Para quienes crecimos en los 1980 y tuvimos oportunidad de ver la versión de Conan the Barbarian de John Milius, la primera de dos películas del personaje protagonizadas por Arnold Schwartzenegger, la idea de un remake fue recibida con sentimientos encontrados.
La película fue desarrollada por Lionsgate con altas expectativas de reavivar la franquicia, por lo que resultó un tanto controvertida la elección de Marcus Nispel como director a cargo de llevar a buen puerto el proyecto.
Ésta es apenas su cuarta película para cine, y de sus tres anteriores dos fueron remakes, y bastante malos. Si no ubican el nombre, fue el responsable de traer de vuelta The Texas Chainsaw Massacre (La Masacre de Texas) y Friday the 13th (Viernes 13). Considerando que su único no-remake, Pathfinder (Conquistadores), una cinta de vikingos que en su momento comenté aquí, tampoco es buena, no queda más que concluir que no es un buen director.
Estrictamente hablando, Conan the Barbarian no es un remake. A pesar de que comparte con la cinta de Milius el título y se supone que toma como base e inspiración las historias del personaje escritas por su creador, Robert E. Howard, la verdad es que lo único que toma de ellas son nombres de personajes y lugares, y juega libremente con elementos comunes en esas historias, pero con poco juicio o sentido común.
Conan es originario de las planicies de Cimeria, al norte de lo que un día será Europa. Nació durante una batalla y es un guerrero nato que desde temprana edad destacó por su bravura. Su aldea es arrasada por las fuerzas de Khalar Singh (Stephen Lang), conquistador en busca de las piezas de una mítica máscara que le dará el poder de un Dios, y el único sobreviviente es el entonces adolescente Conan. Desde entonces recorre el mundo en busca de pistas sobre el asesino de su padre, ganándose la vida como mercenario, soldado y pirata.
Ya como adulto, Conan (Jason Momoa) encuentra por fin pistas sobre el paradero de Khalar Singh, y mientras lo busca se encuentra con Tamara (Rachel Nichols), una monja buscada por el conquistador, pues su sangre es parte de lo que Khalar y su hija Marique (Rose McGowan) necesitan para completar el ritual que lo hará todopoderoso. La atracción entre ellos y su necesidad mutua de enfrentar a Khalar los convierte en compañeros de aventuras y algo más.
La película parte muy bien, pero en la parte intermedia se vuelve lenta y sin dirección. Lo peor es el último tercio, donde recurre a un cliché tras otro y sólo se detiene de vez en cuando para una secuencia de acción, las cuales son bastante disparejas, aunque en general salen bien libradas pese a no ser memorables. Lástima de guion y dirección, porque el diseño de producción y vestuarios, además de las actuaciones, hacen pensar que un poco de trabajo en el guion y un director más capaz pudieron hacer algo mejor con el material.
Momoa hace una convincente versión del mítico guerrero cimerio, reminiscente por momentos de la versión hallada en cómics clásicos de los 1970. McGowan y Lang son una delicia como villanos, lo que hace aún más lamentable la forma en que son desperdiciados. Nichols hace lo que mejor sabe (lucir sexy como damisela en peligro), y Ron Pearlman, quien interpreta a Corin, padre de Conan, nos deja deseando que hubiese tenido una mayor parte en la historia.
Al final, Conan the Barbarian no es tan mala película como se pudiera pensar, pero se trata de una película olvidable pese al buen trabajo y dedicación de algunos de los involucrados. Creo que esa sensación de que un poco más de esfuerzo, sobre todo en el guion y la edición, hubiese bastado para hacerla mejor, es lo que deja tan mal sabor de boca. Solo para quienes no tengan nada mejor que hacer en una tarde de domingo.
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