lunes, 6 de julio de 2009

Masters of Horror: William Malone

William Malone es otro caso en que uno se pregunta por qué podría considerársele como un Maestro del Horror, y la única explicación posible es su antigua amistad con Mick Garris, el productor de la serie. 

Malone empezó su carrera de director en 1981, pero tras un par de películas de bajo presupuesto que tuvieron una nula o tibia recepción, se enfocó a trabajar para la televisión, yendo de un género a otro pero intentando mantenerse cerca del horror. Dirigió episodios para series como Freddy's Nightmares, Tales From the Crypt, Dark Justice y Perversions of Science.

Su regreso al cine se dio en 1999 con el insípido e innecesario remake de House on Haunted Hill (La Residencia del Mal), y un par de años más tarde hizo FeardotCom (Miedopuntocom), que fue un fracaso de crítica y taquilla.

Lo que podría ser su mayor aportación al género parece no ser verdad, pues aunque muchos afirman que Malone diseñó la icónica máscara de Michael Myers en Halloween (John Carpenter, 1978), no encuentro confirmación alguna. La película tenía un presupuesto de algo más de trescientos mil dólares y Don Post Productions, firma de vestuario y maquillaje donde trabajaba Malone y propiedad de Don Post, productor ejecutivo de la cinta, se rehusó a producir una máscara original a cambio de un porcentaje de taquilla y mercancía licenciada, y sugirió utilizar una máscara barata y modificarla.

La máscara más barata que encontraron fue una del Capitán Kirk que adquirieron por veinte dólares y a la cual simplemente pintaron de blanco y alteraron el cabello, sin la participación o colaboración de Don Post Productions ni nadie de su staff, Malone incluido.

Con esos antecedentes, tal vez no sea sorpresa alguna que su episodio para la primera temporada de Masters of Horror sea su mejor trabajo a la fecha. The Fair-Haired Child (El Niño del Sótano) empieza con Tara (Lindsay Pulsipher), una linda pero retraída adolescente a quien sus compañeros de escuela hacen blanco de sus burlas a causa de su tendencia a soñar despierta y a fantasear con heroínas de historieta. Un día, de regreso de la escuela, Tara es perseguida y arrollada por una camioneta. Al recuperar la consciencia, se encuentra en cama en una espaciosa habitación y una mujer vestida como enfermera se encuentra sentada a un lado.

Para incrementar su confusión, la mujer le informa que se encuentra a muchos kilómetros de casa y que nadie está seguro de como llegó ahí. Tras intentar comunicarse con su madre, ésta, aparentemente bajo los efectos del alcohol o de algún fuerte medicamento, no presta atención a su predicamento y le pide se comunique más tarde. En poco tiempo Tara se da cuenta de que en realidad ha sido secuestrada por un extraño matrimonio que parece tener algo que ocultar, lo que sin duda no puede ser bueno para ella.

Tras intentar infructuosamente escapar de la casa, misma que para su desolación parece estar en medio de la campiña y lejos de cualquier contacto humano, Tara es arrojada al sótano de la casa, donde no hay escaleras. Mientras busca otra salida descubre horrorizada a un muchacho ahorcándose, y tras algunos esfuerzos consigue bajarlo y retirarle la soga del cuello. El muchacho se ve profundamente estresado y perturbado, aunque a base de señas logra hacerse entender. Se llama Johnny, y parece estar aterrorizado de algo que en cualquier momento puede quedar libre en el sótano.

Poco a poco Johnny (Jesse Haddock) hace que Tara entienda la gravedad de su situación. Johnny falleció en un accidente varios años atrás, pero sus padres (Lori Petty y William Samples) hicieron un trato con un demonio para regresarlo a la vida. El precio: deben sacrificar a doce niños, uno cada año en el cumpleaños de Johnny.

Tara es la última víctima, y una vez que su sacrificio se complete, Johnny podrá vivir de nuevo una existencia normal. Aunque Johnny parece simpatizar con Tara y le asegura que no desea hacerle daño, no puede oponer resistencia a las fuerzas que controlan su temporal existencia, así que Tara tiene que luchar por su vida, escondiéndose de la criatura liberada para realizar el sacrificio.

Eventualmente Johnny retoma el control por unos minutos y ambos llegan a la conclusión de que no es posible seguir postergando lo inevitable. Johnny le explica las condiciones en que ha tenido que existir desde que inició el ritual y que nunca fue su intención regresar, y menos a semejante precio. Tara simpatiza con su desesperanza y decide dejar de luchar, permitiendo que el largo ritual llegue a su fin.

Para beneplácito de sus padres Johnny vuelve a ser el mismo de antes de su muerte, pero las cosas no pueden volver a ser iguales, no después de lo ocurrido durante los últimos doce años, y menos después de los momentos que Johnny compartió con Tara, así que pronto revela a sus padres una siniestra sorpresa.

La historia está muy bien escrita y la dirección resulta impecable. Las actuaciones tanto de los dos adolescentes como de Samples y Petty son intachables, especialmente la de ésta última, que hace un trabajo sobresaliente. La ambientación y el diseño de escenarios son perfectos, complementando idealmente el tono de la historia.

Tal vez el único pero posible sea en cuestión de los efectos especiales, pues la criatura encargada del sacrificio resulta desigual en su ejecución, abusando por momentos de la ayuda digital a un trabajo de maquillaje y prostéticos que se siente a medio completar. El resultado no es del todo convincente, pero no llega a afectar de manera considerable a la película. Si Malone es capaz de llevar este nivel de sobriedad y congruencia a sus futuros trabajos, es probable que pueda sacudirse de una buena vez la etiqueta de director de segunda. Recomendado para todos los fans del género.

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