Si hay un medio que como fuente para adaptaciones cinematográficas ha sufrido toda clase de vejaciones y desprecios (aun más que los cómics), son los videojuegos. Quizá la única película basada en uno que a la fecha ha salido bien librada ante crítica y fans sea Silent Hill, con todo y que en su momento también fue duramente criticada.
Lo cual no se oye tan mal de no ser porque nunca investiga nada, no se vuelve contra sus antiguos empleadores ni persigue a los responsables de ponerle precio a su cabeza... y para tratarse de un grupo de asesinos tan letales y altamente eficientes ni siquiera tiene que esforzarse demasiado para seguir con vida. En vez de eso dedica su tiempo a crear un inverosímil lazo afectivo con una joven prostituta que debiese haber sido una víctima colateral del complot en su contra.
Y digo inverosímil debido a que ni tiene razón de ser ni es explotado adecuadamente. No existe una atracción física y/o sexual (al menos no de manera mutua) ni motivos para creer que se pueda desarrollar cierto grado de empatía entre ellos. Pareciera que lo único que los une y se convierte en el factor de simpatía es un tatuaje, aunque tampoco entiendo como asociar un código de barras en la nuca con un dragón en el pómulo.
Timothy Olyphant interpreta al Agente 47, el asesino del título. Su actuación no es mala, pero no tenía mucho con qué trabajar. En la primera escena, cuando una mujer intenta coquetear con él, vemos lo difícil que le es socializar, pero más adelante hay una secuencia de un par de minutos donde pasea en un mercado público conversando con Nika, la prostituta rusa interpretada por Olga Kurylenko, aunque lo hacen alejados de los micrófonos y no podemos siquiera imaginar su tema de conversación.
El papel de Nika nunca se justifica. Pareciera que Woods y Xavier Gens, el director, la incluyeron porque sería una excusa para que el Agente 47 actuara fuera de personaje, además de poder recurrir a un desnudo gratuito si había el riesgo de que la atención de los espectadores se desviase hacia la decoración de la sala (como eventualmente sucederá).
Dougray Scott es Mike Whittier, un inspector de la Interpol que ha perseguido durante tres años a 47, aunque nunca nos explican como está seguro si nunca encuentra rastros y sabemos que existen otros asesinos con el mismo entrenamiento. Pero debemos aceptarlo, al igual que el hecho de que después de este tiempo el inspector ya siente que lo conoce y se refiere a él constantemente como "mi muchacho".
Visualmente la película no tiene mayor problema, pues las explosiones y balaceras se han convertido en algo tan rutinario que el éxito de una escena depende mayormente del montaje y coreografía de la misma, y aquí están aceptablemente diseñadas, a excepción de un par de momentos en que el director de fotografía parece haber decidido hacer algunos experimentos con la cámara borracha y los cambios repentinos de velocidad y filtros.
Las secuencias de destrucción aleatoria de propiedad ajena también son rutinarias, excepto por la que destruye el interior de un cuarto de hotel y parte del pasillo aledaño, pero convenientemente deja intactas una maleta con equipo y una computadora portátil, mismas que ni siquiera se convierten en objeto de disputa entre las diferentes fuerzas policiales involucradas.
En conclusión, Hitman es una película estrictamente palomera y ni siquiera como primera opción, debiendo ser considerada solo si no hay otra película disponible. Para mayor referencia tal vez resulte prudente señalar que no alcanza el nivel de entretenimiento que cintas como Ghost Rider, XXX, Torque o Smokin' Aces representan.
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