Estaba tentado de ver la película antes del estreno de Prometheus, pero opté por no hacerlo a fin de evitar crearme expectativas demasiado altas o llegar a la sala con ideas preconcebidas de lo que debiera ser la película, quedándome con el recuerdo de hace más de 15 años, cuando la había visto por última vez.
Pero una vez vista Prometheus ya no había excusa, además de que recientemente me encontré a muy buen precio la edición en Blu-ray que incluye tanto la versión original, estrenada en 1979, como la reedición hecha por el propio Scott en 2003 y conocida como el Director's Cut, aún contra los deseos del director, quien afirma que la versión original le sigue gustando y que los cambios que hizo son menores. Tras ver ambas versiones, estoy totalmente de acuerdo con él, aunque debo admitir que me gusta más la reedición.
La película sigue a la tripulación de la nave Nostromo, un remolque en camino a la Tierra con un cargamento de minerales provenientes de colonias en galaxias distantes, pero una transmisión de radio provoca que la nave altere su ruta y despierte a la tripulación antes de lo programado. No hay forma de saber si la transmisión es un S.O.S. o no, pero los protocolos de misión obligan a investigar su origen y, de ser necesario, asistir a quien así lo necesite. Esto no cae muy bien entre los miembros de la tripulación, pero obedecen de todos modos.
La señal proviene de un planetoide que orbita alrededor de un planeta gigante, de entre lo que parece ser una nave estrellada en su superficie. Dallas (Tom Skerrit), el capitán de la misión, desciende al planetoide acompañado por Kane (John Hurt), su primer oficial; y Lambert (Veronica Cartwright), navegante del Nostromo. Al interior de la nave encuentran los restos de un humanoide gigante y una gran cantidad de vainas que asemejan huevos. Uno de estos huevos se abre y una extraña criatura se adhiere al rostro de Kane, por lo que Dallas y Lambert se apresuran a llevarlo de regreso a la nave.
La tercer oficial, Ripley (Sigourney Weaver), se rehúsa a dejarlos abordar antes de que cumplan con la cuarentena indicada en los protocolos, pero Ash (Ian Holm), el oficial científico, abre las compuertas y los deja ingresar a la nave, sin saber la clase de horror que acaba de admitir a bordo. Lo que sigue es una de las grandes experiencias cinematográficas en términos de horror y suspenso, donde los claustrofóbicos pasillos y oscuros rincones dentro del Nostromo se convierten en el escenario perfecto para este clásico del cine de ciencia ficción.
A pesar de los años, la película sigue siendo una maravilla en cuanto al manejo de la tensión y suspenso. La única razón por la que me gusta más el corte de 2003 que el original es porque algunas de las escenas incorporadas ayudan a un mejor flujo narrativo, además de que habían sido removidas con argumentos bastante débiles que tenían que ver con que a fines de los 1970 existía la percepción de que la cinta resultaba excesivamente violenta. Aunque los efectos especiales acusan el paso del tiempo, sobre todo en lo referente al maquillaje y prostéticos (sin retoques digitales, claro), la película se conserva a las mil maravillas.
Me sorprendió ver la clase de talento que Scott pudo reunir para interpretar a su tripulación, pues a los actores antes mencionados habría que sumar a Harry Dean Stanton y Yaphett Kotto para completar la tripulación del Nostromo. Lo que más me sorprendió fue lo escueto de la producción, pues en estos tiempos en que nos hemos acostumbrado a que las películas de género son super-producciones multimillonarias, cuesta trabajo imaginar que uno de los hitos de la ciencia ficción cinematográfica haya sido una película relativamente modesta.
Si nunca han visto Alien (que en español se llamaba Alien: El Octavo Pasajero), deberían darle una oportunidad. Y de ser posible, háganlo antes de ver Prometheus, pues hay un par de revelaciones en esta última que pueden alterar la claustrofóbica experiencia de suspenso que representa esta película. Altamente recomendada.
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