Hace un par de meses, cuando comenté Push, la más reciente película de Paul McGuigan, mencioné que había visto Lucky Number Slevin, y tras ver Layer Cake la semana pasada, me acordé de ella y decidí revisitarla esta semana aprovechando que tengo el DVD.
En busca de un cambio de aires, llamó a su amigo para pasar unos días en la Gran Manzana, pero las cosas no han cambiado mucho: lo asaltaron al salir de la terminal y le robaron su cartera, aunque conservó la maleta y el reloj. Lindsey se va, pero promete volver más tarde para ayudarlo a averiguar que pasó con Nick. Antes de que Slevin pueda vestirse llaman otra vez a su puerta. Dos matones de un mafioso local conocido como El Jefe (Morgan Freeman) le informan que éste quiere verlo.
Slevin no logra convencerlos de que no es Nick y es golpeado y llevado por la fuerza ante El Jefe con sólo una toalla y pantuflas. Incapaz de probar su identidad, Slevin decide dejar que las cosas fluyan. Al Jefe no le interesa si es Nick Fisher o no, pues lo único que desea es ver saldada una deuda de más de noventa mil dólares. Dado que Slevin no tiene ni el dinero ni forma de conseguirlo, El Jefe le ofrece una alternativa: si asesina al hijo de su rival, considerará la deuda cancelada.
Su rival es El Rabino (Ben Kingsley). Llegaron juntos a la ciudad y construyeron un imperio criminal, pero su relación se deterioró y siguieron caminos separados tras pactar una tregua. Viven aislados del mundo en penthouses super seguros, pero la tregua se rompió cuando el hijo del Jefe fue asesinado. Él culpa al Rabino, y quiere eliminar a su hijo en venganza. Slevin vuelve al departamento y se viste, pero llegan otros dos matones. La escena se repite y lo llevan a la fuerza ante el Rabino, que le informa que le debe treinta mil dólares y tiene tres días para pagarlos.
Slevin decide no discutir y regresa al departamento, donde es alcanzado por Lindsey, quien parece haber descubierto quién está tras la desaparición de Nick y la confusión de identidades: un misterioso hombre que se hace llamar Smith, quien más tarde se revela es un prestigiado asesino a sueldo conocido como Goodkat (Bruce Willis). Cuando Lindsey cuestiona a Slevin por su aparente falta de miedo o preocupación, éste le explica que tiene Ataraxia, por lo que no puede mostrar abiertamente emociones marcadas.
El principal problema de la película es que es imposible simpatizar con los personajes, pues la falta de emociones de Slevin se convierte en un factor alienante e impide al espectador cualquier posible identificación con él. Lindsey es demasiado abierta e impulsiva, y el resto de los personajes son amorales y están poco desarrollados, así que a nadie le importa quién sobrevive o no.
Los diálogos pretender ser astutos e imaginativos, pero existe una razón para respetar tanto a gente como David Mamet, Elmore Leonard o Quentin Tarantino: no es fácil escribir así. A pesar de sus problemas y la sensación de que Lucky Number Slevin pudo ser realmente buena y posicionar a McGuigan como uno de los directores más importantes en la industria comercial, la película es muy entretenida y sin duda resulta una buena opción para fans del género.
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