jueves, 26 de abril de 2012

Shame (Deseos culpables)

Steve McQueen es un director cuyo trabajo sólo puede ser descrito como crudo y a quien no le gusta matizar los temas sin importar qué tan delicados puedan ser, tal como evidenció hace un par de años la excelente Hunger (Hambre). Su segundo largometraje resulta igualmente duro y controvertido por el tema central en su historia: la adicción al sexo.

Una vez más se trata de una película para la que él mismo escribió el guion, y también en esta ocasión recurrió a los servicios del talentoso Michael Fassbender para que fuera el encargado de dar vida a su protagonista.

Brandon (Fassbender) es un ejecutivo de cuenta en una empresa neoyorquina, quien goza de cierto éxito, pero no es feliz. A pesar de tener un buen empleo y vivir en un cómodo departamento, de tener cierto éxito con las mujeres y llevar una vida holgada y tranquila, Brandon es incapaz de desarrollar una relación personal de cualquier clase.

Sus amigos en realidad son sólo conocidos y compañeros de trabajo, no tiene novia y ni siquiera charla con sus vecinos. Debajo de esa incapacidad para conectar con la gente existen toda clase de traumas, pero la forma de Brandon de lidiar con ellos es ignorándolos y ocultándose detrás de su adicción al sexo.



Brandon suele circular por bares y clubes nocturnos en busca de sexo casual, gasta fortunas en sitios porno y videochats en internet, y acostumbra contratar prostitutas a fin de satisfacer sus deseos y necesidades con bastante frecuencia. Al vivir solo y no tener amigos cercanos o familia, puede llevar esa clase de vida sin molestar o escandalizar a nadie. Al menos, claro, hasta que su hermana menor llega a su casa en busca de asilo.

Sissy (Carrie Mulligan) es el completo opuesto de su hermano, pues mientras éste busca evitar cualquier clase de intimidad o contacto humano que involucre un mínimo compromiso social o sentimental, ella es capaz de cualquier cosa con tal de no estar sola, incurriendo incluso en varias actitudes auto-destructivas. Su presencia en casa de Brandon altera el cuidadoso balance con que este enfrenta su vida, acelerando una caída libre que lo llevará a perder el control y buscar los más extremos excesos de su adicción.



McQueen construye la historia a partir de los personajes pero sin tratar de justificar sus acciones o reacciones. En vez de contar las traumáticas experiencias que los hicieron llegar a ser lo que son, se concentra en colocarlos en situaciones cotidianas para ir construyendo su personalidad, lo que permite que el espectador saque sus propias conclusiones sobre su pasado y se relacione con ellos de modo similar a como lo haría con un vecino o compañero de trabajo.

Esta clase de película depende mucho de la calidad interpretativa de sus actores, por lo que es una fortuna que McQueen haya elegido a un par de interpretes tan talentosos como Mulligan y Fassbender. Shame es una película diferente a lo que estamos acostumbrados en el cine comercial, pues trata un tema delicado de forma cruda pero madura, y lo hace sin aspiraciones moralinas o juiciosas. No es una película para todo público, pero todo adulto con criterio la debería... apreciar, pues aquí no hay nada que disfrutar. Altamente recomendada.

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