El camino de Nimona a la pantalla es casi tan interesante como la historia misma. Nació en 2012 como un webcomic que N.D. Stevenson inició mientras estudiaba en el Maryland Institute College of Art. Un agente literario le consiguió un contrato con Harper Collins que, a su conclusión en 2015, lo publicó como novela gráfica. Ésta le valió a Stevenson ser finalista al National Book Award 2015 y en 2016 ganó el Eisner Award por mejor album gráfico de obra reimpresa.
20th Century Fox Animation compró los derechos para una adaptación dirigida por Patrick Osborne y animada por Blue Sky Studios con planes de estrenar en febrero de 2020. Cuando Disney compró a Fox, la fecha se movió a marzo de 2021, y luego a enero de 2022. A inicios de 2021 Disney cerró Blue Sky y canceló el proyecto. En 2022 Netflix retomó el proyecto en sociedad con Annapurna Pictures y con DNEG Animation a cargo de la animación.
La película fue dirigida por Nick Bruno y Troy Quane, directores de Spies in Disguise (Espías a Escondidas, 2019,) quienes habían reemplazaron a Osborne a mediados de 2020, con Robert L. Baird y Lloyd Taylor a cargo de escribir una nueva versión del guion. Chloë Grace Moretz y Riz Ahmed, parte del proyecto original, encabezan el elenco de voces. Tras su premiere en el Annecy International Animation Film Festival, la cinta estrenó en Netflix el 30 de junio.
La historia está ambientada en una versión futurista de un reino medie/val y cuenta
la historia de Ballister Boldheart (Ahmed), el primer plebeyo en ser aceptado en la escuela de caballeros. Pero la noche en que debía convertirse en héroe del pueblo nada salió como él esperaba, pues durante la ceremonia en que es armado como caballero sucede una tragedia, y él es señalado com el responsable.
Decidido a limpiar su nombre, Ballister se dispone a investigar lo que en verdad sucedió, pero sus planes son interrumpidos por la aparición de Nimona (Moretz), una joven de cabellos rosados que se ofrece a ser su asistente para causar caos en la ciudad. Aunque se siente un tanto decepcionada al descubrir que Ballister no es un villano, decide ayudarlo, si es que se puede llamar ayuda a lo que hace en cada oportunidad que tiene.
Y es que Nimona no es una chica común, sino una cambiaformas capaz de adoptar la forma de cualquier animal o criatura, desde una rata o gato hasta un rinoceronte o dragón. Con la destrucción que deja a su paso, Ballister descubre que será difícil poder convencer al público de su inocencia, pero aún así no cesa en su intento. Por su parte, los caballeros del reino, bajo instrucciones de la directora del instituto que los entrena, intentan capturarlo.
Para complicar aún más las cosas, el capitán de los caballeros que buscan atraparlo es Ambrosius Goldenloin (Eugene Lee Yang), descendiente de la más grande heroína que el reino haya conocido, y novio (¿o ex?) de Ballister, quien debe decidir entre cumplir con su deber o ayudar a la persona que ama, y todo mientras poco a poco se revela el secreto sobre la verdadera naturaleza de Nimona, así como la verdadera función del instituto.
En términos generales la historia se apoya en muchos clichés del género de fantasía, pero lo que la separa de material de menor calidad es el trabajo de personajes, comenzando por tratar a su pareja homosexual como parte integral de la historia y no sólo como una muestra de representación, y haciendo que su relación tenga un impacto en sus decisiones sin hacer un énfasis innecesario en que no es un romance "tradicional".
Por otra parte, la desquiciada energía de Nimona y el modo en que se usa en pantalla ayuda a que la película avance a un ritmo frenético en donde la acción y los momentos emotivos se suman para hacer de la cinta una experiencia más que disfrutable para público de todas las edades, con una mezcla de acción, humor, momentos humanos y una reflexión sobre la importancia de mantenerse fiel a uno mismo.
Moretz dota a Nimona de una caótica energía que resulta infecciosa, y aunque sus impulsivas acciones suelen causar más problemas de los que resuelve, no es difícil simpatizar con ella. Los responsables de la cinta se aseguran de que todo mundo entienda que ella podría adoptar cualquier forma que desee, ya sea un animal común (aunque de color rosado) o una criatura fantástica, pero elige pasar la mayor parte del tiempo como una chica.
Esto permite explorar al personaje como una metáfora bastante clara que a la vez hace una crítica a la sociedad contemporánea, que nunca ha tenido reparos en hacer que una chica se sienta incomprendida y fuera de lugar. A pesar de su condición como marginada, Nimona no parece tener problema alguno con su fluida identidad, y su actitud rebelde es una respuesta a la hostilidad de un mundo que se niega a aceptarla como es.
Y el rechazo de la gente no es casualidad. Se trata de una sociedad que durante siglos ha sido condicionada para temer a todo lo que es distinto. La ciudad está rodeada por grandes murallas y es patrullada por caballeros entrenados para protegerla de cualquier amenaza externa, aún si hace siglos que nadie ve una de esas presuntas amenazas, lo que no ha impedido que las autoridades fomenten el miedo que les permite actuar sin cuestionamientos.
Por su parte, Ballister complementa a la perfección a Nimona gracias al balance con que se exploran las diferencias y similitudes entre ambos. Ballister es otro personaje a quien la mayoría trata como un paria que no pertenece al lugar en que se encuentra, pero no a causa de su sexualidad, sino de su condición social, pues es el único caballero que no pertenece a la altanera aristocracia del reino, y nada le gustaría más que ser aceptado.
