Hace ya un par de semanas que escribí mi reseña inicial de la versión de Peter Jackson de King Kong, pero la falta de tiempo me había impedido terminar su ya acostumbrado complemento. Debido al largo del mismo lo he dividido en dos partes. Primero, algunos antecedentes en relación a mi experiencia personal con el gigantesco gorila.
De la película misma no recuerdo prácticamente nada, y de acuerdo con gente que sí la recuerda, eso es algo por lo que debiera sentirme agradecido. Lo que si recuerdo es que la vi acompañado de dos de mis primos y de un número indeterminado de tíos.
Fue en el cine La Linterna Mágica, en San Jerónimo, al sur de la Ciudad de México. En ese entonces se trataba de un cine de buen tamaño con una gran pantalla y las butacas distribuidas en dos pisos. Curiosamente hoy en día tiene en exhibición el remake de Jackson, aunque la experiencia de vivirlo en el cine no puede ser la misma dado que ahora hay dos salas más pequeñas en lugar de la que había hace más de 20 años. Si se preguntan como es que recuerdo que tenía dos pisos la respuesta es fácil. Mis primos y yo insistimos en que queríamos verla desde el segundo piso, porque si Kong era tan grande como parecía, seguramente desde arriba podríamos verlo mejor. 😆
Pasaron algunos años antes de que tuviera la oportunidad de ver la versión original (1933) en televisión. Imagino que debe haber sido en Canal Once, donde aún acostumbran presentar películas clásicas, especialmente de género, como funciones de matineé los fines de semana. Al asistir a ver la versión de Jackson mis recuerdos de la original también eran un tanto nebulosos. Sin embargo, recordaba perfectamente la isla llena de animales prehistóricos, la pelea con el tiranosaurio (no conozco a nadie de mi generación que no haya sentido alguna vez al menos una mínima fascinación con los dinosaurios), y la escena final con Kong enfrentando a los biplanos desde la punta del Empire State.
Hace unos días pude ver otra vez esta película y aún conserva su encanto. Quizás este clásico sea la mejor película de monstruos jamás filmada fuera de Japón (para evitar controversias), pero vale la pena aclarar algunas cosas en beneficio del espectador casual que pudiera buscarla después de ver la reinterpretación de Peter Jackson. No se puede juzgar a esta película bajo estándares del cine contemporáneo por muchas razones. No usaré el cliche de "eran tiempos más simples" porque me parece una estupidez (sólo un estúpido podría afirmar que la época de la Gran Depresión era más simple), pero el cine y el entorno social eran diferentes. El cine era una industria en pleno crecimiento y recién empezaban las películas habladas.
Esto es muy notorio en los diálogos y las actuaciones. Los diálogos son muy inocentes y rayan en la ingenuidad, y las actuaciones son demasiado dramáticas. Esto último, supongo, para enfatizar la intención de las palabras de forma similar al teatro. En cuanto a los efectos especiales, la tecnología era otra y todo se hacía de forma artesanal. Pese a sus limitaciones, King Kong es considerada un parteaguas en el uso de miniaturas y stop motion, y destaca el trabajo del escultor y modelista mexicano Marcel Delgado, responsable de dar vida a los diseños de Willis O'Brien. Como encontré que muy poca gente conoce a Delgado o su trabajo, escribí una ficha para la Wikipedia, la cual espero complementar conforme encuentre más información.
King Kong tiene un destacado lugar en la historia de la cinematografía, y aún con ese peso encima, la versión de Peter Jackson es digna heredera de este clásico. Mis razones para hacer tal afirmación en el próximo post.
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