Desde hace unos años Michael Crichton es uno de mis escritores favoritos, y la razón principal es su habilidad para moverse entre géneros, saltando de uno a otro o trabajando sobre las líneas que, en teoría, los separan.
La trama está basada en un incidente conocido como El Gran Robo del Oro, ocurrido en mayo de 1855, cuando un cargamento de lingotes y monedas de oro fue robado de un tren que viajaba entre Londres y Folkestone, puerto donde sería embarcado hacia Francia. El robo fue descubierto hasta que el cargamento llegó a París, donde las policías francesa y británica iniciaron una investigación conjunta que terminó sin resultados y con ambas naciones culpándose entre sí.
La razón por la que no estoy de acuerdo con considerar a este libro como una novela histórica es debido a los muchos cambios realizados a la historia, incluyendo los nombres de los protagonistas y el desenlace del asunto. Mientras que los ladrones reales se llamaban William Pierce y Edward Agar, los protagonistas de The Great Train Robbery son Edward Pierce y Robert Agar. Supongo que esto puede considerarse como licencia artística de parte de Crichton, y la verdad no me molesta en absoluto.
Crichton lo hace parecer fácil al añadir descripciones y explicaciones sin por ello intervenir con el ritmo de su historia. El personaje de Edward Pierce es un caballero de alta sociedad, elegante, refinado y muy inteligente. Es él quien tiene la idea de robar el oro del tren y quien piensa en la forma de superar las aparentemente inviolables medidas de seguridad usadas para proteger los cargamentos, respondiendo con ingenio y atrevimiento a cada nuevo obstáculo que se presenta en su camino.
The Great Train Robbery se publicó en 1975 y fue adaptada al cine en 1979, bajo el mismo título y en una producción dirigida por el propio Crichton que contó con las actuaciones de Sean Connery y Donald Sutherland en los papeles de Pierce y Agar. Todavía no la veo (aún intento conseguirla), pero debo admitir que al leer el libro visualizaba a Jude Law y Robert Carlyle en esas partes. Pero eso debo ser sólo yo.
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