martes, 12 de octubre de 2010

Reseña: Repo Men (Los Recolectores, 2010)

Repo Men (Los Recolectores) es el primer largometraje de Miguel Sapochnik, quien sólo había dirigido un cortometraje y un episodio de House. Antes fue artista de storyboards, y su trabajo más notorio en esa capacidad se dio en dos proyectos de Danny Boyle: Trainspotting (La Vida en el Abismo) y A Life Less Ordinary (Vida sin Reglas). Bajo esa perspectiva, Repo Men está lejos de ser un mal primer esfuerzo, pues la película ofrece más positivos que negativos.

En un futuro cercano, la tecnología y la medicina han llegado al punto en que la espera por donadores de órganos ha desaparecido. Es fácil conseguir órganos artificiales y con facilidades de pago, lo que permite que gente con enfermedades crónicas o terminales acceda a piezas de repuesto siempre y cuando puedan pagarlas, y es ahí donde hay que poner énfasis.

Las prótesis y órganos artificiales son fabricados por una compañía llamada "The Union", misma que no sólo se encarga de su desarrollo, producción y distribución, sino que también está a cargo de administrar el sistema de crédito y cobranzas que representa el verdadero negocio para la empresa.

El sistema de cobranza es simple: en cuanto empiezas a retrasarte en los pagos recibes advertencias, y pocos días después de la tercera advertencia, la empresa está legalmente autorizada a recuperar los órganos, sin necesidad de un cirujano o instalaciones y equipo estériles para la extracción. Los recolectores de la empresa son antiguos militares y mercenarios que realizan su trabajo con gusto y disfrutan el dolor y violencia que ocasionan.

Remy (Jude Law) es uno de los mejores recolectores de The Union. Ex militar casado y con un hijo, disfruta su trabajo pese a las fricciones que éste provoca con su esposa Carol (Carice van Houten), quien intenta convencerlo de transferirse al departamento de ventas. Jake (Forest Whitaker), el mejor amigo de Remy desde la infancia, también es recolector, y llevan una amistosa competencia con sus índices de recuperación, e incluso salen juntos a buscar nidos de evasores.

Remy despierta en una cama de hospital tras un accidente durante una recuperación. En vez de su esposa, al lado de su cama están Jake y Frank (Liev Schreiber), su jefe. Le explican que sufrió un accidente que lo dejó muy mal, pero ya hicieron lo necesario para dejarlo como nuevo. Horrorizado, Remy descubre que su corazón fue reemplazado por el modelo artificial más reciente, lo que significa que ha contraído una considerable deuda con la empresa.

Su esposa lo abandona pues culpa a su negativa a cambiar de puesto, y Remy se muda con Jake. Mientras se recupera de su operación intenta trabajar en ventas, pero no tiene lo necesario para mentir consistentemente a los clientes y hacerlos firmar un contrato. Además, sus ingresos como vendedor no se comparan a lo que gana como recolector, y no podrá seguir al corriente en sus pagos si no regresa a trabajar en las calles. El problema es que su corazón ya no está en ello.

Verse reflejado en quienes persigue le provoca dudas, así que empieza a dejarlos escapar e ignora su obligación de hacer algo que antes realizaba con gusto y casi por instinto. Al paso de las semanas empieza a recibir los avisos de retraso de pago, pero Remy no da señas de volver a ser el mismo de antes o de tener un plan para recuperar su vida. Por fin decide dejar todo atrás y trata de esconderse de sus antiguos compañeros.

Así conoce a Beth (Alice Braga), una ex cantante de bar que, además de muchas adicciones, tiene en el cuerpo más partes sintéticas que las que podría mencionar de memoria. Aprovechando lo que sabe sobre cómo trabajan, juntos intentan evadir a los recolectores mientras buscan la manera de borrarse del sistema de control de deudores para poder dejar de huir. Ése es un buen plan, al menos hasta que Jake es enviado a buscarlos.

Por momentos la historia me recuerda ejemplos de la obra de Philip K. Dick con sus característicos tintes de humanismo distópico, como la obvia metáfora de cómo Remy encuentra sus sentimientos hasta que su corazón es reemplazado por uno artificial. A pesar del disparejo ritmo narrativo y un par de detalles en la dirección, la encontré disfrutable. Tal vez una edición más cuidada, o una última revisión al guion pudieron hacerla realmente buena.

El ritmo y montaje son cosas que Sapochnik podrá corregir con el tiempo, y habrá que ver a donde va su carrera. El manejo de la cámara en las secuencias de acción y la confianza con que inyecta humor negro en la historia sin caer en un tono de farsa me hacen creer que puede crecer en el cine de género. Hay que destacar el talento actoral en la película, con la conocida la capacidad de Law, Whitaker y Schreiber, además de un sólido trabajo de Braga.

Película recomendada para fans de la ciencia ficción, sobre todo si extrañan el gore tan común en el género hace un par décadas. Para el resto del público es una sólida opción de entretenimiento sin muchas pretensiones.

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