No es normal que me tome dos meses completar un texto. Menos aún si se trata de cine, y más todavía si es acerca de una de mis películas favoritas de los últimos meses. A manera de recordatorio, en un texto anterior hablé sobre King Kong en general, de algunos aspectos de la versión original y de por qué es un clásico, y prometí explayarme sobre mis razones para calificar a la versión de Peter Jackson como digna heredera de la original.
Primero que nada, es necesario señalar que Peter Jackson dirige, antes que nada, con el corazón. Cada una de sus películas refleja su pasión por contar historias, y es evidente en cada una de ellas que son historias cercanas a él. Y King Kong no es la excepción. Yo iría un poco más allá y me atrevería a señalarla como uno de sus proyectos más personales, en lo cual coincidiría con la versión de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Me explico. Una de las diferencias más grandes entre ambas versiones está en el manejo de personajes, donde resaltan el propio Kong y Carl Denham. Y Denham es precisamente el personaje que refleja más de la personalidad de los directores de ambas versiones.
El Carl Denham de la versión original es un aventurero. Lo único que le importa es capturar en film escenarios exóticos o situaciones de aventura sin importar el riesgo que él o su equipo deban correr para conseguirlo. Y sin duda eso es es algo que Cooper y Schoedsack quisieron imprimir al personaje. Es importante recordar que ambos sirvieron como pilotos voluntarios durante la Primera Guerra Mundial y los dos fueron derribados en combate. Como prisioneros de guerra, decidieron no esperar hasta que finalizara la guerra para que se diera la negociación de su liberación, sino que escaparon de su prisión y huyeron entre las líneas enemigas hasta regresar a territorio aliado para volver a enlistarse.
Hacia el final de la película, hay un diálogo en que Jack y la asistente de Carl comentan su personalidad, y hay una línea que reza, "Pobre Carl. Destruye todo lo que ama". Me parece que ese simple parlamento engloba uno de los grandes miedos de Jackson al pensar en sus películas y en todo lo que hace, la idea de que su amor por algunas historias pueda cegarlo a las implicaciones de sus decisiones creativas y el riesgo que eso conlleva, pues podría incluso llevarlo a destruirlas.
Por fortuna ése no ha sido el caso con ninguno de sus trabajos hasta ahora, y esa pasión, ese amor por contar historias, es una de sus más poderosas herramientas como realizador, lo que no cambia el hecho de que al mismo tiempo puede representar también el mayor peligro para cualquiera de sus proyectos. Por lo pronto, como audiencia, debemos sentirnos agradecidos de que mientras sus trabajos se sigan alimentando de esa pasión, lo menos que podemos esperar es cada nueva película suya sea una experiencia inolvidable.
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