Tony Sandoval es un talentoso ilustrador y artista de cómics a quien tengo el gusto y el honor de llamar amigo desde hace más de veinte años. Por su trabajo, Tony emigró al viejo continente hace más de una década, y goza de reconocimiento en la mayor parte de Europa, lo que se ve reflejado en exposiciones de su obra, y en toda clase de reconocimientos por su labor en novelas gráficas.
Teníamos casi tres horas hablando cuando me dice, "oye, wey... ¿no me ibas a entrevistar?" Me reí y le respondí, "¿y qué crees que he estado haciendo todo este rato?" Se carcajeó y manifestó su escepticismo sobre que fuera capaz de sacar una entrevista coherente de nuestra errática charla, que fue de amigos en común a cine y TV, o de comida a anécdotas personales, además de cómics, claro, pero le pedí que confiara en mí.
Lo que sigue es el resultado de transcribir y editar fragmentos de esa charla. Tony se sorprendió, pero le gustó el resultado, así que la mandé a Jorge Tovalín, coordinador editorial de Comikaze, para su revisión y aprobación. La entrevista se publicó como parte de Comikaze #31 (mayo de 2016), y un par de años después se recogió también en el sitio web de la revista. Pueden leerla en este enlace, o seguir adelante en esta misma publicación.
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Tony Sandoval es uno de los secretos mejor guardados del cómic. Publica en Europa desde hace diez años, pero es casi desconocido en Norteamérica. Por segundo año consecutivo está nominado a los Eisner, y recientemente platicamos con él para ponernos al día.
¿Por qué mudarte a Europa?
Me mudé a Barcelona para hacer libros infantiles con una ONG. Ya tenía contacto con Paquet Editions, compañía suiza que me publicó en 2005, y todo se fue dando. Nunca pensé vivir acá, pero te acostumbras. A veces te entra la nostalgia, como en Navidad. Extraño los tamales, los frijoles refritos, las posadas, y todas esas cosas maravillosas que tenemos en México, pero entonces algo ocurre o empiezas a salir con alguien y se te pasa. Encontré una tienda que vende cosas para preparar comida mexicana, carísima, pero ya puedo hacer tacos y quesadillas.
Además, adoro las tiendas de arte. En París, la ciudad de los dibujantes, hay muchas tiendas viejas que venden toda clase de utensilios de dibujo, y no son tan caros como podrías imaginar. No me gusta ir de compras, pero enséñame una tienda de artículos de arte y me perderás por horas. Ahí redescubrí mi gusto por las plumas para entintar, y cada que voy a una nueva ciudad busco plumillas y lápices para seguir experimentando.
Respecto al trabajo, tengo libertad para hacer casi lo que quiera porque mi editor confía en mí. Soy muy disperso, hago muchas cosas, pero siempre alrededor de mi trabajo o en algo que sirva para proyectos futuros, así que no es problema. Hablo a menudo con mi editor para que sepa qué estoy haciendo, y una vez al año nos reunimos para platicar. Le muestro lo que he hecho, lo revisa, hacemos correcciones y ya.
Magnetic Press publicó en Estados Unidos Doomboy y A Glance Backward. Ambos tomos han sido nominados al Eisner. ¿Cómo te cayó la noticia?
El año pasado nominaron a Doomboy como mejor publicación para adolescentes, y me sacó mucho de onda. Me avisaron en Barcelona, en el Saló del Comic, y estaba crudo, pero de la emoción hasta se me bajó… ja, ja, ja.
Este año fue diferente. Mike Kennedy [publisher de Magnetic Press] me escribió para avisarme. Lees el correo, te emocionas y haces la danza de la lluvia, pero luego se te pasa y regresas a seguir trabajando. A mí se me olvidan esas cosas. Luego fui a casa de Pierre y me enteré que eran dos nominaciones, lo que está muy padre. Segundo libro publicado allá y segundo nominado, pero no puedes hacer nada más, ganar no depende de ti.
Estás nominado como mejor pintor o artista multimedia. ¿Cómo te sientes al respecto?
Pintor digital. Je. Cuando salí de México no sabía ni que era un jpg o un tiff, ja, ja, ja. Apenas sabía prender la computadora. Recuerdo que [Ricardo] Peláez y Pato [Delgado] se burlaban de mí. Me enojaba y les decía, “van a ver, voy a aprender y les ganaré a todos”.
