Yeon Sang-ho es un caso rarísimo en la industria del entretenimiento actual. Es uno de los pocos directores especializados en géneros fantásticos que goza de éxito comercial y del respeto de la crítica, y tiene una nutrida filmografía pese a que aún es muy joven (cumplió 44 años la navidad pasada). Sus inicios se dieron en el mundo de la animación, y explotó en la escena mundial en 2016 con Train to Busan (Estación Zombie), película que revitalizó el gastado género de zombis.
Esa película derivaba de su cinta animada Seoul Station, pero se estrenó antes y por ello muchos ven a la animación como precuela. Su éxito facilitó que recibiera luz verde para filmar Psichokinesis (2018), primera cinta coreana de superhéroes. A ésta le siguió en 2020 Peninsula, secuela a Train to Busan, y en 2021 hizo para Netflix Hellbound, serie de horror y fantasía oscura que pronto tendrá segunda temporada. Ahora la misma plataforma nos trae su cuarto largometraje, Jung_E.
Esta cinta de ciencia ficción aborda el debate sobre las implicaciones éticas de usar inteligencia artificial entrenada con modelos humanos para reemplazar a estos en distintas áreas, tema que últimamente ha sido tema de discusión por la expansión de ese tipo de tecnología en industrias creativas. El mismo Yeon escribió el guion y la película cuenta con un elenco encabezado por Kang Soo-yeon, Kim Hyun-joo y Ryu Kyung-soo. su estreno en Netflix se dio el pasado 20 de enero.
La historia está ambientada en 2194 y un prólogo nos cuenta que la falta de acción ante el cambio climático dejó a la Tierra en un estado inhabitable, por lo que se construyeron plataformas orbitales que sirven como refugio a la humanidad. Estos hábitats artificiales están bajo el control de corporaciones, las cuales, divididas en dos bandos, están en guerra. El uso de autómatas es esencial en el desarrollo del conflicto, y lograr mejores modelos de AI se ha vuelto un tema prioritario.
La Tierra no fue del todo abandonada, pues además de muchos desposeídos y pobres para los que no había cabida en los refugios espaciales, existen también varios laboratorios y plantas de producción de armas, lo que ha convertido a la superficie del planeta en un desolado territorio lleno de basura y desechos industriales que también se utilizan para probar armas y equipo que se usarán en la continua guerra civil que existe entre las corporaciones.
La protagonista principal de la historia es Yun Seo-hyun (Kang Soo-yeon), una investigadora obsesionada con crear al soldado perfecto con inteligencia artificial, pues está convencida de que, de lograrlo, la guerra llegará a su fin. La tecnología de la época permite hacer copias de la mente de cualquier persona, y Seo-hyun, como líder del proyecto Jung_E, utiliza la mente de un celebrado mercenario que quedó en coma para entrenar las IA en sus prototipos de soldado.
El soldado en cuestión es Yun Jung-yi (Kim Hyun-joo), la madre de Seo-hyun, quien treinta y cinco años atrás quedó en coma tras sufrir serias heridas durante su última misión. La científica cree que si su simulación completa esa misión, será la prueba definitiva de que la inteligencia artificial opera mejor que un humano en situaciones de combate, y reemplazarlos evitaría perder más vidas. El problema es que su investigación está atascada y sus jefes amenazan con cancelar el proyecto.
En términos generales y hablando sólo a nivel de trama, Jung-E no ofrece nada que no hayamos visto antes, pero la mano de Yeon Sang-ho se hace evidente en la sutil pero compleja construcción de mundo que presenta al espectador, así como en la aparente facilidad con que incorpora una temática profundamente humanista a una historia que sin problema alguno podría ignorar ese punto de vista y así evitar tener que lidiar con las implicaciones de esa aproximación.
En pocos minutos Yeon nos presenta un mundo que no es difícil imaginar como nuestro futuro con un marcado sistema de clases y donde la inteligencia artificial es una parte importante de la vida cotidiana. Por ejemplo, el nivel tecnológico de este mundo ofrece la posibilidad de gozar de una virtual inmortalidad, pues cualquiera puede hacer una copia de su mente para implantarla en un cuerpo sintético con la capacidad de recibir actualizaciones y mejoras constantes.
Claro que esto tiene un costo, y sólo los más ricos pueden acceder a los beneficios totales de esta tecnología, incluyendo los mismos derechos de un humano de carne y hueso, por lo que pueden casarse, tener propiedades, y ser parte integral de la sociedad. La gente de clase media no puede pagar el mismo nivel de servicio, así que sus copias virtuales tienen menos derechos y deben consentir que el gobierno tenga acceso a los datos en sus cerebros con fines de investigación.
