Hace un par de años, cuando se estrenó en nuestro país el remake de Clash of the Titans (Furia de Titanes) dirigido por Louis Leterrier, comenté en mi reseña que, más que mala, la película me había parecido decepcionante.
La versión de 1982 dista mucho de ser perfecta, pero sigue siendo una buena historia contada de una manera bastante capaz con las herramientas existentes en aquel entonces y concentrándose en el desarrollo de personajes como una parte importante de la película, elementos que aparentemente fueron ignorados por los productores, director y guionista del remake.
Supongo que lo que más me molestó fue ver reunido a un buen elenco y la realización de un buen trabajo en cuanto al diseño de producción, pero sólo para ignorar lo que debía ser lo más importante, la historia. ¿Cómo puedes hacer una película sobre seres mitológicos, y no ponerle siquiera un poquito de magia a tu trabajo?
Hace un par de semanas se estrenó la secuela a ese remake. Cuando se anunció el título, Wrath of the Titans, me divirtió la idea, porque se traduciría literalmente como Ira de Titanes, que bien podría adaptarse como Furia de Titanes. El problema es que ese título se utilizó en español para Clash of the Titans, que debía haberse traducido como Choque de Titanes. La distribuidora prefirió no complicarse y nombrarla simplemente Furia de Titanes 2.
En una historia de acción y aventuras estoy dispuesto a perdonar la falta de caracterización o una narrativa poco sólida, pero nunca que me aburra. Jonathan Liebesman es un director bastante gris cuya filmografía (Darkness Falls, The Texas Chainsaw Massacre: The Begining y Battle Los Angeles) no es para presumir, pero de verdad me sorprendió lo mal que dirige esta película. Hay gran cantidad de líneas robadas de Star Wars y momentos calcados de The Lord of the Rings y otras películas de fantasía, pero incluso al copiar lo hace mal.
Supongo que lo que más me molestó fue ver reunido a un buen elenco y la realización de un buen trabajo en cuanto al diseño de producción, pero sólo para ignorar lo que debía ser lo más importante, la historia. ¿Cómo puedes hacer una película sobre seres mitológicos, y no ponerle siquiera un poquito de magia a tu trabajo?
Hace un par de semanas se estrenó la secuela a ese remake. Cuando se anunció el título, Wrath of the Titans, me divirtió la idea, porque se traduciría literalmente como Ira de Titanes, que bien podría adaptarse como Furia de Titanes. El problema es que ese título se utilizó en español para Clash of the Titans, que debía haberse traducido como Choque de Titanes. La distribuidora prefirió no complicarse y nombrarla simplemente Furia de Titanes 2.
La historia en Wrath of the Titans transcurre aproximadamente diez años después de su antecesora. Perseo (Sam Worthington), el semi-dios hijo de Zeus (Liam Neeson) que ganó gloria y fama al eliminar al Kraken, intenta llevar una vida tranquila como pescador y criando a su hijo, Helius. Io, su esposa, lo hizo prometer que su hijo tendría una vida pacífica. Claro que si ese fuera el caso, la película sería aún más aburrida.
Perseo recibe la visita de Zeus, quien le explica que el fin de la Era de los Dioses está cerca, y solicita su ayuda. Perseo se rehúsa a acompañarlo, argumentando que lo único que le importa es su hijo. Hades (Ralph Fiennes) y Ares (Edgar Ramirez) han traicionado al resto de los dioses del Olimpo y pretenden usar el poder de Zeus para revitalizar a Cronos, el Titán, quien destruirá el mundo en cuanto pueda liberarse de sus ataduras en las entrañas del Monte Tártaro.
Poseidón (Danny Huston) escapa e informa a Perseo de lo que ocurre y le pide que busque a su hijo e intente detener a Cronos. Perseo encuentra a Agenor (Toby Kebbell), el hijo bastardo de Poseidón, quien junto con la reina Andrómeda (Rosamund Pike) y un puñado de guerreros, lo ayudan a buscar a Hefesto (Bill Nighy) para que este les indique el camino para entrar en el Monte Tártaro y rescatar a Zeus.
Tomando en cuenta el notable elenco que menciono, me parece vergonzoso que hayan filmado una película con un guion tan malo, sobre todo en lo que se refiere a los parlamentos. Creo que en algún momento la mayoría de los actores notaron que al director no le importaba y dejaron de preocuparse al respecto, y sólo dejaron que la acción los llevase. Lo que nos lleva al mayor problema de la película: es aburrida.
En una historia de acción y aventuras estoy dispuesto a perdonar la falta de caracterización o una narrativa poco sólida, pero nunca que me aburra. Jonathan Liebesman es un director bastante gris cuya filmografía (Darkness Falls, The Texas Chainsaw Massacre: The Begining y Battle Los Angeles) no es para presumir, pero de verdad me sorprendió lo mal que dirige esta película. Hay gran cantidad de líneas robadas de Star Wars y momentos calcados de The Lord of the Rings y otras películas de fantasía, pero incluso al copiar lo hace mal.
No queda claro si dirige una película de aventuras o una comedia con toques de drama. Se trata de un absurdo pastiche de géneros que me hace apreciar un poco más la película de la que deriva. Me es imposible recomendar esta película con la conciencia tranquila, pues no merece ser considerada como nada más que un último recurso en caso de que necesiten matar poco más de dos horas de su tiempo. Advertidos quedan.
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