Primero vienen las autoridades estadounidenses con toda la intención de revivir un status quo que marcó el rumbo de gran parte de la ficción del siglo pasado, y en días recientes me encuentro con un par de notas que me dejan la sensación de que la principal competencia de cualquier escritor o aspirante a serlo son las noticias. La semana pasada se resolvió el proceso judicial de dos adolescentes británicos luego de que uno de ellos intentó asesinar al otro, instigado por la propia víctima.
Un adolescente inglés de 14 años aprovechó el anonimato que permiten chatrooms y aplicaciones como MSN Messenger y planeó su propio homicidio. El joven, conocido como “John” para proteger su identidad, convenció a “Mark”, de 16 años, de asesinarlo como un favor especial para el Servicio Secreto Británico. Los hechos se dieron hace un año, cuando John se hizo pasar por una joven de 16 años y contactó a Mark.
John se enamoró de él, y se presentó a sí mismo como hermanastro de la chica. Ambos se conocieron en persona, y en un periodo de seis meses John construyó, vía Instant Messenger, una elaborada trama de intriga y misterio a su alrededor con al menos seis personajes inventados por él, incluyendo una agente del Servicio Secreto identificada como la agente 47695. Según fuentes policíacas, John se basó en elementos de James Bond y Men in Black para construir su fantasía.
La supuesta agente convenció a Mark de que un stalker le seguía y por eso había una agente del SS a cargo de cuidarlo. Según John, el mismo stalker había matado a su novia meses antes. De acuerdo con lo difundido por los investigadores tras revisar las conversaciones en Internet, John atravesaba un periodo de depresión a causa de diferencias con sus amigos y problemas en casa con su padrastro, y decidió usar a Mark para terminar con su vida.
Haciéndose pasar por la agente, John convenció a Mark de asesinarlo como parte de un rito de iniciación al Servicio Secreto. Su recompensa consistía en dinero, una pistola, sexo con la agente, una recomendación del gobierno británico, y un encuentro con el Primer Ministro Tony Blair. El 29 de junio de 2003, Mark y John se vieron en el centro comercial Trafford Centre. Tras caminar un rato se dirigieron a un callejón, donde Mark apuñaló en varias ocasiones a John en pecho y abdomen.
Instantes más tarde, asustado, Mark llamó a las autoridades desde su celular. John fue trasladado a un hospital mientras las autoridades iniciaban la investigación. Los muchachos habían declarado que un hombre de color agredió a John antes de darse a la fuga. Tras cerciorarse de la inexistencia del presunto sospechoso, las autoridades cambiaron el enfoque de la investigación hacia los propios chicos, culminando con el análisis de sus conversaciones en Internet.
La semana pasada culminó por fin el proceso judicial. John se declaró culpable de los cargos de incitación a homicidio y obstrucción de la justicia, y fue sentenciado a pasar tres años bajo supervisión. Además, tiene prohibido contactar a Mark por cualquier vía, y no se le permite usar Internet sin la presencia y supervisión de un adulto. Mark fue acusado de intento de homicidio y será sometido a dos años de supervisión.
Por otro lado, el pasado martes una niña de doce años asesinó a una compañera de clase. A la hora del almuerzo la llevó a un salón vacío, y mientras estaba sentada en el suelo, sacó un cutter y la atacó, causándole heridas en cuello y muñecas. Volvió a su salón con la ropa manchada de sangre y, asustado, su maestro la interrogó para ver si estaba herida. La niña sólo respondió “acabo de hacer algo muy malo”. Al notar la ausencia de la otra niña, el maestro y personal de la escuela iniciaron su búsqueda.
La encontraron en shock por la pérdida de sangre, y cuando las asistencias médicas llegaron ya no había nada que hacer. Las autoridades se han mantenido herméticas, pero hace días revelaron el móvil del crimen. Las niñas eran amigas y usuarias de Internet. Cada una tenía su propia página y se comunicaban mediante IM y correo electrónico. Parece que la víctima escribió en su página comentarios sobre su amiga, quien los encontró ofensivos y el disgusto la hizo asesinar a su compañera.
Ambos casos tienen en común el uso de Internet, y seguro eso llevará a la aparición de grupos de activistas pidiendo se regule el acceso de menores a la Red o que se creen controles y legislación sobre los contenidos de la misma. Y tampoco faltaran quienes insistan en la vieja cantaleta de denunciar la influencia nociva de cine y televisión en niños y adolescentes en vez de preguntarse qué anda mal con los padres que utilizan a los medios electrónicos como si fuesen niñeras.
Ojalá estos sean casos aislados y no marquen el principio de un problema mayor. Odiaría pensar en las reacciones que pueden tener las autoridades si deciden que se trata de un problema causado por la naturaleza del contenido en la industria del entretenimiento y deciden que es necesario censurar y limitar lo que se puede usar o no en el material que consumimos en vez de atender el problema de fondo, que es la educación y falta de tiempo para cuidar de los hijos.
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