Por último, en caso de que alguien no pueda pagar una de esas dos alternativas, existe una opción gratuita. El problema es que ésta implica renunciar a todos sus derechos: su mente vivirá, pero sin independencia de ningún tipo y esencialmente a la venta para su uso por cualquiera interesado en comprar esas mentes. Lo usual es que esos humanos artificiales sin derechos terminen confinados a las industrias de servicio y realizando los trabajos más básicos.
Por eso el cuerpo y mente de Jung-yi están en manos de una corporación que la ve sólo como una herramienta y un potencial producto, lo que además sirve como motivación a Seo-hyun para completar el proyecto antes de que sus dueños decidan usarla de otra manera. Esto añade capas narrativas al trabajo de Yeon, que por momentos raya en el horror, como cuando la ex mercenaria despierta en el campo de batalla, o en un cuerpo dañado o a veces incompleto sólo para ser interrogada.
Eso bastaría para crear una historia que más allá de la trama explorase temas como individualidad y libre albedrío, o la forma en que los derechos humanos pueden verse condicionados por el nivel económico de las personas, lo que tristemente no es algo exclusivo de la ciencia ficción. Pero Yeon no es la clase de director que se deje llevar por las expectativas de nadie, y todo eso pasa a segundo plano mientras él enfoca su atención en otro aspecto de la historia.
El director da preferencia al drama familiar que es el centro de la historia, que de cierto modo trata sobre una mujer que perdió a su madre cuando era niña, y ahora busca aprovechar su campo de trabajo y la tecnología a su alcance para tratar de reconectar con ella de una forma más que inusual, lo que añade una fuerte carga emocional e implicaciones dramáticas a una historia que de otro modo podría parecer demasiado simple.
Sólo vean la situación: Seo-hyun quedó huérfana cuando era niña y se crió en una institución gubernamental. Pasó un tiempo antes de que pudiera entender la forma en que su madre seguía existiendo, lo que marcó su vocación y el rumbo de su vida. Años de estudio la pusieron en posición de acercarse a su madre, y ahora se presenta a trabajar todos los días y ve a su madre fallar y morir una y otra vez antes de interrogar a su aterrorizado ser antes de desconectarla.
Es una historia sutil pero desoladora, y es difícil imaginar lo que pasa por su mente al darse cuenta de que el proyecto puede ser arrebatado de sus manos en cualquier momento. Seo-hyun debe confrontar su propia mortalidad mientras lidia con la idea de perder una vez más a su madre, sabiendo que su destino puede ser algo aún peor que revivir una y otra vez su última misión, lo que convierte al último acto de la película en una desesperada carrera contra el reloj con el sistema en contra.
Con el énfasis en el drama familiar, era imperativo contar con buenas actuaciones, y tanto Kang Soo-yeon como Kim Hyun-joo hacen un gran trabajo sin caer en excesos. La primera fue una de las más grandes estrellas coreanas en los 1980 y 90, pero a lo largo de este siglo su trabajo se volvió más esporádico, y Jung_E marcó su regreso tras casi diez años de ausencia, pero por desgracia falleció el año pasado durante la post producción de la película, que está dedicada a su memoria.
Las influencias visuales y temáticas en Jung_E son evidentes y el director no se esfuerze en ocultarlas. Ni debería, porque ninguna de ellas llega a convertirse en una distracción. La película está llena de escenas y situaciones que nos remiten a películas clásicas del género, como Blade Runner, RoboCop, Terminator y I, Robot, o incluso a los drones sin mente de la reina Borg en Star Trek. Pero todo eso es sólo parte del trasfondo de la trágica historia de Seo-hyun y Jung-yi.
En el caso de Jung_E, la elegancia y sutileza con que Yeon aborda su historia le juegan en contra. El director se toma su tiempo para presentar los distintos matices de su mundo y construir la relación entre sus dos protagonistas. Al usar un entorno de ciencia ficción para contar la historia, el director puede manipular los giros argumentales y maximizar el impacto de sus sorpresas, pero el ritmo semilento, con todo y sus sólidas secuencias de acción, exige mucha atención del espectador.
Me parece un tanto injusto que cada nuevo proyecto de Yeon sea comparado con Train to Busan. El impacto y éxito de aquella película obedeció no sólo al alto nivel narrativo y de dirección de su creador, sino también al entorno en que se dio, no sólo por el aparente estancamiento que sufría el género de zombis, sino también por la forma en que estaba cambiando la apreciación crítica del cine de géneros fantásticos, así que difícilmente alguien podrá replicar el fenómeno que representó.
Jung_E puede no ser una cinta tan redonda o bien lograda como el nuevo clásico del cine de zombis, y sus fallas, que no son tantas ni tan grandes, hacen que incluso dentro de la ciencia ficción distópica o cyberpunk se sienta más como un sólido y honesto intento que como una película memorable, pero lo que es indudable es que su creador muestra una vez más su talento para hallar nuevos enfoques y ángulos narrativos hasta en las premisas aparentemente más gastadas.
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