Cada quién trabaja como mejor se acomoda. Lo único que hago digital es el color, y sólo por el tiempo que ahorro. Si ves mi trabajo reciente notarás que estoy haciendo mucho en tintas. En Berlín hice un cómic para un festival y sólo por curiosidad lo hice todo a tintas, en blanco y negro. Me gustó mucho, y al terminar las 26 páginas ya le había agarrado el gusto a la pluma.
Estaba retomando Mil Tormentas, y se me ocurrió dibujarlo así, a pura tinta. Lo visualicé con esa técnica y me gustó mucho. Se lo propuse a mi editor y me dijo, “está bien, dale”. Lo hice y creo que quedó bien. Lo quería en blanco y negro porque, no es por echarme porras, pero se veía a toda madre, aunque tuve que meterle color.
Claro que al color también hay que ponerle amor. Es demasiado trabajo, casi 200 páginas, y a veces pasaba quince horas al día coloreando, hasta los fines de semana, así que si no le pones un poco de corazón no acabarás nunca.
Me sorprenden artistas como Enrique Fernández, que hace cosas increíbles en digital. No tiene un sólo trazo en papel pero parece que hace aguadas. Puedes ver esas curvitas quebradas, el margen de error del lápiz, y piensas esto no puede ser digital. O Cameron Stewart, que compartía estudio conmigo en Berlín y dibuja todo en digital.
Él tenía muchos aparatos para dibujar, pero su trabajo se veía como tintas normales de los gringos, y yo pensaba “¿para qué tanto aparato si puede hacer eso en papel con una buena pluma?” Platicando con él, me contó que cuando empezó en esto, no sobresalía como artista, pero al adoptar el digital su estilo evolucionó, agarró confianza y fue puliendo su trabajo, y eso me parece muy válido.
A fin de cuentas, el digital es una herramienta más, y si te gusta trabajar de cierta manera, se vale usar lo que te acomode. Cada proyecto es diferente, y elegir cómo lo vas a realizar puede variar de un trabajo al siguiente.
¿Cómo nació A Glance Backward?
Pierre [Paquet] lo escribió para lidiar con la muerte de su padre, que falleció cuando él tenía once años. Había intentado hacerlo antes con otros dibujantes, pero nunca fructificó. Un día me lo propuso y fue en buen momento, porque yo acababa de terminar Nocturno y me sentía vacío, sin ideas para algo nuevo. “Es una historia muy bonita, y si la hacemos ganará un premio”, me dijo.
Él tiene otras empresas además de la editorial y es una persona muy ocupada. Un día me habló y dijo, “tengo un par de días, te veo en Barcelona”. Nos reunimos en una terraza y me contó lo que quería, describiendo las páginas. Mientras él platicaba yo hacía una especie de storyboard y se lo iba enseñando. Me señalaba correcciones o ajustes, pero no me daba nada de diálogos o textos.
Trabajamos así en Barcelona, en alguna parte de Francia, en Munich, en Ginebra. Lo hacíamos cuando él tenía tiempo y era extraño trabajar así. ¡Hasta me pagaba el avión para ir a verlo! En ese periodo empecé a desarrollar Doomboy y otras cosas, pero necesitaba tiempo para hacerlas, y trabajar en esto me lo dio.
Lo completamos en ocho meses y lo publicó en 2011 como parte de una colección muy bonita, pero no le fue muy bien en Francia, pues les pareció demasiado pretencioso. En Brasil tampoco le fue bien, aunque elogiaban mi dibujo. Yo lo leí hasta que estuvo impreso. Me dieron una copia en Angoulême y lo leí ahí mismo, y entonces entendí por qué me hizo dibujar todo eso. Somos amigos y al leerlo entendí muchas cosas, porque me había contado varias anécdotas.
Por último, ¿Qué te parece la noción de ganar notoriedad en Norteamérica?
Siento que el mercado americano está cambiando y es más receptivo a otra clase de material, así que estoy explorando la opción de hacer algo allá, tal vez con Image, donde ya tengo contactos. También sigo viendo cómo hacer que mi trabajo esté disponible en México, y si todo sale bien eso pasará muy pronto.
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