Aunque el estaba convencido de poder probar su valor y con ello ganarse la aceptación general, y pese a ser el mejor caballero de su clase, su condición de chico surgido de las calles hace que el público lo vea con desconfianza, lo que facilita la labor de quienquiera que lo haya incriminado. Ese prejuicioso rechazo es un reflejo de lo vivido por Nimona, pero la forma en que ambos lo enfrentan no podía ser más distinta.
Nimona considera que hay que derrocar al sistema y empezar de cero, pero Ballister se rehúsa a poner en duda la pureza de las instituciones, aún si ésa es la única forma de limpiar su nombre. Es un producto del sistema y no es fácil sacudirse la educación de una vida, ni siquiera cuando se hace evidente que la Institución (las metáforas no son sutiles) y su directora (Frances Conroy) harán lo que sea necesario para acabar con él y su nueva amiga.
La sumisión es algo tan arraigado en él, que al confrontar a Nimona por su forma de ser le sugiere que quizá la gente la aceptaría mejor si sólo tratara de ser simplemente una chica, lo que una vez más es una transparente alusión a la metódica manera en que la sociedad presiona a las minorías, sobre todo en términos de identidad sexual a renunciar a su individualidad, a no hacer ruido o llamar demasiado la atención.
La interacción entre ambos carga con el peso emocional de la historia, que se centra en la relación que se da entre la rebelde joven que se niega a renunciar a su esencia para ser aceptada y piensa que acabar con el sistema es la única solución, y un homosexual de apariencia y comportamiento estereotípicamente masculinos que fue expulsado del sistema pero está convencido de que si hace lo que los demás esperan de él será bienvenido de vuelta.
Más allá de si son ciertas las acusaciones de que Disney canceló la película porque les incomodaba el contenido LGBTQ+ o no, creo que puede haber otra razón para que el proyecto no fuera visto con buenos ojos por el departamento de animación de la casa del ratón. Y es que, de forma similar a lo que ocurrió con Shrek hace más de veinte años, Nimona se mofa y satiriza la clásica fórmula de los cuentos de hadas con que Disney construyó su imperio animado.
Y es que, aún si ha habido avances de parte de Disney hacia dejar atrás la narrativa didáctica basada en un obsoleto conservadurismo moral que durante décadas fue parte esencial de sus películas (Frozen, Moana, Luca, Encanto y Strange World son ejemplos de esta tendencia progresiva), es evidente que el estudio aborda esa clase de cambios de una forma tímida, a veces exagerando la sutileza con que aborda ciertos temas, más como una insinuación.
Y ése es un miedo que Nimona no comparte, y por momentos da la sensación de existir justo para desafiar las expectativas de lo que una cinta animada de fantasía puede o debe ser, desde la ausencia total de ambigüedad al mostrar la relación entre Boldheart y Goldenloin hasta la reversión total del rol de una chica como princesa en potencia, todo presentado de forma desparpajada, regocijándose en su honesta irreverencia por las tradiciones del género.
Otro aspecto que separa a Nimona de otras animaciones es el visual. A primera vista pareciera tratarse de una animación 3D con render en 2D, técnica que se ha vuelto relativamente común en años recientes, pero tengo la impresión de que en realidad es una mezcla de 2D y 3D que, además de darle una apariencia propia y distintiva, refleja algunos de los temas explorados en la película, como la mezcla de tradición e innovación, pasado y futuro.
Esa aparente contradicción está presente en toda la película, desde la construcción de mundo hasta los conflictos internos de sus personajes principales: la sociedad medieval en un mundo futurista, la necesidad de Ballister por hallar el balance entre honrar su pasado y educación como caballero (incluso a pesar del rechazo de sus colegas) con su intento por hacer lo correcto y en el proceso hallar justicia y un rol futuro en la sociedad.
A pesar de que la estructura y naturaleza del conflicto central de la historia acusa una fuerte influencia de los tropos clásicos de la fantasía, muchos de sus temas se sienten actuales gracias al modo en que la historia reta la interpretación tradicional de los mismos, sobre todo en lo que respecta a la diferencia de clases y los privilegios de la aristocracia, y al rol de las autoridades en la manipulación de la información a través de fomentar el miedo.
Si bien la trama sigue un rumbo relativamente predecible, un buen uso de sus giros argumentales y su particular reinterpretación temática hacen que la historia se sienta fresca. Me gustó mucho el llamado a abrazar la individualidad y aprender a amarse y respetarse a uno mismo sin temor a no encajar, y el llamado a aceptar que no todos somos iguales y que no hay por qué tener miedo o mostrar rechazo hacia quienes son distintos a nosotros.
Con el implícito mensaje anti fascista y de resistencia a las autoridades, tampoco sorprende el soundtrack de la película, que está cargado de canciones pop que acusan una notoria influencia punk que encaja a la perfección con la violenta y caótica personalidad de Nimona, quien gusta de usar como frase distintiva un simple pero sentido "¡Metal!", género presente no en canciones, pero sí en la banda sonora de Christophe Beck.
La historia se toma muchas libertades respecto a la contada en la novela gráfica de Stevenson, pero es increíblemente respetuosa de su esencia, pues aún si altera la naturaleza de personajes y situaciones, mantiene la inconformidad de Nimona como el motor tras muchas de sus interacciones, y evita cualquier tipo de sutilezas al plantear su progresivo mensaje, lo que da una bienvenida bocanada de frescura a la película.
Nimona es una divertida película que compensa cualquier posible previsibilidad con mucho humor y actitud, que tiene un estilo visual que celebra el pasado de la animación sin perder de vista el presente y el futuro, y con personajes redondos que encapsulan los distintos modos en que la gente responde a la presión social por no hacer nada que perturbe el status quo. Sin duda una opción más que recomendable para público de todas las edades.
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