Hace unos días publiqué la traducción de una conferencia que Warren Ellis dio en una Universidad italiana hace casi ocho años, y supongo que eso generó curiosidad entre algunos lectores. ¿Por qué publicar un texto "viejo"? Quizá sería más adecuado preguntar por qué ese texto en especial.
No es un secreto que Warren Ellis es uno de mis escritores favoritos. Esa fue la principal razón para aceptar traducir The Authority y Planetary hace algunos años para Editorial Vid. La paga no era buena, pero eran cómics que yo disfrutaba, y si a eso le sumamos un poco de ego (ya saben, la única forma de que estuvieran bien traducidos era si lo hacía yo mismo, claro), sobra decir que brinqué en cuanto se dio la oportunidad. Ambos títulos, pero en especial Planetary, gozaron de una mayor aceptación popular de que la editorial (e incluso yo mismo) esperaba.
Había rumores sobre expandir esa esquina de las ediciones Vid: que si se publicaría la miniserie de Jenny Sparks, o que los altos mandos estaban considerando intentar Vertigo a través de Transmetropolitan. Sólo rumores. Había más verdad tras los rumores de que se publicaría la línea America's Best Comics, de Alan Moore. En un principio aparecerían Promethea y Top Ten y yo traduciría ambos títulos, pero el proyecto se vino abajo y al poco tiempo rompí lazos con la editorial. Pero eso es una historia para otro momento.
Yo jugaba con la idea de traducir más cómics de Ellis, e incluso algunos de sus ensayos y comentarios aparecidos en diferentes columnas o en su lista de correos a lo largo de los años. Y ya desde entonces quería traducir la conferencia en la Universidad de Trieste. Tras comentarlo con Esteban, escribí a Ellis para solicitar su autorización. Una vez recibida, puse manos a la obra y ya les compartí el resultado. Lo que nos lleva de regreso a la pregunta ¿Por qué ahora?
Si bien algunas partes del texto son obsoletas, muchas otras me parecen válidas y vigentes hoy día. Mi análisis es demasiado largo, así que lo dividiré en dos partes, así que ofrezco una disculpa si no es del todo claro para donde voy. Para evitar que la espera sea demasiado larga, la segunda parte aparecerá la próxima semana.
Para bien o para mal, el único referente que tenemos en América Latina para la industria como tal, es el cómic producido en los Estados Unidos. Y ésa es una industria que atraviesa tiempos difíciles. Hace quince años el mercado tuvo un fuerte impulso mediático que se tradujo en ventas saludables y grandes cantidades de dinero disponibles para las principales editoriales. El problema es que ese periodo, conocido por muchos como el "boom" de los 90, no se aprovechó para generar un crecimiento de la audiencia potencial.
La mayoría de las editoriales tomaron el camino fácil de favorecer la especulación en un medio pendiente de "eventos". Crossovers, portadas variantes o especiales y otras artimañas mercadotécnicas se convirtieron en prácticas comunes en busca de hacerse con el dinero de los fans. El éxito de dichas prácticas es innegable. Títulos como X-Men #1 (5 portadas diferentes) o X-Force #1 (1 de 5 tarjetas diferentes con cada copia) lograron algo que en aquel entonces parecía difícil y hoy suena imposible: ventas de millones de copias.
Pero nada de eso era real. Esos mismos cómics se consiguen hoy día en casi cualquier tienda de cómics o por internet por debajo de su precio de portada. La industria parecía crecer: el producto se movía en cientos de miles de copias al mes, pero se cometieron dos errores que pudieron condenar a la industria. El primero fue diseñar el mercado alrededor de los especuladores. El segundo fue menospreciar y eventualmente desechar el sistema de newsstands, es decir, las ventas en puestos de periódicos y tiendas no especializadas.
El mercado directo, es decir, las tiendas especializadas, sonaban como una buena idea en ese momento. Se creaba una audiencia definida y había un control más exacto de producción contra demanda. Pero esos dos errores provocaron la rápida implosión del mercado. La distribución vía newsstands se hacía con base en estimados. Si algún título resultaba más exitoso de lo proyectado, se creaba demanda para ese título y los números atrasados podían subir de precio incontrolablemente.
Esa volatilidad resultaba muy atractiva para los especuladores, que compraban múltiples copias de títulos que esperaban se convirtieran en éxitos. En muchas ocasiones la apuesta les resultaba. Pero con la aparición del mercado directo y las tiendas especializadas, las reglas cambiaron. El tiraje dejó de depender de estimados de las editoriales, y ahora se imprimía según los pedidos de los mayoristas.
Al principio los especuladores creyeron que simplificaba su trabajo, pues en vez de tener que recorrer farmacias, tiendas de autoservicio y varios puestos de periódicos para hacerse con varias copias de un título, ahora podían revisar un catálogo con dos meses de anticipación y pedir cuantas copias quisieran de cada título. Y al principio resultó. Por eso aparecieron las portadas variantes y ediciones especiales, pues las editoriales querían incentivar las ventas entre especuladores.
Pero hubo dos ajustes que lo cambiaron todo. Primero, los dueños de las tiendas notaron las ganancias que obtenían los especuladores y decidieron tomar una rebanada más grande del pastel. Para ellos era bastante simple. Los especuladores revisaban el catálogo y hacían su pedido. El dueño de la tienda duplicaba el pedido de esos títulos y se convertía en competencia del especulador. Pero otra cosa: los mismos fans podían revisar el catálogo y pedir con anticipación esos mismos títulos, evitando depender de los especuladores.
Pronto se dieron cuenta de que algo no funcionaba como antes. Con los fans pidiendo con anticipación para asegurar su copia, la demanda se redujo drásticamente y eso afectó al mercado de los especuladores. Si la editorial imprimía sobre pedido, había copias suficientes para fans, detallistas y especuladores. Si la oferta supera a la demanda, los especuladores eventualmente pierden dinero. Poco a poco se retiraron del mercado para minimizar sus pérdidas y los detallistas perdieron a sus clientes más importantes casi de la noche a la mañana.
Hubo una reducción considerable del mercado, una implosión que siguió al boom. Los títulos más importantes de DC, Marvel e Image llegaron en algún momento a promediar 200,000 ejemplares al mes, y ahora luchaban para alcanzar la mitad de esa cifra. Los artistas más populares elevaron sus honorarios conforme las editoriales luchaban por sus servicios, lo que elevó los costos de producción y por tanto el precio de los cómics. La reducción en el volumen de ventas lo hizo aún peor.
El resultado de la implosión fue la cancelación de muchos títulos y con ello una ola de desempleo para muchos creativos. Muchas editoriales pequeñas desaparecieron por completo y hubo tiendas que cerraron sus puertas y cadenas que redujeron su número de sucursales. El futuro era incierto y el panorama poco alentador. Pero la historia de cómo sobrevivimos y exactamente dónde y cómo estamos será el tema de la próxima entrega de Predicando para el Coro, dentro de una semana.
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