martes, 8 de diciembre de 2009

The Door into Summer, de Robert A. Heinlein

Robert A. Heinlein es uno de los autores más mencionados en este blog, sólo detrás de Michael Crichton. Y no es que no haya leído más de otros autores, sino que de Heinlein leí poco en mis años mozos y fue hasta hace poco que empecé a encontrar sus novelas, lo que coincidió con empezar a publicar los comentarios de los libros que voy leyendo.

The Door into Summer (Puerta al Verano) fue publicada como novela en 1957, aunque años antes había sido serializada en The Magazine of Fantasy and Science Fiction. Esta historia pertenece a la época más prolífica de Heinlein, que fue justo cuando se convirtió en uno de los autores más respetados del género, y en un periodo en que buena parte de su obra se enfocaba a contar historias de aventuras y literatura juvenil.

La novela parte en 1970 (¡en el futuro!), y cuenta la historia de Daniel B. Davis, un ingeniero e inventor que atraviesa por una fuerte depresión y por ello intenta ahogar sus penas en alcohol. La única alegría en su vida es la compañía de su gato Petronius, a quien él llama afectivamente "Pete".

La razón de su depresión es que acaba de perderlo todo, pues el trabajo de su vida estaba en una serie de autómatas diseñados para asistir a las amas de casa en las labores domésticas, fabricados por Hired Girl Inc., una pequeña empresa co-propiedad suya y de su mejor amigo, Miles Gentry, quien funge como representante legal en tanto que Dan poseía el 51% y tenía control de la compañía.

Dan estaba comprometido con Belle Darkin, una mujer a quien originalmente habían contratado para que se encargase de la contabilidad de la empresa, pero quien lo fue seduciendo poco a poco hasta convencerlo de cederle acciones suficientes como para poder asociarse con Miles y quitarle el control de Hired Girl Inc. La razón de querer sacarlo de la jugada es que desean vender la compañía a una corporación y licenciar sus patentes, mismas que además registraron por su cuenta y sin notificárselo jamás.

Desencantado por la pérdida de su prometida, su mejor amigo, y el trabajo de toda su vida, Dan decide que tal vez sea mejor olvidarse del mundo por unos cuantos años, por lo que contacta a una compañía que se especializa en "sueño helado", una hibernación criogénica que permite a la gente tomarse un descanso del mundo por algunos años antes de descongelarse y reintegrarse a la sociedad, y arregla todo para pasar congelado, junto con Pete, los próximos treinta años.

Tras recuperar la sobriedad, Dan se da cuenta de que huir no es la solución, pero al confrontar a sus ex-socios éstos se enteran de lo que pensaba hacer y lo drogan para asegurarse de que se presente a su cita para congelarse. Dan despierta en el año 2000 y separado de Pete, por lo que empieza a pensar en cómo vengarse. Para su sorpresa, su antigua compañía desapareció hace mucho tiempo en las redes corporativas, pero Belle y Miles no ganaron nada con ella.

Pronto descubre que otra compañía ofrece productos similares, e incluso otros que él había imaginado sin ponerlos nunca en papel. Por accidente descubre qué fue de la hijastra de Miles, una adolescente que estaba enamorada de él, y que existe una posibilidad de regresar a su propia época, así que empieza a idear un plan que le permitirá vivir como lo deseaba, con alguien que lo quiera y en compañía de Pete, asegurándose además de que Miles y Belle reciban su merecido.

El resultado es una novela muy entretenida pero que se siente vacua en comparación a otros de sus trabajos. Las ideas de cómo imaginaba el futuro, su visión de lo que debiera ser la sociedad y las extrapolaciones de hacia donde iba la tecnología están ahí, tan claras como en sus obras más conocidas, pero la caracterización de sus personajes se siente superficial, como si fueran actores en una obra en que lo importante son la trama y giros argumentales.

Dan es el típico héroe de Heinlein, que refleja mucho del autor, imaginativo e independiente, pero los motivos tras sus acciones son demasiado simples, impidiendo que el lector cree algún lazo con el personaje.

Incluso la relación de Dan con Pete (Heinlein amaba a los gatos) se convierte en una simple anécdota, pues para fines prácticos revela tanto de la personalidad de Dan como si nos dijera que le gustan los calcetines negros o el helado de vainilla.

En realidad se trata de una queja menor, pues la historia resulta muy entretenida y se mueve a buen ritmo. El problema es que tratándose de una novela de Heinlein uno se acostumbra a recibir un poco más que simple entretenimiento escapista. Pero no por eso se convierte en una lectura menos recomendable.

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