bajo ese sistema se formaron muchos dibujantes que hoy día son leyenda dentro del medio, y la razón principal para que se les considere así es la innovación estilística que presentaron en su trabajo. Los cómics dejaron de ser páginas divididas en nueve cuadros de idénticas proporciones para convertirse en verdaderas piezas de arte diseñadas por artistas en busca de expresar gráficamente sus ideas.
Durante las dos décadas siguientes el medio siguió creciendo y desarrollándose conforme artistas con diferentes influencias e ideas fueron apareciendo. Algunos artistas se dieron cuenta de que podían contar historias sin otro colaborador, algunos equipos creativos nuevos se consolidaron y otros nuevos se formaron. Y como era de esperarse, también empezaron a aparecer escritores con ideas diferentes sobre como contar una historia en imágenes.
En los 80 se inició una "invasión británica" cuando varios escritores y dibujantes surgidos de la innovadora pero agonizante industria del cómic británico llegaron a América a inyectar un aire de frescura a los cómics de las dos grandes. Alan Moore encabezó a una generación de autores e ilustradores entre quienes podríamos destacar a Neil Gaiman, Grant Morrison, Jamie Delano, Brian Bolland, Dave Gibbons, Alan Davis, John Wagner, Steve Dillon, John Totleben, Carlos Ezquerra, y más recientemente Andy Diggle, Jock, Bryan Hitch, Frank Quitely, Warren Ellis, Garth Ennis y muchos más que se siguen sumando a esa distinguida lista.
Muchos escritores británicos iniciaron sus carreras como periodistas y ensayistas, lo que les daba una mejor preparación para buscar formas innovadoras y originales para narrar historias de forma más efectiva. Por su parte, los artistas británicos crecieron con influencias completamente diferentes a las de los norteamericanos, y sumados a una nueva generación de artistas, algunos de otras partes del mundo y otros surgidos de escuelas de diseño y publicidad, cambiaron la apariencia visual del cómic americanos para siempre. Pero me estoy desviando ligera e irremediablemente del tema.
Volviendo a la comparación con el cine, en ese medio también hubo una notoria evolución narrativa. El cine mudo era minimalista. Con muy pocos textos y en unos cuantos minutos, los pioneros del cine maravillaban audiencias. Poco a poco las tramas se hicieron más complejas y elaboradas, y por consecuencia, más largas. Durante los 30 y 40 se diversificó el contenido temático, pero la duración de las películas era menor a hora y media. Por ejemplo, no recuerdo una sola cinta de Alfred Hitchcock que dure más, y apenas un par de Orson Welles exceden ese tiempo.
En resumen, no creo que exista una relación directa entre el largo de una historia y su calidad. Cualquier historia puede contarse de forma más corta, solo es cuestión de que el autor decida qué es lo que quiere decir y cómo decirlo. Siguiendo con el ejemplo de John, tal vez Brian Michael Bendis podría contar sus historias en menos páginas, pero el desarrollo de personajes en sus largas escenas de conversaciones e introspecciones no estaría ahí. Y sin eso, no serían historias de Bendis.
A fin de cuentas, hay para todos los gustos, y del mismo modo que algunos prefieren historias cortas y al grano, otros disfrutan la clase de historias que ahondan en detalles y caracterización. Parafraseando a Harlan Ellison, "cada historia es única y diferente y dura lo que tiene que durar. Ni una palabra más, ni una palabra menos".
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