jueves, 7 de octubre de 2010

PPC: El Comics Code Authority y la censura. Segunda Parte

Hace un par de semanas, en la entrega anterior de esta columna, incluí mi traducción de los lineamientos de contenido requeridos para obtener el sello de aprobación del Comics Code Authority, y prometí ahondar un poco en su origen y antecedentes en la siguiente entrega, así que eso es lo que haré ahora.

La década de los 1950 en los Estados Unidos estuvo marcada por el clima de paranoia que predominó durante los primeros años de la Guerra Fría. La derecha conservadora se lanzó en una campaña contra todo lo que veían como parte de la gran amenaza comunista en contra de las "buenas costumbres" y el estilo de vida americano, y los cómics no fueron la excepción. En 1954 se publicó el libro Seduction of the Innocent, del Dr. Fredric Wertham, un psiquiatra convencido de que los cómics eran una forma negativa de literatura popular, perjudicial para el desarrollo moral de niños y jóvenes, y de que eran un factor que fomentaba la delincuencia juvenil.

El libro tuvo un éxito moderado, suficiente como para crear alarma entre algunos padres de familia y llevar a la creación de asociaciones que buscaban mayor censura en el contenido de los cómics. Ese mismo año se llevaron a cabo las audiencias del Subcomité del Senado para la Delincuencia Juvenil, las cuales se enfocaron principalmente en la industria del cómic y el papel que estas publicaciones tenían en el desarrollo moral de los niños y jóvenes estadounidenses.

Aunque esas audiencias no provocaron una resolución negativa ni hubo sanciones contra los responsables de producir y distribuir los cómics, las editoriales, bajo el liderazgo de Archie Comics, quisieron jugar a la segura y adelantarse al gobierno, por lo que crearon un órgano dependiente de la Comics Magazine Association of America (CMAA) encargado de revisar los contenidos de cualquier publicación que sus miembros quisieran publicar, y así nació el Comics Code Authority (CCA).

Los lineamientos del código se crearon tomando como base un reglamento similar, aunque bastante menos estricto, redactado por la Association of Comics Magazine Publishers, predecesora de la CMAA, que apareció en 1948 pero nunca se ejecutó. Este dato me parece de particular importancia porque revela la parte más oscura y preocupante de la existencia del CCA: no sólo era un mecanismo de censura, sino de autocensura.

El CCA no tenía autoridad real sobre las editoriales, pues al tratarse de una organización civil no podía obligar a nadie a acatar sus lineamientos. Sin embargo, dado que los cómics se vendían en farmacias, droguerías, fuentes de sodas y tiendas de abarrotes más que en puestos de periódicos, esos establecimientos comerciales querían limpiar su imagen ante los supervisores gubernamentales, y convirtieron en una exigencia que los cómics que vendían portaran el sello de autorización del organismo, rehusándose a vender los que no lo tenían, lo que obligó a la mayoría de las editoriales a ceñirse al código.

La empresa más afectada por esta medida fue EC Comics, cuya línea de cómics estaba mayormente dedicada a los géneros de horror, crimen y ciencia ficción. La editorial intentó crear títulos que se apegaran a los lineamientos del CCA, pero estos nunca tuvieron la suficiente aceptación comercial, por lo que en poco tiempo se vieron forzados a abandonar por completo su línea de cómics y concentrarse en su revista humorística MAD.

De manera similar, la oferta de cómics en diversos géneros disminuyó poco a poco hasta casi desaparecer por completo y llegar al punto en que la gran mayoría de los cómics publicados en Estados Unidos eran de superhéroes, género que se podía apegar al código con relativa facilidad apegándose a una sencilla fórmula: Una clara distinción entre héroes y villanos, sin ambigüedades, y con la certeza de que el bien siempre vence sin importar las dificultades que deba enfrentar.

El código ha sido modificado varias veces a lo largo de los años. A fines de 1971 se hicieron cambios para permitir la libre aparición de monstruos clásicos, como vampiros, hombres-lobo o el monstruo de Frankenstein, pero no así los zombis, que siguieron vetados por muchos años más. En el mismo año se dio un caso hasta cierto punto polémico, pues Marvel publicó un arco de tres partes en The Amazing Spider-Man sin la aprobación del CCA. Stan Lee escribió la historia a petición del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos, organismo que deseaba crear conciencia sobre los peligros del uso de estupefacientes y eligió a los cómics como medio para llevar el mensaje a los jóvenes.

El CCA negó la aprobación a la historia, pero Marvel decidió publicarla sin el sello, confiando en que contarían con el respaldo del gobierno. Tal como esperaban, recibieron el apoyo del organismo, lo que creó bastante publicidad alrededor de la historia. Esto motivó que se hicieran más cambios al código a fin de permitir la mención de drogas siempre y cuando su uso y distribución fuesen presentados como algo malo y un riesgo para la salud.

Tras esos cambios DC Comics publicó una historia sobre el mismo tema en las páginas de Green Lantern/Green Arrow, curioso porque meses antes Carmine Infantino, editor en jefe de DC, criticó duramente a Stan Lee y Marvel por "atreverse a desafiar el código". Al paso del tiempo el CCA perdió fuerza y las editoriales empezaron a mostrarse más laxas en su observancia de los lineamientos, lo que no quiere decir que la censura haya desaparecido del medio.

En particular recuerdo dos casos donde la autocensura se volvió a manifestar en DC. Primero fue la salida de Rick Veitch como escritor de Swamp Thing, y unos años después la de Warren Ellis de Hellblazer, en ambos casos debido a conflictos internos provocados porque los autores escribieron historias que la editorial consideró innecesariamente polémicas, una por lidiar con cuestiones religiosas (la aparición de Jesucristo) y la segunda con la presencia de armas en las escuelas. En esta última hay que destacar que Hellblazer es un cómic publicado bajo el sello Vertigo, que nunca ha incluido el sello de aprobación del CCA, así que la autocensura fue una decisión doméstica.

Parece que donde la historia de Ellis no cayó bien fue a nivel administrativo en el corporativo de AOL/Time-Warner, pues todo indica que el autor británico contaba con el apoyo tanto del staff editorial como del mismo publisher de DC Comics, que en aquel entonces era Paul Levitz, quien hizo lo posible por defender la historia pero al final tuvo que ceder e impedir su publicación.

En 2001 Marvel dejó de enviar sus cómics al CCA, en tanto que DC los sigue enviando pero los publica sin importar si reciben o no la aprobación. Otras editoriales, mucho más jóvenes y en la mayoría de los casos con más diversidad de contenidos, nunca lo han utilizado porque jamás fueron parte de la CMAA. Sin embargo, el CCA aún existe, y hay editoriales que todavía muestran el sello en sus portadas, aunque se trata sobre todo de las especializadas en publicaciones infantiles, como Archie, Bongo, o el sello Johnny DC.

Obviamente la censura es un tema que da para escribir y comentar mucho, pero creo que por esta vez me he extendido bastante. Hasta la próxima.

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