lunes, 10 de diciembre de 2007

Cines de tercer mundo

El día de ayer fui con mi hermano a ver 30 Days of Night, la película de vampiros basada en la novela gráfica del mismo nombre creada por Steve Niles y Ben Templesmith, estrenada en México la semana pasada. Acudimos al centro comercial Plaza Oriente, donde hay un complejo de salas Cinemark, no porque sea nuestro lugar favorito o la mejor opción entre las distintas cadenas de cines, sino porque está cerca de casa y porque la zona aledaña a ese centro comercial nos ofrece muchas opciones para almorzar saliendo del cine.

En varias ocasiones hemos tenido disgustos menores con el servicio ofrecido en ese complejo de cines, principalmente por la falta de puntualidad para empezar la proyección de las películas o por la falta de personal en taquillas cuando hay estrenos de gran demanda, pero lo de ayer fue algo completamente inesperado.


Desde que empezaron los avances de los próximos estrenos era evidente que algo estaba mal con el sonido, pues se oía sucio, entrecortado, y a muy bajo volumen. Normalmente no es algo que me cause ningún conflicto porque se supone que el bloque de comerciales y avances es usado precisamente para corregir cualquier problema que se pueda presentar, pero en esta ocasión no fue así, porque una vez iniciada la película el problema persistía.

Durante la primera media hora de la película el sonido fue espantoso. El volumen subía, bajaba, desaparecía, o tronaba mucho. Cuando por fin se corrigió el problema con el audio la cosa se puso aún peor. Antes de los comerciales y avances, la pantalla es usada para proyectar anuncios publicitarios y autopromos de Cinemark, los cuales van intercalados con algunas preguntas de trivia. Para ello utilizan un proyector independiente del cinematográfico, el cual es visible debajo de la ventana de la caseta del proyector. Y por alguna razón ese proyector se encendió, resultando en una superposición de los anuncios y trivias sobre la película.

Pudo no ser tan grave si lo hubieran apagado de inmediato, pero esta incómoda situación se prolongó por más de diez minutos. Una vez que apagaron ese proyector, la película transcurrió sin contratiempos. Al final lo que más me llamó la atención fue que ninguno de los otros espectadores en la sala parecía molesto por lo que ocurrió.

Cierto, había poca gente en la sala (otra razón por la que nos gusta ir a ese complejo los domingos por la mañana), pero aparte de mi hermano y yo nadie hizo el más mínimo intento por presentar una queja. ¿Así o más dejados y conformistas?

En lugar de abandonar la sala por la puerta trasera, a donde siempre dirigen a todo mundo, solicitamos salir por el frente para hablar con la gerente. Una vez que nos atendió la señora y le explicamos cual era el problema, se disculpó y nos ofreció un par de pases de cortesía para cualquier función. Esto me parece lo mínimo que pueden hacer en casos como el nuestro, pero me parece que debería haber mostrado mayor preocupación por lo sucedido que sólo menear la cabeza y decir "no nos dimos cuenta".

Si pertenece a una empresa que tiene el pomposo y pretencioso eslogan de Lo Mejor en Cines, el personal debería hacer su mejor esfuerzo por ayudar a hacerlo realidad.

Tal vez muchos consideren que se trató de algo demasiado extraño para haber sido cierto, pero tenemos un par de pruebas. Además de las poco claras fotografías que aparecen más arriba, mi hermano grabó con su celular un poco de video de lo que sucedió, el cual pueden ver a continuación gracias a YouTube.

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