En 1979 la industria del cine era muy diferente a lo que es hoy día, y la ciencia ficción tenía una aceptación bastante más reacia de parte de público y crítica, y tal vez eso hace de Alien (Alien: El Octavo Pasajero), de Ridley Scott, una película tan importante y valorada.
Cuando se anunció que 20th Century Fox tenía intención de crear una película para revitalizar la saga, esto generó preocupación y molestia de muchos de los fans. Las secuelas no hicieron nunca honor a la original (sostengo mi opinión de que adaptar Starship Troopers no debe considerarse como hacer una secuela), y poco a poco se fue dañando el prestigio de la serie.
El anuncio de que el responsable de esta película sería el propio Scott, tranquilizó a muchos, sobre todo porque se rumoraba que pensaba incluir a Sigourney Weaver en el proyecto. El clima de desconfianza y preocupación regresó cuando se anunció que sería una precuela, lo que nunca resulta bien, y más aún, que tendría sólo lazos tangenciales con el clásico de 1979. Los previos disiparon muchas dudas y todo mundo esperaba ver un nuevo clásico de ciencia ficción. Y eso no fue lo que encontramos.
A fines del siglo XXI, Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), una pareja de investigadores, han reunido evidencia suficiente de que visitantes de otros mundos visitaron la Tierra en el pasado remoto, y están convencidos de que dejaron instrucciones a nuestros ancestros para poder encontrarlos en la inmensidad del espacio cuando estuviésemos listos.
Peter Weyland (Guy Pierce), multimillonario propietario de la empresa que lleva su apellido, se convence de su idea y acepta financiar una expedición a bordo de la nave Prometheus para llevarlos a conocer a nuestro creador. Sin embargo, lo que la expedición descubre al llegar al planetoide en cuestión dista mucho de ser el epifánico y filosófico encuentro que Shaw y Holloway esperaban.
Antes que nada, quiero señalar que difícilmente encontrarán dos películas más diferentes que Alien y Prometheus. La primera era un ambicioso pero humilde intento de contar una historia de horror en el espacio, en tanto que la segunda es una super-producción de un estudio que busca capitalizar la marca y el nombre del director de ambas. Una presenta a un grupo de trabajadores atrapados con lo desconocido, la otra a un grupo de turistas científicos en busca de las respuestas universales.
Ridley Scott tampoco es el mismo director que hizo Alien hace más de treinta años. Su manera de trabajar, su estilo narrativo, e incluso sus intereses e inquietudes, han cambiado, y así es como debe ser. O lo que es lo mismo: Si piensan ver Prometheus esperando que Scott nos devuelva lo que alguna vez fue Alien, están equivocados y deben evitarlo a toda costa. Aunque también existe la posibilidad de que lo que recuerden de aquella película y la realidad sean cosas totalmente distintas, en cuyo caso lo anterior no importa en lo más mínimo.
La película está narrada a buen ritmo y resulta bastante entretenida para la gran mayoría, pero tiene muchos problemas que pueden causar molestia a una parte de su audiencia. Por principio de cuentas, el guión tiene unos agujeros argumentales por los que podríamos hacer cruzar un carguero espacial, pero no estoy tan convencido de que esto no sea intencional, pues es obra de Damon Lindeloff y todos sabemos el éxito que representó contar cosas a medias en Lost.
Más grave quizás, resulta el hecho de que los diálogos sean tan pobres pese a tratarse de un grupo de científicos interpretados por un talentoso conjunto de actores. Idris Elba, Charlize Theron y Michael Fassbender son lanzados a escena sin mucho con que trabajar, con la única posible excepción de Fassbender, quien hace de su interpretación de David uno de los puntos altos de la película.
Y creo que ése es mi mayor problema con Prometheus, pues es una película que me gusta e irrita casi a partes iguales. Las partes que me gustan, me gustan mucho, pero los detalles que me molestan, me molestan demasiado. Es como tener un pastiche de ideas a medio cuajar, como un dulce pastel de su sabor favorito, pero plagado de piedritas que amenazan con romperte los dientes si te dejas llevar por el entusisamo.
A fin de cuentas Prometheus es una entretenida película de ciencia ficción que debe resultar del agrado de la gran mayoría, pero con demasiado contenido teológico e ideas a medio realizar como para satisfacer a los aficionados a una ciencia ficción más rigurosa y disciplinada, con severos problemas de contenido, pero contada por un experimentado narrador visual que le saca todo lo posible al guion que tiene. Es decir, una película que deben ver para sacar sus propias conclusiones. Recomendada, pero con algunas reservas.
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