Este viernes, mientras esperaba un camión a la sombra del distribuidor vial de San Jerónimo, pude notar algunos fenómenos producto del "re-ordenamiento vial" en nuestra ciudad.
Lo primero que noté es la poca preocupación de nuestras autoridades por la seguridad de los peatones. Sobre avenida San Jerónimo, después del parque El Batán y justo frente al centro comercial San Jerónimo solía haber un puente peatonal. Digo "solía" porque dicho puente fue medio-desaparecido porque estorbaba para las obras del distribuidor vial, dejando únicamente la mitad del mismo, la cual desemboca en el vacío.
Tras la desaparición de ese paso peatonal, al transeunte le quedan dos opciones: cruzar a media calle evadiendo al tráfico o caminar hacia alguno de los semáforos. Uno se encuentra en donde confluye Av. Río Magdalena con Av. San Jerónimo -a unos 300 metros del medio puente-, y el otro al cruce de San Jerónimo con la lateral de periférico -a unos 70 m. del ex paso peatonal-. Aún cuando esta última parece la mejor opción existe otro problema. Las obras realizadas para agilizar el tráfico en este crucero incluyeron la creación de un carril de vuelta continua. La utilidad de éste para el tránsito vehicular parece evidente, pero tiene como consecuencia que la circulación sea ininterrumpida en dirección Oriente, dejando así al peatón en la necesidad de torear a los coches.
Otro problema es la falta de una parada para el transporte colectivo, ya que la banqueta quedó muy reducida y los microbuses, fieles a su costumbre, se paran donde más estorban y entorpecen la circulación, especialmente para quienes usan el mencionado carril de vuelta continua.
Y particularmente ayer pude atestiguar dos fenómenos relacionados con nuestras fuerzas del orden y el respeto del común de la población hacia ellos. Sobre San Jerónimo en dirección Poniente había cierta carga vehicular, sobre todo al llegar al mencionado semáforo al cruce con Periférico. Dos patrullas se acercaron al crucero y al percatarse del tráfico encendieron sus sirenas para tratar de abrirse paso. Y nadie se movió. La sirena siguió sonando e incluso hicieron uso del sonido que utilizan en lugar de claxon, pero nadie se movió. Finalmente ambas patrullas desistieron en su intento y apagaron la sirena. Y es que es por todos sabido que los patrulleros en esta ciudad acostumbran usar la sirena sólo para no tener que esperar el cambio de luces en los semáforos.
Y hablando de los semáforos, uno de ellos propició el otro fenómeno que pude observar. De repente se congeló el cambio de luces en el ya multimencionado crucero. A los autos circulando sobre San Jerónimo en dirección Poniente les quedó el "siga" de manera permanente, mientras que a los de la lateral en dirección norte les indicaba, al mismo tiempo, "siga" y "alto". Esto propicio un ligero percance entre un microbús y un vehiculo particular y estuvo cerca de provocar varios encontronazos. Y si esta falla del semáforo no fuese suficientemente grave, resulta que había tres agentes de tránsito a una docena de metros del semáforo en cuestión. Y ninguno de ellos se movilizó para minimizar o resolver el problema. La razón? Estaban debajo del techo de un puesto de periódicos protegiéndose de la ligera llovizna que caía a esa hora. Y vieron el semáforo. Uno de ellos incluso lo señalo llamando la atención de sus compañeros. Pero ninguno de ellos se movió.
Así las cosas ni para que preguntarse porque no hay respeto para la autoridad.
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