Para quienes me conocen no debiera ser ninguna sorpresa que pueda mencionar esta película como una de mis favoritas de todos los tiempos.
En un texto anterior hice una breve mención de La Espada en la Piedra como mi primera aproximación al mito de Arturo. Tal vez también sería adecuado mencionar la tira cómica El Principe Valiente, de Hal Foster, donde había constantes menciones de Arturo aún cuando rara vez aparecía. Pero no fue hasta que ví Excalibur que realmente me atrapó toda la idea de los Caballeros de la Mesa Redonda y su código de honor, liderados por el Rey Arturo y su legendaria espada, Excalibur.
La cinta es una producción británica del afamado productor y director John Boorman y cuenta con un elenco de actores británicos poco conocidos en América, con las excepciones de Gabriel Byrne, Liam Neeson, Helen Mirren y Patrick Stewart.
La trama gira en torno a la figura de Arturo desde antes de su concepción, cuando Uther Pendragon convence a Merlín para que le ayude a seducir a Ygrain, la esposa de un rey enemigo. Merlín acepta reticientemente y el resultado de ese único encuentro será Arturo, quien ignora la identidad de su verdadero padre. Cuando Uther es herido en combate, huye de sus enemigos para evitar que se apoderen de Excalibur, su espada, la cual representa al linaje con derecho legítimo para gobernar Inglaterra. Antes de morir entierra la espada en una piedra, de la cual sólo su legítimo heredero será capaz de retirarla.
Lo que sigue es un recuento de la historia tal y como se ha popularizado a través de los siglos: Arturo saca la espada y con el apoyo de Merlín va consiguiendo el reconocimiento y obediencia de otros nobles. Unifica a los diferentes soberanos bajo su mandato y defiende a Inglaterra de sus enemigos. Junto a los Caballeros de la Mesa Redonda defiende ideales de justicia que lo convierten en una figura de leyenda. Eventualmente demuestra que también es humano y más tarde sus errores lo llevan a enfrentar en un duelo a muerte a su propio hijo, fruto a su vez de una relación adultera e incestuosa.
La producción es espectacular, las actuaciones convincentes y la historia un clásico. Nada que ver con los fallidos intentos por recrear esta historia, como First Knight (que ni Sean Connery como Arturo logra mantener a flote) o King Arthur, con su pretencioso slogan de ser históricamente correcta pese a tener más errores e inconsistencias que cualquier película clase B.
Excalibur es una gran película, digna de formar parte de cualquier videoteca.
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