martes, 17 de agosto de 2010

Reseña: Toy Story 3

Pixar revolucionó el mundo de la animación cinematográfica en 1995 con el estreno de Toy Story, y desde entonces nunca ha dejado de estar a la vanguardia en ese terreno.

A diferencia de otros estudios, Pixar se ha preocupado por cuidar la historia en todos sus proyectos en vez de explotarlos como franquicias o producir secuelas sólo para generar ingresos. Toy Story es (hasta ahora) su única serie de películas, y las secuelas tienen el mismo nivel de calidad que la original, lo que demuestra que animadores y realizadores respetan y quieren a sus personajes e historias.

Toy Story 3 fue concebida originalmente por Disney cuando todo indicaba que ambas compañías se separarían y en aquel entonces existía el temor generalizado de que las propiedades generadas por Pixar para el estudio serían explotadas hasta el cansancio en toda clase de secuelas y spin-offs.

Por fortuna se llegó a un acuerdo, Disney adquirió Pixar y John Lasseter fue colocado a la cabeza del Departamento de Animación, asegurando así que los proyectos serán debidamente preparados y revisados antes de su aprobación. La historia de Toy Story 3 está planeada para cerrar una trilogía, completando un arco argumental para los populares juguetes y dando un final a su historia.


Andy, el niño propietario de estos juguetes, está a punto de irse a la Universidad, por lo que es muy probable que sus juguetes quedarán condenados al olvido. Su madre le pide que ponga orden en sus cosas, que separe lo que se piensa llevar, guarde en el ático las cosas que quiera conservar, y separe los juguetes que desee donar a la guardería local, advirtiéndole que cualquier cosa que deje atrás o sin guardar irá a la basura.

Tras vacilar unos momentos, Andy decide empacar a Woody para llevárselo a la Universidad y pone al resto de sus juguetes en una bolsa que piensa subir al ático. Una distracción lo hace dejar la bolsa en el piso y su madre, pensando que es basura, la saca a la calle.


Los juguetes escapan de la bolsa antes de que el camión recolector se los lleve, pero están molestos porque creen que Andy quería desecharlos, aun a pesar de que Woody intenta convencerlos de que no es así. Enojados, se meten en la caja destinada a la guardería, pensando que un lugar lleno de niños debe ser mejor que el ático o la basura. En la guardería conocen a un montón de nuevos juguetes, que les dan una calurosa bienvenida pero en realidad tienen sus propios planes para los recién llegados...

La película tiene todo lo que uno esperaría de Toy Story: aventuras y diversión al por mayor, una historia emotiva y llena de sentimiento, una exploración de los valores y del significado de la amistad, que representa además un auténtico viaje al pasado, mismo que sin duda llevará a todos a recordar algunos de sus juguetes favoritos y muchos de los momentos de su niñez, cuando el mundo real era cosa de adultos y dejaba de existir cada vez que uno sacaba sus juguetes y dejaba volar su imaginación.


Carajo, que así es como se cierra una saga, con el corazón en la mano y sin pensar en qué spin-offs se pueden sacar o qué tantos juguetes se pueden vender todavía.

La película fue dirigida por Lee Unkrich sobre un guion de Michael Arndt basado en una historia de Unkrich, Lasseter y Andrew Stanton, y al verla recordé una reflexión sobre el actual estado del cine (creo que la leí en una publicación británica, pero no recuerdo cuál), donde el autor se preguntaba por qué la mayoría de las películas clasificadas para adultos son una colección de desnudos gratuitos y un irreal excedente de sangre dirigidos a un público adolescente, en tanto que muchas películas infantiles eran mucho más maduras tanto mental como sentimentalmente hablando.

Si ven esto y no se les hace un nudo en la garganta o se les humedecen los ojos, es que no tuvieron infancia o están muertos por dentro, que para el caso es lo mismo. Recomendada ampliamente.

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