Hace unos días, Neil Gaiman, aclamado novelista y escritor de cómics, y Adam Rogers, editor en la revista Wired, publicaron un texto acerca de Superman, en el que exploran el valor del Hombre de Acero como un mito en la sociedad contemporánea, con todo el peso y simbolismo que implica esa designación. A continuación comparto dicho texto, el cual traduje con autorización de sus autores.
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El Mito de Superman
Por Neil Gaiman y Adam Rogers
Es un tulpa, palabra tibetana para referirse a un ser que cobra vida a través del pensamiento y la fuerza de voluntad. Schwartz afirma que un Kahuna hawaiano le contó que en una ocasión Superman viajó 2000 años en el tiempo para salvar al archipiélago de ser destruido por la actividad volcánica.
Tal vez ocurrió, o tal vez no, pero en definitiva es algo que suena como un trabajo para Superman... todo en un día de trabajo para alguien que es capaz de obtener diamantes apretando carbón. Schwartz cuenta también su propio encuentro con Superman en un taxi en Nueva York, cuando se enteró de que su capa está hecha de algo más que simple tela.
Un Profeta Improbable nos presenta con una importante pregunta en torno a Superman: ¿Qué es lo que provoca que la gente realmente quiera conocerlo? Es difícil imaginar un libro similar de, digamos, Linterna Verde o el Capitán América. Superman es diferente porque en realidad no le pertenece a los escritores que han escrito sus historias por los pasados 68 años.
Ha evolucionado hasta convertirse en un héroe popular, en una fábula, y el público cree tener el derecho a opinar sobre quién es "realmente" Superman. Schwartz renunció a seguir escribiendo Superman porque le pedían incluir cosas que él pensaba no iban de acuerdo con el personaje. Eso es admirable, pero en realidad, las historias específicas que contamos sobre Superman, el qué pasó y qué hizo, no son tan importantes. Superman trasciende a la trama. Contamos sus historias porque nos gustaría que fuera real y estuviera aquí para protegernos.
Todo mundo conoce la historia de Superman: lanzado en un cohete a la Tierra desde el distante planeta Kriptón justo antes de que éste estallara, criado por una adorable pareja de Kansas, posee poderes y habilidades más allá de las de cualquier mortal, defiende a la ciudad de Metrópolis (y al mundo) del mal.
Su origen en el mundo real es mucho más humilde: Jerry Siegel y Joe Shuster, dos muchachos judíos de Cleveland, lo crearon como personaje para una tira cómica. Pero la tira no se vendió, así que lo reformatearon para mostrárselo a un editor ansioso de comprar material para llenar uno de los primeros títulos de cómics. Cuando la historia apareció en el primer número de la antología Action Comics, los niños se volvieron locos por el personaje, como si en el mundo siempre hubiera habido un hoyo con la forma de Superman y de repente se hubiera llenado.
Es una clásica historia americana de éxito en un par de niveles. Dos inmigrantes crean una nueva forma de arte, y Superman, un forastero en una tierra extraña, despega. "Por la naturaleza de los EEUU, era natural en los 1930 que nuestro héroe se convirtiera en el inmigrante definitivo", dice Bryan Singer, director de la nueva película Superman Regresa. "Soy hijo único, adoptado, y de niño me identificaba extraordinariamente con ese aspecto de Superman. Siempre me ha conmovido la escena donde los Kent deciden quedárselo".
Claro que el bebé Clark tiene un destino especial. Literalmente tiene el poder para convertirse en nuestro salvador, poseedor de todos los básicos: vuelo, fuerza, invulnerabilidad, además de los comodines representados por su superoído, visión calorífica, visión de rayos x y aliento superfrío. Y solía ser aún más increíble. Antes de una actualización radical a mediados de los 80, podía mover planetas y correr más rápido que la velocidad de la luz. Su capa era infinitamente elástica y jamás se rompía. Poseía super-hipnosis. En la película de 1978 podía regresar el tiempo. No es un superhéroe, es un semidiós.
Pero lo más importante es el uso que Superman da a estos poderes. Comparado con la mayoría de los personajes populares, casi no tiene villanos memorables. Piensen en Batman, eternamente envuelto en combate con aberraciones nocturnas como el Joker... o en Spider-man, peleando contra megalómanos como el Dr. Pulpo. Para Superman, podemos decir que sólo esta el amargado y pelón Lex Luthor, quien es constantemente reinventado por los escritores y dibujantes en un intento de convertirlo en un rival digno. Los verdaderos enemigos de Superman son desastres como terremotos y huracanes, aviones cayendo del cielo, enormes meteoritos que podrían aplastar una ciudad.
Superman es lo único que se interpone entre la humanidad y un caprichoso universo.
La película de Singer no ha sido estrenada, así que aún no sabemos qué le agregará al mito. Los pocos minutos de la película que algunos han podido ver (acompañados de un chaperón en un DVD que es destruido después visto) se ven bien, como un sucesor espiritual a las películas de Richard Donner de hace un cuarto de siglo. Los efectos especiales serán impecables. Pero el Superman de Singer está condenado a ser menos interesante que su Clark Kent. De todas las relaciones que forman parte del corazón del mito: Superman y Lois Lane, Superman y Jimmy Olsen, Superman y sus padres adoptivos... la más importante de todas es la que tiene con su alter ego.
En 1959, Jules Feiffer hizo una caricatura clásica sobre esa dinámica. En ella, Superman saca a esta chica del río y, después de que ella lo cuestiona con preguntas freudianas sobre su motivación para rescatar gente todo el tiempo, renuncia. Sienta cabeza y pasa el resto de su vida pretendiendo ser humano - va a trabajar, mira la televisión. En menos de una página Feiffer resume la guerra interna entre la obligación moral de Superman para hacer el bien y su deseo de ser una persona normal.
Otros héroes son sólo pretensión: Peter Parker interpreta a Spider-man; Bruce Wayne actúa como Batman. Para Superman, es el modoso reportero Clark Kent quien es el disfraz, es lo que aspira a ser aunque nunca pueda serlo. Realmente es el héroe y nunca podrá ser uno de nosotros. Pero lo amamos por intentarlo. Lo amamos por querer protegernos de todo, incluso de su propia trascendencia. Interpreta al simple y normal Kent sólo para que nosotros, la gente común, podamos sentirnos, al menos por unos momentos, súper.
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