En el blog de Neil Gaiman me encontré con otro ejemplo de las políticas de cerrazón e intolerancia que caracterizan al gobierno del presidente Bush. Resulta que los periodistas y corresponsales de todo el mundo necesitan un permiso especial para ingresar a los Estados Unidos. Esta visa especial es conocida como I-visa y dejó de utilizarse en 1952, pero se reactivó el año pasado como parte de los cambios en la legislación para el ingreso de extranjeros a territorio estadounidense.
Elena Lappin, periodista independiente del diario británico The Guardian, pasó 26 horas esperando su deportación tras ser detenida en el aeropuerto internacional de Los Angeles por no tramitar su I-visa. Aquí está su recuento del incidente (en inglés). Elena pasó la noche en un centro de detención para inmigrantes ilegales en el centro de la ciudad. La llevaron ahí con las manos esposadas.
Su celda era un pequeño cuarto sin cama, sillas o muebles salvo un par de bancas de metal de 30 cm de ancho en las que afirma es imposible dormir. El único otro componente de la habitación era un inodoro expuesto a la vista de quienquiera que pasase frente a la celda, que tenía un muro frontal de cristal y una cámara de seguridad. En una esquina había una televisión, sintonizada en un canal de ventas por televisión.
Uno de los oficiales que la detuvieron le echó en cara portar un pasaporte británico pese a aceptar que nació en Moscú. En su artículo, Elena apunta que el oficial no parecía saber que el gobernador de California afirmaba ser americano pese a que nació en Austria. Elena intentó dialogar con las autoridades, que no hicieron caso de sus argumentos, entre los que destacan el estar casada con un ciudadano estadounidense, ser residente oficial de los Estados Unidos por años, o ser madre de una niña nacida en territorio norteamericano.
Organizaciones como Reporters without Borders (Reporteros sin Fronteras) y la American Society of Newspaper Editors (Sociedad Americana de Editores de Periódicos) tomaron nota del caso. Afirman que el incidente es parte de la campaña de hostigamiento e intimidación hacia medios extranjeros del gobierno de EEUU, pues la mayoría de los afectados provienen de los 27 países con que existen un acuerdo que permite a sus residentes (excepto reporteros, claro) visitar Estados Unidos hasta por 90 días sin necesidad de visa.
“Nuestros enemigos se han convertido en algo más importante que nuestros amigos... La obsesión [de nuestras autoridades] con la seguridad doméstica parece estar basada en gran medida en la noción de que el mundo está de algún modo infectando a los Estados Unidos”, indicó Dennys Roddy, columnista del Pittsburgh Post-Gazette. El año pasado fueron detenidos y deportados trece periodistas de diferentes partes del mundo, doce de ellos del aeropuerto de Los Angeles. Y esto pasa en “el país más libre del mundo”. Yeah, right.
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